Para la psicóloga y escritora de cuentos infantiles Begoña Ibarrola, vivir es como surfear. En ambos procesos nos vamos a encontrar momentos de calma, pero también olas grandes que vendrán para ponernos a prueba. Solo si vamos bien equipados, seremos capaces de surfearlas.
En el surf, la equipación es una buena tabla, y muchas horas de entrenamiento. En la vida, la inteligencia emocional. Y, dentro de ella, las cuatro habilidades que Begoña considera fundamentales: resiliencia, confianza, creatividad y empatía. Para potenciar estas cuatro habilidades en los preadolescentes, acaba de publicar la novela ‘Surfear la vida’, editada por Harpers Collins.
- Begoña, dices que vivir es como surfear. Hay momentos de calma, pero también grandes olas que pueden desestabilizarnos si no contamos con las herramientas necesarias. ¿Se las estamos dando a los niños y jóvenes de hoy en día?
Las probabilidades de que en la vida solo te ocurran cosas buenas son ínfimas. Nadie puede garantizar a su hijo que va a ser muy feliz porque solo le van a pasar cosas buenas, pero sí podemos prepararles para los malos momentos, para los problemas. Si no lo hacemos, se encontrarán de pronto con una ola gigante, y no sabrán nadar, ni bucear, y tendrán muchas probabilidades de hundirse. Por tanto, nuestro papel es dotarles de una buena tabla de surf. Es decir, unas buenas herramientas para surfear las olas de la vida. Porque van a tener que enfrentarse a muchas a lo largo de su vida. Se va a morir un ser querido, van a tener un fracaso amoroso, un objetivo que no van a conseguir….Y ese es el problema de la educación, que aporta muchas herramientas, pero emocionales, poquitas.
- Todos los padres queremos, por encima de todo, que nuestros hijos sean felices. Y la felicidad tiene mucho que ver con la inteligencia emocional, con tener esas herramientas…Y, sin embargo, hasta ahora no le hemos dado importancia…
Todos conocemos personas que son muy inteligentes de forma tradicional, me refiero a la inteligencia que se mide en el cociente intelectual (la lógico matemática, abstracta…), y tienen dos carreras y hablan tres idiomas, pero no saben relacionarse y son tremendamente infelices porque ante la más mínima adversidad se hunden. Y es lógico, porque nadie nace con inteligencia emocional, hay que aprenderla. En una familia en la que se educan las emociones, no es que cuando los hijos lleguen a la adolescencia no vayan a tener problemas, no vayan a frustrase. Son personas, les van a pasar cosas igualmente, pero van a saber salir de la situación porque son resilientes, creativos… Es decir, no es que la inteligencia emocional acabe con todos nuestros problemas, pero nos da armas y herramientas para enfrentarnos a ellos.
- Begoña, como has dicho, la inteligencia emocional es algo que se aprende, ¿cómo podemos fomentar o enseñar a nuestros hijos habilidades como la resiliencia, creatividad, empatía o la confianza en casa?
Si nuestro hijo se sube a una bicicleta y se cae, en lugar de decirle: “te lo dije, que era peligroso, te ibas a hacer daño”, le digo: “venga, no pasa nada. Ahora te voy a ayudar a volver a hacerlo, y te voy a enseñar a subirte para que no te vuelva a pasar lo que te ha pasado”. De esta forma, le estoy diciendo que no tiene que claudicar por haberlo hecho “mal” a la primera, que hay más intentos, y que de los errores se aprende. Esto es un ejemplo muy sencillo de resiliencia. ¿De confianza? Pues similar. Tu hijo hace un dibujo y le sale mal. ¿Qué le dices? Que lo vuelva a repetir, que él es capaz de hacerlo mejor, que solo tiene que volver a intentarlo. Que es normal que haya cosas que todavía no sepa hacer, todos tenemos limitaciones, pero decirles que confiamos en que tarde o temprano lo van a poder hacer.
