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Cómo elogiar, un aprendizaje del trabajo que te puedes llevar a casa

Los elogios en el trabajo suelen ser concretos, motivadores y basados en un logro obtenido. Si queremos que nuestros halagos ayuden a crecer a nuestros hijos y no les supongan una presión o les suene a mentira, deberíamos hacer lo mismo cuando educamos: podríamos decir que un elogio concreto y realista es un trampolín, un elogio exagerado y general es una trampa.

Los elogios en el trabajo suelen ser concretos, motivadores y basados en un logro obtenido. Si queremos que nuestros halagos ayuden a crecer a nuestros hijos y no les supongan una presión o les suene a mentira, deberíamos hacer lo mismo cuando educamos: podríamos decir que  un elogio concreto y realista es un trampolín, un elogio exagerado y general es una trampa.

Si eres directivo o jefe de un equipo en el trabajo, con toda seguridad (o al menos eso esperamos por el bien de tu clima en el trabajo) habrás felicitado a los trabajadores o colegas. Y con mucha seguridad, no habrás dicho algo parecido a “qué buen trabajador eres”, “eres genial en todo”, “qué buen compañero eres”, sino que ha sido un elogio por algo concreto que tu empleado o colega ha realizado, como: “qué bien has preparado esta reunión”, “me ha encantado el texto que has escrito”, “este informe está muy bien hecho”, “qué buen equipo hemos hecho”… Es decir, has elogiado el esfuerzo, el trabajo bien hecho, de una forma más concreta. No has elogiado de forma exagerada y poco concreta a la persona.

Si eres un empleado y tu jefe te dirige halagos, ¿qué te haría sentir mejor: que te digan “qué buen trabajador eres” o que te digan “enhorabuena por el informe, te has esforzado mucho y ha salido redondo”? Seguramente, el primer halago lo verás exagerado, no lo tendrás muy en cuenta por esto o sentirás presión para seguir siendo el buen trabajador que dicen que eres, sin tener muy claro a qué se refiere tu jefe. Sin embargo, si te dirigen el segundo halago, sentirás tu esfuerzo y tu trabajo reconocido, te sentirás más tenido en cuenta porque han examinado tu trabajo de forma concreta y, en definitiva, te sentirás más motivado. 

Pues bien, algo así te puede pasar en casa con tus hijos. Un artículo de The New York Times reflexiona sobre la posibilidad de que estemos elogiando demasiado a nuestros hijos. Y analiza: “La idea de que puedes elogiar demasiado a un niño es una herejía para padres y profesores que han creído durante mucho tiempo que construir la autoestima debería ser la piedra angular de la educación. Si los niños creen en ellos mismos, siguiendo con esta idea, los logros llegarán de un modo natural”. Según el citado artículo: “el problema con esta mentalidad es que puede quitarnos el sentimiento de satisfacción que produce auténticos logros. “La autoestima se basa en los logros reales”, según señala Robert Brooks, psicólogo de la Escuela Médica de Harvard: “Se trata de dejar a los niños brillar de un modo realista”. Como señala el artículo, “el inconveniente de elogiar demasiado es que los niños pueden centrar su atención en el premio o el reconocimiento en lugar de en lo que están aprendiendo. Peor aún, el fracaso puede devastar y confundir a los niños cuya confianza se basa en un ego desorbitado, en lugar de basado en sus capacidades reales”.

Entonces, ¿no deberíamos elogiar a nuestros hijos? Según el artículo, se trata de ser específico en lugar de general cuando alabamos a nuestros hijos. Por ejemplo, en lugar de decir: “¡Qué lista eres!”, el elogio más concreto sería “has leído muy bien”, “te has esforzado mucho en este ejercicio de matemáticas” o incluso “Qué bien que hemos cocinado juntas”. “Los niños que reciben elogios generales tienen más probabilidades de exhibir un comportamiento de desamparo cuando encuentran problemas en el aprendizaje o en su vida”, nos dice el artículo. ¿Por qué? “La niña que sabe que es lista se siente derrotada cuando tiene problemas leyendo una frase. Pero la niña a la que le han dicho que es buena lectora tiene más probabilidades de tener confianza en esa habilidad en concreto y a trabajar más duro si encuentra un problema”. Es decir, como el trabajador al que se le dice que se ha esforzado mucho y ha realizado un buen informe, ese elogio concreto y realista se convertirá en un trampolín. Y el elogio desorbitado y general, en realidad, en una trampa. 


Imagen: Eric Patoudes /Unsplash

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