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Anabel Valera Ibañez: “La mayor empresa de nuestra vida es educar a nuestros hijos, y es para la que menos nos formamos”

Esta maestra, formadora y madre nos contará, el próximo 11 de marzo en el Teatro Cuyás de Las Palmas de Gran Canaria, por qué es tan importante nuestra rodilla para nuestros hijos y qué significa esa rodilla para el vínculo, el apego y el desarrollo emocional

Anabel Valera Ibañez tiene claro que decir ‘te quiero’ a nuestros hijos, pedirles perdón, sentarles en nuestras rodillas, acariciarles o, en definitiva, fomentar el contacto físico con ellos, no nos hace más débiles ante sus ojos. Todo lo contrario. Nuestros hijos aprenden lo que ven y esta forma de educar respetuosa y emocional es un enorme ejemplo para su educación y su desarrollo. ¿Cómo podemos hacerlo? Es justamente lo que nos cuenta a lo largo de esta entrevista y, también, en la ponencia que ofrecerá en el evento que celebraremos próximamente en Canarias.

 

1.¿Tan importante es el contacto físico con nuestros hijos, tengan la edad que tengan?

Son múltiples los estudios que demuestran que el bebé humano, en comparación con otras crías de especies, es más vulnerable y dependiente de la figura del cuidador. Así pues, el contacto físico con nuestros hijos es fundamental desde el mismo momento del nacimiento, en el que se recomienda establecer lo antes posible “el piel con piel”, con la madre o principal cuidador, para que se empiece a crear un vínculo entre ellos. Este contacto físico determina tanto el desarrollo físico como el emocional del niño, lo que se denomina el establecimiento del “apego”. Y es este vínculo el que lleva a la necesidad de contacto físico y éste es condición para que crear un apego seguro.

Pero el contacto físico no es solo importante durante los primeros años de vida. El contacto físico es una necesidad humana. Somos seres sociales, gregarios, nacemos, crecemos y nos desarrollamos en sociedad, y el contacto físico con el otro es condición indispensable para que este desarrollo se lleve a cabo de forma satisfactoria y sea fuente de salud. Y es que el contacto físico desencadena una serie de mecanismos fisiológicos necesarios para nuestro bienestar: un abrazo reduce los niveles de cortisol, al igual que una caricia o un beso elevan los niveles de oxitocina y serotonina.

Así pues, los hijos, independientemente de la edad que tengan, necesitan experimentar contacto con sus padres. Llegada la adolescencia suelen experimentar un rechazo natural a dicho contacto, por lo que nos deberemos adaptar a la personalidad de cada hijo o hija y a sus necesidades. En ocasiones, serán ellos los que lo pidan y en otras nos pedirán distancia física pero preservando siempre el acercamiento emocional y la predisposición: “estoy aquí si me necesitas”.

 “Los padres no nos formamos específicamente para serlo: nuestros hijos no vienen con un libro de instrucciones y tratamos de educarles de la mejor manera, evitando lo que nos dolió en nuestra infancia”, Anabel Valera Ibañez

2.¿Qué pasa si no somos capaces como padres (por cómo hemos sido educados) de establecer esos vínculos físicos con nuestros hijos?

Existen padres que, ya sea por personalidad o por haber crecido en un ambiente poco afectuoso, les cuesta expresar su amor con el contacto físico. En ocasiones, pueden llegar a sustituir estas muestras de cariño por exigencias o críticas (por aquello que nos enseñaron que “quién bien te quiere, te hará llorar”) que impactan negativamente en la autoestima de los hijos.

Y es que los padres no nos formamos específicamente para serlo: nuestros hijos no vienen con libro de instrucciones y cuando nacen tratamos de educarles de la mejor manera posible, tratando de evitar aquello que nos dolió en nuestra infancia y de reproducir patrones que nos hirieron. Aun así, en ocasiones, ciertas prácticas de nuestro estilo educativo pueden ser totalmente inconscientes.

Las consecuencias en los hijos de padres poco afectuosos suelen ser la inseguridad para establecer relaciones, pobre autoconcepto y la consecuente baja autoestima, dependencia emocional, establecimiento de relaciones tóxicas, agresividad…

La teoría del apego es la que nos explica el porqué de estas consecuencias. El hecho de no construir un tipo de apego seguro con nuestros hijos a causa de una carencia afectiva, puede ser la causa que puedan desarrollar un tipo de apego dañino: el apego ansioso (búsqueda reconocimiento y aprobación), apego evitativo-independiente (tendencia al aislamiento) o el apego desorganizado (supresión de las emociones y huida de la intimidad emocional).

 

3.¿Estamos a tiempo de rectificar e iniciar esa conexión y dar esa seguridad si no lo hemos hecho hasta ahora?

