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5 preocupaciones que tenemos las madres y padres de niños de 0 a 3 años

Las madres y padres necesitamos información para saber de qué debemos preocuparnos, de lo que no y cuándo actuar.

Durante los 3 primeros años de vida los cambios son realmente diferenciadores de un mes a otro. Cuando somos madres y padres no sabemos qué esperar de las etapas que van pasando nuestros hijos. Sentimos mucha preocupación cuando vemos a otros niños o niñas haciendo cosas que nuestro hijo todavía no ha conseguido. En este artículo veremos las 5 preocupaciones que todas las madres y padres tenemos con hijos entre 0 y 3 años.

¿Cuándo debo preocuparme?

Desde Educar es Todo hemos creado una guía para ayudar a madres y padres con hijos entre 0 y 3 años. En ella se podrán consultar los aspectos más destacados en cuanto al desarrollo de nuestros hijos, además de los posibles signos de alarma que acompañan cada etapa.

1. Mi hijo no anda todavía

Todas las madres y padres nos hemos enfrentado al momento de ver cómo otros padres presumen de los logros de sus hijos. No estaría mal si no fuese por ese mal sabor de boca que deja cuando lo comparamos con nuestro hijo.

Cada niño tiene un desarrollo madurativo propio y, como señala la pediatra Lucía Galán, “la horquilla de desarrollo de los niños es muy amplia, los padres no deben ser rígidos y moverse en plazos estrictos porque lo único que conseguirán es agobiarse, frustrase y comparar continuamente a sus hijos con los demás. Si su pediatra considera que el niño lleva un correcto desarrollo, no hay por qué preocuparse”.

El psicólogo Alberto Soler señala que, “muchas veces los padres, sin darse cuenta, presionan a los niños para que alcancen hitos madurativos antes de estar listos para ello. Por ejemplo, sentarse por sí mismos, andar, controlar esfínteres, dormir sin ayuda, dejar lactancia materna, leer o escribir, etc.”. Efectivamente, ¿Cuántas veces hemos intentado sentar a nuestro hijo cuando aún no era capaz de sujetarse? ¿O cuántas veces le hemos forzado para que se pusiera de pie, le hemos cogido las manitas y le hemos hecho andar tambaleándose?

Démosle tiempo y espacios donde empezar a sentirse seguro y explorar su cuerpo, que gatee y comience a dar indicios de lanzarse a andar.

2. Mi hijo se lanzó directo a andar y no gateó

Existe cierta creencia compartida sobre que si los niños empiezan antes a andar significa que están más adelantados o incluso, son más inteligentes que otros niños de su misma edad. Por eso, y siguiendo este falso mito, muchos padres y madres intentan “forzar” de alguna manera a que su hijo camine y se salte la fase del gateo, agobiados por seguir los ritmos de otros niños y niñas.

Al gatear, el niño se desplaza moviendo una mano y la pierna contraria, lo que implica la conexión de los dos hemisferios del cerebro. Además, con el gateo, el niño desarrolla su visión, controla el entorno porque va mirando al frente y a sus manos, y eso le favorecerá años más tarde cuando aprenda a leer, a escribir, o cuando en clase tenga que copiar de la pizarra, por ejemplo.

¿Qué pasa si el niño ha decidido por su propia elección lanzarse a andar antes que gatear? No pasa nada, tranquilidad, eso no significa que necesariamente vayan a desarrollar un problema. Se trata de una fase más donde debemos tener en cuenta otras acciones, como, por ejemplo, que controla perfectamente su cabeza, la espalda, que se sienta solo o que busca apoyos para desplazarse. Incluso hay niños que pasan más tiempo en la etapa de gateo. De nuevo, tranquilidad, ellos se sienten más cómodos desplazándose así, no hay nada malo, cuando se sientan más seguros se lanzarán a andar y ya no pararán.

3. Mi hijo no habla todavía

Es importante matizar siempre este tipo de afirmaciones, pero sin duda alguna, si a los 3 años utiliza palabras sin conexión entre sí o no se comunica ni tiene intención comunicativa, lo mejor es acudir a un especialista. Puede que haya un leve retraso en el lenguaje, retraso madurativo o que necesite de apoyo para desarrollar el lenguaje.

En cualquier caso, siempre es necesario observar otro tipo de actitudes como, por ejemplo, que comprende órdenes sencillas, que en los primeros años hay sonidos o gruñidos para expresar ideas o que utiliza los gestos o mímica para comunicarse. Lo fundamental es observar a nuestro hijo o hija y apuntar qué comprende y qué no cuando nos comunicamos con él o ella.

4. No responde a su nombre ni juega con otros niños o con sus hermanos

Estos puntos son claves, ya que puede que nos hayamos dado cuenta de que nuestro hijo no tiene un comportamiento típico a lo que se espera por su edad. Estos pueden ser signos de TEA (Trastorno del Espectro Autista), pero antes de nada, cautela. Nunca se puede diagnosticar a un niño con un trastorno del desarrollo por dos signos que cumpla. Durante la revisión de los 18-24 meses que realizan los pediatras se suele explorar todos los ámbitos y, a partir de ahí, tomar precauciones, observar y seguir con las revisiones.

Entre algunos de los signos destacan los siguientes:

  • No dirige la mirada a otras personas.
  • No hay sonrisa social.
  • No muestra anticipación cuando le cogen.
  • Falta de ansiedad ante los extraños.
  • Escaso contacto ocular.
  • No mira hacia donde le señalan.
  • No responde a su nombre.
  • No se interesa por sus hermanos u otros niños de su edad.

5. No para de tener rabietas y retarnos

Si hemos llegado a la temida edad de los dos años, sí, es normal que nuestros hijos no paren de llorar y explotar por todo. Las rabietas son un fenómeno normal, y como tal debemos gestionarlas. No se dan porque el niño sea un malcriado, se dan, simplemente, porque forman parte del desarrollo del niño. 

Cuando son pequeños el cerebro de un niño está dominado por la parte inferior, la zona de las emociones, los impulsos y los instintos. Para sobrevivir a ello necesitamos ser sus guías emocionales y enseñarles cómo sí deben comportarse y entender su emoción.

¿Qué es lo más importante que debemos recordar las madres y padres? Que nuestros hijos tienen sus propios ritmos madurativos y de aprendizaje. Debemos estar ahí para ellos, observar y respetar los ritmos, pero si hay algo que nos preocupa los profesionales están a nuestro lado para guiarnos y asesorarnos.

Si tienes más preocupaciones sobre el desarrollo de tus hijos, pero ya tienen más de 3 años, accede a la guía práctica de 3 a 6 años y consulta las dudas que tengas.

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Hoy seremos nosotros quienes te demos las gracias por confiar en nuestro trabajo. Mañana serán tus hijos quienes te agradezcan haberte formado en tu labor educativa y haber pensado en ell@s.

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Silvia Sánchez Ovejero

Silvia Sánchez Ovejero

Educadora y pedagoga
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