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Cinco situaciones en las que no fomentamos un apego seguro con nuestro hijo

Como padres y madres debemos ser responsivos ante las necesidades de nuestros hijos

Todo padre y madre ha escuchado alguna vez lo importante que es proporcionar a nuestros hijos un apego seguro. El tipo de apego que tenga nuestro hijo con nosotros va a condicionar su desarrollo, su habilidad para autogestionar diferentes situaciones y su capacidad para relacionarse con otras personas.

El psicólogo y profesor universitario Rafa Guerrero, en su libro ‘Educación emocional y apego’ define el apego como “un vínculo afectivo asimétrico que no se rige por una relación de igualdad, sino de dependencia emocional del bebé respecto de algún adulto”. Se pueden clasificar los apegos en dos grandes bloques: apego seguro y apego inseguro.

¿En qué consiste el apego seguro? El apego seguro busca dar respuesta y cubrir la necesidad que presentan nuestros hijos, sobre todo necesidades emocionales. “Cada vez que el niño tiene una necesidad de tipo emocional, sus padres o cuidadores actúan de manera responsiva y le dan al niño lo que necesita para recobrar el equilibrio emocional (homeostasis)”, cuenta Guerrero.

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Dentro del apego inseguro encontramos tres tipos diferentes:

  • Apego inseguro evitativo: Los padres suelen evitar las emociones de sus hijos y no le dan importancia a su mundo emocional. “[Los padresTienden a intelectualizar o racionalizar todo, incluso las emociones. La manera que tiene de relacionarse con las emociones de su hijo es alejándose de ellas (evitándolas)”, señala Guerrero.
  • Apego inseguro ansioso-ambivalente: Este apego tiene como característica que los padres sobreprotegen a los niños, les transmiten sus propios miedos. Asimismo, ante las necesidades de los niños, los padres son muy inconsistentes e imprevisibles. Rafa Guerrero explica que los padres y madres que transmiten este apego “a veces responden de manera correcta a lo que el niño necesita, pero en otras se ven superados por el miedo y en otras ni siquiera hacen caso al niño. En ocasiones, los padres satisfacen la necesidad del niño a la primera, pero otras veces hasta la quinta no lo hacen; en ocasiones, determinada necesidad no será atendida nunca. Todo esto hace que el niño no sepa qué le espera ni cómo responderán sus padres ante sus dificultades emocionales”.
  • Apego inseguro desorganizado: El adulto en vez de ser un referente protector para el niño, pasa a ser una figura que causa miedo. “El mensaje que tiene el niño es «me das miedo, pero te necesito». En el apego desorganizado el padre o la madre (o ambos) actúan de manera negligente y eso provoca miedo en el menor, pero, a pesar de esto, el niño sigue necesitando a sus figuras de apego para poder sobrevivir, ya que es tremendamente dependiente”, añade Guerrero.

El único apego bueno es el apego seguro. Cuando reciben un apego inseguro nuestros hijos tienen una mayor probabilidad de caer en diferentes adicciones (drogas, juego patológico, sexo compulsivo…), ya que usan estas conductas como una forma de regular sus emociones.

Situaciones que debemos cambiar para fomentar un apego seguro

Si cambiamos estas situaciones y cubrimos bien las necesidades de nuestros hijos, les estaremos proporcionando un apego seguro:

“Deja de llorar”

Estamos rodeados de una sociedad que fomenta la alegría constante y como padres y madres a veces lo que queremos es que nuestros hijos estén alegres constantemente. Por eso, cuando nos encontramos con una situación en la que nuestro hijo tiene como reacción llorar solemos decir frases como “no llores” o “deja de llorar”. De esta forma, estamos negando sus emociones y estamos enseñándoles que sus progenitores no quieren ver a su hijo triste. Lo que deberíamos hacer es legitimar su emoción, acompañarles y buscar la causa que les ha causado la emoción.

“Tu deber es estudiar y dejar de lado los nervios”

Cuando nuestros hijos nos comentan que están nerviosos por un examen y nuestra reacción es obviar esos nervios, no estamos fomentando un apego seguro. “Déjate de tonterías y ponte a estudiar”, es una de las frases que solemos decir. Nuestro hijo nos está pidiendo alguna herramienta para poder regular sus emociones y su ansiedad, y con oraciones como la anterior negamos sus emociones y fomentamos un apego evitativo. Lo correcto sería aceptar su emoción, acompañarles, dejarles expresarse y buscar alguna opción para poder ayudarles a rebajar sus nervios.

“Claro que puedes hacer más, hazlo”

Esta es la situación. Nuestro hijo lleva semanas esforzándose en sacar un trabajo para clase, y lo tiene que compaginar con una extraescolar cada día. Nos lleva avisando de que se encuentra muy cansado y que por la noche cuando se va a dormir acaba agotado. Nosotros como padres y madres no hacemos caso a sus avisos y es más, le obligamos a que siga dando todo de sí mismo. Aquí estamos pensando más en nuestras necesidades y deseos, justificando el sufrimiento y cansancio de nuestro hijo solo para que llegue a ser el más exitoso, sin pensar en ningún momento en sus necesidades físicas y emocionales.

A tu habitación castigado

Nuestro hijo nos ha dicho algo que no nos ha gustado o ha hecho algo que nos genera una emoción del disgusto. Como no tenemos otras herramientas, decidimos mandarle a su habitación. Con este gesto negamos las emociones de nuestro hijo, les obligamos a reprimirlas sin que puedan dialogar con nosotros y sin que les podamos acompañar en esas emociones. Cuando mandamos a nuestro hijo a su habitación castigado, les estamos nuestro cariño y les estamos enseñando indirectamente que cuando hacen algo algo que no nos gusta, les retiramos nuestro amor.

No acudir a ellos cuando se caen del columpio/bicicleta

Dos situaciones muy cotidianas: nuestro hijo se cae de la bicicleta y se hace daño en la pierna o nuestro hijo se cae del columpio y se daña con la tierra del suelo. Y ocurre esto: un padre o una madre decide no acudir en la ayuda de su hijo porque cree que “así se va acostumbrando a los palos de la vida”. Actuando así dejamos a nuestro hijo solo sin que nadie atienda ni su dolor físico ni su dolor emocional. Cuando son pequeños los niños no saben autorregularse, necesitan de sus figuras de apego para saber que sus emociones se van a calmar y que todo va a ir bien. Por eso, si nuestro hijo se hace daño, debemos acudir en su ayuda.

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