Yo no sé tú, pero yo me pregunto muchas veces si la manera que tengo de vivir con mi mujer y mis hijos es suficiente para que seamos una unidad fuerte y sólida. Con nuestras idas y venidas, por supuesto, pero ser una de esas familias que ante la tormenta perfecta sabemos combatir juntos para salir lo menos ilesos posible y más fuertes.
Creo que es algo que debemos preguntarnos de vez en cuando, ver si seguimos un camino con nuestra familia que nos lleva directos a la unión, el perdón, el amor, la verdad, la sinceridad y la confianza… Porque al final hay que tener muy claro que nuestros hijos…, no son “nuestros”, sino…, “de ellos mismos”, por ello debemos forjar un lazo afectivo adecuado.
“Nosotros controlamos la vida de nuestros hijos hasta que la quieren controlar por ellos mismos”
Vale, de acuerdo, lo he complicado un poco, voy a intentar explicarme con más claridad. Nosotros controlamos la vida de nuestros hijos hasta que la quieren controlar por ellos mismos. Y eso no sucede muchas veces porque ya estén preparados para hacerlo, sino simplemente porque llega algo llamado adolescencia y juventud que les da “permiso” para hacerlo. Y es lógico, deseable y adecuado. Pero hasta llegar ahí, tenemos una oportunidad maravillosa (diaria) para fortalecer y educar en nuestros hijos todo aquello que sea necesario para convertirlos en personas autónomas, fuertes, felices y con el deseo de seguir formando parte de nuestras vidas.
¿Cómo? Se pueden plantear distintos caminos. Yo te ofrezco uno de ellos: 7 claves que me parecen imprescindibles para formar una familia “Equipo A”. Y ahí es importante nuestro papel como padres.
Antes de pasar a las claves, quiero hacerte una advertencia: la intención de ofrecerte una serie de claves es, simplemente, ofrecer una orientación para mejorar aquello que consideres. Ofrecer un enfoque distinto para mirar en el mismo lugar siendo conscientes de que no somos perfectos, ¿de acuerdo?
¡Vamos allá!
AFECTO
Nosotros podemos ser un ejemplo de lo que es la esencia del amor. Si nuestros hijos ven entre nosotros, los padres o familiares, un buen trato, cariño, entrega, perdón, ellos naturalizarán esa forma de relacionarse y anhelarán rodearse de personas que aporten lo mismo. Supongo que ya vas intuyendo que educar y formar a nuestros hijos no es fácil, pero porque el primer paso lo tenemos que dar hacia nosotros, no hacia ellos…
No te olvides que nuestros hijos aprenden de nosotros, cada día, de lo que ven. Por tanto, en función de cómo nos relacionemos, se relacionarán. Entregar afecto es dar muestras de cariño y amor desinteresadamente. Ahí es donde nuestros hijos aprenden a relacionarse desde la aceptación de las personas y no desde lo que tienen las personas.
COMPROMISO
Qué importante es que nuestros hijos vean, respiren y sientan que estamos comprometidos con su educación. Y eso solo se consigue teniendo un proyecto educativo común. Nosotros, como padres y madres, debemos “pactar” un proyecto común y defenderlo hasta el final. Eso es lo que más seguridad y estabilidad les va a dar a nuestros hijos. Y eso es lo que va a generar en nuestros hijos una buena autonomía y un aprendizaje significativo de todo lo que vivan.
FORMACIÓN
Y no hablo de la de nuestros hijos, sino de ¡la nuestra! No podemos quedarnos, exclusivamente, con nuestra experiencia vital . No digo que no sea bueno, todo lo contrario, digo que no es suficiente.
Tenemos una responsabilidad fundamental y es dar lo mejor de nosotros a nuestros hijos para hacer de ellos grandes personas. Y eso pasa, en cierto punto, por formarnos en lo educativo. No lo sabemos todo, como es lógico, ¡nadie nos ha enseñado a ser padres!
Además, no todo sirve para todos. Cada hijo es un mundo y donde para uno es bueno exigirle hasta 100, para otro no lo es y debo bajar el nivel, por ejemplo.
