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Nuestras buenas intenciones necesitan buenas ideas

Una madre de dos mellizas de 12 años me pregunta a través de las redes sociales: “¿Qué puedo hacer cuando se educa y se enseña el respeto y desde el respeto, pero los adolescentes no lo tienen contigo ni con las personas con las que conviven?”.

Le respondí: “Te propongo cambiar de estrategia porque la que estás utilizando no está funcionando. No hemos conseguido lo que buscamos. Tienes una buena intención, pero una incorrecta ejecución. Con humildad e intentando revertir la situación. No es fácil, pero es posible”.

La mayoría de las madres y padres tenemos buenas intenciones. La mayoría queremos educar a nuestros hijos en valores como el respeto, la honradez, la gratitud, el perdón, la humildad. Nos gustaría que nuestros hijos fueran emocionalmente inteligentes. Que fueran personas que se esfuercen. Pero nuestras buenas intenciones no bastan, necesitamos buenas ideas, una correcta ejecución.

Tal como le ocurre a la madre que nos escribió en las redes sociales, muchas veces creemos que nuestras buenas intenciones son suficientes. Si esas buenas intenciones no fructifican podemos llegar a pensar que el problema es de nuestros hijos, incluso llegamos a etiquetarles (es irrespetuoso, no valora el dinero, es un perezoso). El problema es suyo, no es mío, “yo ya hecho todo lo posible”, nos decimos a nosotros mismos, les decimos a nuestros conocidos. Pero el diagnóstico correcto más habitual es que no hemos sido capaces de concretar de forma correcta nuestras buenas intenciones en buenas ideas educativas.

Si aceptas la mayor (que quien normalmente lo hacemos mal somos los padres y no los hijos), te propongo que hagamos un análisis de la situación, adoptemos una nueva mirada y modifiquemos la acción:

Análisis de la situación actual: tus hijos no actúan como tú crees que los estás educando. No tienes un problema, tienes un reto. Un reto es un desafío para ti, algo que quieres conseguir. Necesita de tu inteligencia, de tu tiempo, cariño. En este análisis inicial detecta algunos puntos que quieres cambiar, cosas que son manifiestamente mejorables. Es preferible apuntar esos puntos, tener un cuaderno de estrategia educativa donde vas a poder observar tu punto de partida y ver cómo evoluciona la situación.

Una nueva mirada educativa: Recuerda, tus hijos y su forma de actuar no son un problema (algo malo, dificultoso), se trata de un maravilloso reto para ti (una prueba a superar que exige toda tu concentración. Es, por tanto, ilusionante).  Este cambio de concepto exige un cambio en tu mirada educativa. Estás ante el reto más importante de tu vida (¿o hay algo más importante?) y tu mirada estará llena de cariño, humor, serenidad. No hay lugar para los gritos, el desánimo. Tu hijo no tiene por qué saber que ya no es un problema, que es un reto… pero sí tiene que sentirlo. Esa mirada diferente de tu rol, de tu relación te va a producir bienestar, mucho más control, sensación de liderazgo… ese que habías perdido. Una mirada llena de humildad. Los padres no somos superiores a nuestros hijos, ellos nos aprenden (a través del ejemplo que les damos) y nosotros tenemos la oportunidad de aprender de ellos. Nos equivocamos y ellos sufren nuestras equivocaciones. Una mirada exigente: no vamos a rendirnos. Pero también complaciente: nos equivocamos pero estamos tratando de hacerlo, de verdad, lo mejor posible.

Cambio en la acción: Tus buenas intenciones necesitan de un buen espíritu. Hasta aquí hemos llegado. Ahora tus buenas intenciones y espíritu necesitad de buenas ideas, de buenas acciones que sean consecuentes, coherentes. Tu reto necesita de cambios en la acción. Apuntaste lo que quieres cambiar y es el momento de describir cómo lo vas a hacer. Sé critico(a) contigo mismo(a) y sé inteligente. Procura no auto engañarte. Es probable que nadie tenga el valor de sacarte de tu error. Cambia radicalmente lo que estabas haciendo por qué no te funcionaba. Tu forma de proceder te quita horas de sueño, te lleva al desánimo, a tener una relación mala en la familia…, es el momento de cambiar. Cada caso necesitará de un plan de acción diferente.

Te invito a que pienses en ti, en tus padres. Ellos también se equivocaron. Es probable que tú también les dieras problemas. La diferencia, nuestra ventaja, es que hoy sabemos mucho más para poder educar mejor a nuestros hijos. Hoy tenemos la obligación de añadir a nuestras buenas intenciones, buenas ideas educativas.

Para terminar, permíteme que te invite a conocer mi propia historia que conté en esta editorial de uno de los programas del Homenaje a la educación:

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Hoy seremos nosotros quienes te demos las gracias por confiar en nuestro trabajo. Mañana serán tus hijos quienes te agradezcan haberte formado en tu labor educativa y haber pensado en ell@s.

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Leo Farache

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Director de Educar es Todo.
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