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7 estrategias para lograr “sacar” una palabra a nuestros hijos adolescentes

La adolescencia es una etapa "muda" en la que nuestros hijos se muestran poco comunicativos, sobre todo con nosotros. Pero no hay que tirar la toalla, pues no está todo perdido. Hay estrategias que facilitarán tener estos ratitos de charla con ellos

“No habla nada, no hay quien les saque una palabra”, “Está más raro que un perro verde”, “Es insoportable”, “Yo no recuerdo que le diera a mis padres una adolescencia así”… son algunas de las frases que madres y padres entonamos cuando se trata de hablar de nuestros adolescentes.

Es verdad, por lo general, hablan menos, con menos cariño, les molesta todo. Por eso hay que aprovechar bien las oportunidades y estar mentalmente preparados para conversar con nuestros hijos adolescentes. Estas 7 estrategias no son innovadoras, no nos van a descubrir nada nuevo pero quizás nos hagan recordar que nos siempre somos los mejores conversadores.

1- ESCUCHAR y PREGUNTAR

Esto nos significa poner cara de escuchar, sino estar atento a lo que nuestros hijos quieren comunicarnos con sus palabras. Necesitaremos ampliar información, entender mejor lo que nos están diciendo y eso lo hacemos a través de la pregunta. La pregunta con interés verdadero y evitando a toda costa las preguntas que llevan implícito un juicio. Escuchar lleva implícito no interrumpir, consumir mucha energía (escuchar con atención es una tarea que lo exige). Así sabremos más de nuestros hijos y haremos que se sientan bien. ¿A quién no le gusta que le hagan caso y hablar de lo que le que uno le gusta? Sí, a nuestros hijos adolescentes también.

2- CONVERSACIONES INTELIGENTES

Muchas conversaciones entre madres, padres e hijos se frustran porque son conversaciones vacuas que a nuestros hijos no les apetecen tener o cuyo contenido parece más un tercer grado que una conversación entre familiares que se quieren. Asumimos que vamos a tener pocas oportunidades de conversar, procuremos que sean conversaciones con buen contenido y que estén bien enfocadas. Conversaciones que se producen sin forzar.

3- NO SOMOS EL CENTRO

Los relatos de los adolescentes los replicamos, a veces, con frases como “En mi época”, “Pues a mi no me pasa eso”, “Recuerdo que.. “ “Mi amiga”. Los protagonistas de las conversaciones son nuestros hijos, ellos son el centro, no sus madres y padres. Cuando ellos estén interesados en saber cómo era en nuestra época o si conocemos a alguien ya nos lo preguntarán.

4- NO DESILUSIONAR

Escuché en una ocasión decir a José Manuel Casado experto en organización, personas y motivación que para motivar a las personas en una empresa lo primero que había que conseguir era no desmotivarles. Lo mismo pasa con nuestros hijos. ¿Los queremos motivar? pues no les desilusionemos. Abordemos sus proyectos, ideas con cariño, pongámonos en su situación y hagamos lo posible por ser cómplices de su ilusión o ingeniárnosla para crearla.

5- LOS REPROCHES SON LA TUMBA DEL AMOR (una frase de Patricia Ramírez)

Esto nos sirve para todas las personas con las que nos relacionamos y, por supuesto, para nuestros hijos adolescentes. ¿Quién quiere hablar con alguien que reprocha algo del pasado? Los reproches es el síntoma del rencor. Incompatibles con el amor y con una buena conversación.

6- MÁS INFORMACIÓN, MENOS OPINIÓN. MUCHA HUMILDAD

Conversar con nuestros hijos es un asunto serio que exige ponerse al día, estar informado. Que tengamos más años no significa que seamos más sabios, significa que somos más viejos. Para estar a la altura de lo que nuestros hijos esperan de nosotros, necesitamos trabajar. Vamos a hablar de orientación profesional, necesitamos datos. Vamos a hablar de política, necesitamos leer programas. Y cuando no sepamos, nuestros hijos agradecerán un “No sé” y así ellos también aprenderán a decirlo.

7- LIDERAR PARA LA CONFIANZA

Nuestro papel de madres y padres lleva implícita una función de liderazgo, de guía que no debemos olvidar. Quizás podamos conseguir un liderazgo sano a través de los seis puntos anteriores y otros más. Ese liderazgo sano nos va a conducir a tener una relación de confianza, en la que nosotros y nuestros hijos nos vamos a sentir cómodos ahorrándonos malos momentos. Ese liderazgo sano incluye de forma muy especial el reconocimiento rápido y explícito de nuestros errores. Tal como escribe Adela Cortina “cualquier entidad que reconoce haber cometido errores, muestra su disposición a subsanarlos y lo hace abiertamente, genera confianza”

Quizás podamos empezar conversando sobre las conversaciones y este artículo pueda servirnos de excusa. Sí así ocurre, habrá sido un honor 😉

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Leo Farache

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