- La creatividad… A menudo la confundimos con que nuestros hijos sean muy artísticos…
Efectivamente, y no es solo eso. Un niño creativo es aquel que sabe buscar soluciones a los problemas. Si de una forma no consigo lo que me estoy proponiendo, busco otra forma de conseguirlo. En este caso, si vemos que a nuestro hijo siempre le gusta hacer las cosas de una forma, le podemos instar a hacerlo de otra manera. Le podemos decir, ¿veo que siempre pintas el tejado de marrón, que te parece si hoy lo pintamos de verde? Darle alternativas para ir haciendo su mente más flexible.
- La empatía es la capacidad de ponernos en el lugar del otro. ¿Por qué es tan importante para su felicidad?
Sus relaciones sociales van a depender de ello. Si nuestro hijo es capaz de ponerse en el lugar de sus amigos, la relación con ellos va a ser mucho mejor que si no lo hace, que si solo piensa en lo que él necesita. Y está comprobado que la calidad de nuestras relaciones es un indicador de nuestra felicidad. Podemos potenciar esta habilidad en nuestros hijos en el día a día, por ejemplo, cuando un amigo suyo esté triste por algo, preguntarle: ¿cómo crees que se siente? ¿cómo te sentirías tú si te hubiera pasado algo similar? ¿Cómo crees que podemos ayudarle? O cuando veamos una noticia triste en la televisión…
- En el libro dices esta frase: “Si ahora eres valiente y te atreves a surfear olas pequeñas, mañana surfearás olas grandes”. Esto nos da una pista a las madres y padres de cómo tenemos que ir entrenando a nuestros hijos…
Exacto. No se trata de resolver todos sus problemas cuando son pequeños y de pronto, de un día para otro, soltarle ante una ola para ver si ha aprendido a surfear. La clave es irles dejando solventar problemas pequeños cada día para que se vayan preparando y vayan adquiriendo habilidades que les van a permitir sobreponerse y solucionar problemas más grandes a medida que vaya creciendo. Y, de verdad, todos los días tenemos oportunidades maravillosas para potenciar estas habilidades, no hace falta encontrar grandes momentos. Desde atarse los cordones hasta perder a un juego… Todo esto les va a ir entrenando.
- Volviendo a la confianza…. ¿Cuál es la mejor forma de fomentar la confianza de nuestros hijos?
La confianza que un niño tiene en sí mismo depende, en gran medida, de lo que los adultos confíen en él. En este sentido es muy importante los mensajes que les mandamos. Por ejemplo, si a nuestro hijo se le cae un vaso y le decimos: “Es que mira que eres torpe”, y al día siguiente otra vez… este niño acaba creyendo de sí mismo que es torpe, y esto afecta mucho a su confianza y autoestima. Por tanto, cuidado con las etiquetas y con las críticas constantes. Y cuidado con utilizar el verbo ‘ser’. Por ejemplo, si llegamos a casa y su habitación parece una leonera, en lugar de decirle: “eres un desordenado”, deberíamos decirle: “tienes la habitación muy desordenada, deberías recogerla”. Es decir, criticamos la conducta, no a la persona.
- ¿Estamos los padres preparados para potenciar la inteligencia emocional de nuestros hijos?
Es cierto que la herramienta educativa por excelencia es el ejemplo, y hay muchos padres que no saben regular sus emociones porque nadie les ha enseñado. Y, ante un problema, reaccionan. Si un adulto, cuando se enfada, grita, el niño no tiene un buen referente en inteligencia emocional. En cambio, si nos enfadamos con nuestro hijo, y no le gritamos por ello, nuestro hijo aprende que puede enfadarse, pero puede hacerlo y no gritar ni hacer daño a los demás por ello. Se trata de cambiar la reacción y convertirla en respuesta, que es mucho más pausada, pensada y calada, y eso exige un entrenamiento.