COMUNICACIÓN
Qué decir de la importancia de hablar con nuestros hijos. Hay algo muy interesante con respecto a este tema. No sé si os ha pasado alguna vez, pero cuando mis hijos eran más pequeños (cuando tenían 3 o 4 años) me imaginaba esas “grandes conversaciones” de una manera muy concreta: sentados, tranquilos, cara a cara… Pero esas “grandes conversaciones” llegan cuando llegan y, normalmente, en los lugares menos esperados: en el coche de camino al colegio, en la cocina mientras preparas la cena, comprando el pan…
Por eso creo que es importante ir cultivando, desde bien pequeñitos, un diálogo constante. Cualquier momento es un buen momento si nuestros hijos lo necesitan. Ellos deben sentirse con la libertad de poder hablar de lo que necesiten y eso depende, en parte, de cómo nosotros gestionemos esas conversaciones. ¡Ah! Y no esperes a que tu hijo tenga cierta edad. El diálogo se inicia desde el momento en que te miran…
LA FAMILIA Y LOS AMIGOS
Aquí no me refiero al núcleo más pequeño (padre, madre, hermanos), sino a la extensión, a la gran familia (abuelos, tíos, primos). Debemos cuidar nuestra relación con nuestras familias y ayudar a nuestros hijos a que, en la medida de lo posible, generen un vínculo afectivo con ellos, ya que “extender” nuestra relación de amor con otros, no solo es gratificante, sino que permite desarrollar más aún toda la parte social y afectiva.
Y lo mismo sucede con las amistades. Cuando nuestros hijos forman parte de nuestras amistades se amplia el “radar del afecto y el cariño” y les estamos enseñando, sin prácticamente hacerlo, la importancia de la amistad y de la relación con los demás, ya que eso nos llena y nos ayuda a ser mejores.
TIEMPO LIBRE COMPARTIDO
Si ahora mismo tienes hijos pequeños, te será fácil entender esto porque, entre otras cosas, estás casi “obligado” a hacerlo por su edad. Es vital compartir nuestro tiempo libre con nuestros hijos. Cuidado, no te olvides de dedicarte un poquito de tiempo a ti y a tu pareja, por supuesto, pero debemos ser conscientes de que el tiempo de ocio que estamos con nuestros hijos, es tiempo de aprender a socializarse, a no aislarse y a crecer al lado de personas que nos fortalecen. Y, por supuesto, tiempo de unión familiar.
Además, con el paso del tiempo, cuando llega la adolescencia, cada vez van a ser menos esos momentos compartidos, pero en función de cómo los haya vivido con ellos desde pequeñitos, serán de mayor o menor calidad.
¿Eso significa que a mi hijo de 18 años no le puedo obligar a ir a todos los planes familiares? Sí, justamente estoy diciendo eso, pero con un matiz importante. Por la misma que yo entiendo a mi hijo y no le obligo a venir a todos lo planes familiares, él debe entender que hay algunos que deben ser “pactados – obligados” por el bien de la familia y por el suyo propio. Esto, si queréis, lo podemos reflexionar en otro artículo.
RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS
Cencini dice que el conflicto es algo natural en el ser humano. Y tiene cierta razón, ¿no crees? La propia convivencia diaria genera conflictos de mayor o menor grado. Situaciones, a veces no generadas por nosotros, en las que hay disparidad de opiniones. No te imagines el conflicto exclusivamente como una discusión fuerte o algo similar. Un conflicto puede ser, también, no ponerse de acuerdo en algo, sin más…
Por tanto, no debemos agobiarnos frente al conflicto con nuestros hijos (o entre nosotros), sino aprender a moderarlo y a buscar las vías de solución más adecuadas cuando surjan. Y ahí es muy importante esa comunicación de la que hablábamos antes.
Como ves, esto de educar es un camino infatigable y constante que nos obliga a estar en constante atención a todo lo que sucede. Y, sobre todo, a todo lo que ME sucede, ya que en función de cómo soy y estoy, educo hacia un lado o hacia otro.
Pero yo no quiero que te quedes con ese “agobio” o esa “tensión” que a veces vivimos con nuestros hijos por querer hacerlo siempre bien y que todo funcione. Quiero que te quedes con que educar es una misión preciosa que tenemos y que nuestro punto de partida es la rectitud de corazón en todo lo que hacemos y la esperanza de que, como equipo, vamos a andar juntos un camino hacia la felicidad y la gratitud de la vida. Por tanto, haremos lo que buenamente podamos y hasta donde podamos con amor, constancia y alegría.