Que seamos el eslabón entre nuestros padres y nuestros hijos, no tiene por qué ser determinante en nuestro estilo educativo. Podemos resetear nuestro cerebro, hacer acto de consciencia de cómo actuamos con nuestros hijos, buscar las causas, trabajar en nuestras heridas de infancia y repararlas. En ocasiones, este trabajo de introspección, revisión y reparación puede requerir de la ayuda de un profesional para poder llegar al fondo de la cuestión. Creo que es importante no cerrarnos a ningún tipo de ayuda. Al fin y al cabo, la empresa de mayor envergadura en la que nos embarcamos en esta vida es la de educar a nuestros hijos, y es para la que menos nos formamos.

 

4.¿Qué cosas podemos hacer como padres para transmitirles esa calidez que les permita pedir perdón, comunicarse con nosotros…? 

En primer lugar, tiempo. Quizá no nos es posible dedicarles tiempo en cantidad, pero siempre debe ser de calidad. Cuando estamos con nuestros hijos hemos de estar al 100%, sin dispositivos ni distractores que secuestren nuestra atención. Al final, el tiempo es el elemento que mayor valor tiene en una sociedad en la todo es volátil y se cotiza al alza. Así que, hay que tratar de reservar en nuestras agendas tiempo de calidad para hacer planes con los hijos que después creen en su memoria recuerdos imborrables.

En ocasiones, esas agendas repletas de obligaciones no nos dejarán mucho margen, así que es importante aprovechar cada oportunidad que compartimos con ellos para trabajar el vínculo y mostrarles que ellos son importantes para nosotros: las horas de comida, los viajes en coche o en transporte público o el momento de ayudarles con los deberes del colegio.

Otro aspecto fundamental a tener en cuenta para transmitir calidez es aprender a expresar nuestro cariño, sin tapujos, tabúes ni miedos. Nuestros hijos necesitan sentir afecto, aceptación y seguridad. Y para que esto se dé, es fundamental que nuestra comunicación sea positiva, basada en la conexión y el respeto, en el diálogo, sacando siempre de la ecuación el chantaje y la amenaza, evitando siempre el miedo.

No temas decirle te quiero, sentarles en tus rodillas, acariciarles, pedirles perdón… porque esto, lejos de lo que se piensa, no te hace débil ni flojo ante sus ojos, sino que tus acciones hablan más fuerte que tus palabras y les das un ejemplo valiosísimo para aprender a relacionarse saludablemente con los demás.

“Decirle te quiero a tu hijo, sentarle en tus rodillas, acariciarle, pedirle perdón… no te hace débil ni flojo ante sus ojos, sino que tus acciones hablan más fuerte que tus palabras”, Anabel Valera Ibañez

5.¿Y si nos encontramos ante un adolescente que rechaza ese contacto físico o esa comunicación?

Es una situación muy habitual la del adolescente que muestra rechazo ante el contacto físico o la comunicación. La adolescencia es una etapa vital fundamental, en la que se vive un proceso de individualización que prepara a la persona para una vida lejos del amparo de sus progenitores. Es por ello, que durante la adolescencia se experimenta un proceso que podría entenderse como “desapego”. Lejos de esto, el adolescente necesita espacio para equivocarse pero que a la vez estemos lo suficientemente cerca para ayudarles a levantarse de sus caídas y aprender de ellas.

Este contacto físico se torna más selectiva, se da cuando ellos lo demandan y, en muchas ocasiones, de una manera más discreta que cuando eran más pequeños en que pedían brazos, besos o caricias.

 

6.¿Qué errores solemos cometer los padres cuando tratamos de establecer esos vínculos con nuestros hijos? ¿Qué podemos aprender de ellos?

Un error muy común es caer en la sobreprotección. “Padres y madres helicópteros” que planean sobre sus hijos por miedo a generarles traumas. El error forma parte de la forma natural de aprender como seres humanos, por lo tanto, como padres, nos vamos a equivocar, y es una realidad que es importante asumir. Pero al igual que es importante ser conscientes de que nuestra tarea educativa no va a estar exenta de error, también es cierto que junto al error debe ir siempre ligada la reparación y el perdón, del que ya hemos hablado anteriormente.

En la etapa de la adolescencia, también solemos cometer un error muy habitual, y es vivir, como padres, el proceso de individualización de nuestros hijos adolescentes como un rechazo a nuestra persona y un desprecio a todo lo que hemos hecho por ellos. Es importante entender que en esta etapa siguen necesitándonos, pero de diferente manera.

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Hoy seremos nosotros quienes te demos las gracias por confiar en nuestro trabajo. Mañana serán tus hijos quienes te agradezcan haberte formado en tu labor educativa y haber pensado en ell@s.

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Lara Fernández

Lara Fernández

Periodista especializada en Educación y maestra de Educación infantil
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Mª Jesús Álava, Helena López Casares, Borja Vilaseca, Antonio Ortuño, Félix Muñoz, Heike Freire, Gregorio Luri

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