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Cómo evitar que nuestro hijo coma chucherías sin prohibírselo

No nos gusta estar todo el día con el 'no' en la boca, pero lo cierto es que la comida malsana está por todos lados. ¿Cómo hacemos para evitar que la coman?

“No se trata de prohibir los alimentos malsanos a nuestros hijos, puesto que prohibir es despertar el interés, se trata de que no estén en casa, así nadie tendrá que prohibirlos”. Esta es una de las citas más famosas de Julio Basulto, uno de los más prestigiosos nutricionistas de nuestro país. Y tiene todo el sentido, si las chucherías, los bollos o los refrescos no están en la despensa de casa, nadie tendrá que prohibirlos.

El problema es que este tipo de productos están por todas partes: en el parque, en casa de los abuelos, en los cumpleaños, en las tiendas y supermercados a los que vamos a hacer la compra semanal, en la publicidad… Y, por mucho que nosotros no los tengamos en casa, va a ser muy difícil que nuestros hijos no entren en contacto con ellos.

¿Qué podemos hacer para evitar estar todo el día con el ‘no’ en la boca?

Lo primero que debemos tener claro es que es responsabilidad nuestra, del adulto, escoger los alimentos que ingieren nuestros hijos. No podemos dejar esta elección a un niño tan pequeño. Y como nos dijo el chef Juan Llorca en una maravillosa ponencia en uno de nuestros eventos: “tener claro que el niño tiene otra responsabilidad que no tenemos nosotros: decidir la cantidad de alimentos que ingiere, algo que a veces se nos olvida, cuando les obligamos a acabarse el plato entero. Y yo me pregunto: ¿alguien, salvo tú, sabe cuánta hambre tienes? No, pues lo mismo ocurre con nuestros hijos, solo ellos saben el hambre que tienen”.

Por tanto, nosotros somos los responsables de la calidad de lo que comen nuestros hijos, y ellos de la cantidad.

Una vez tengamos claro esto, ¿qué podemos hacer para evitar estar todo el día prohibiendo a nuestros hijos comer los productos que sabemos que no deben comer? Repasamos algunas claves.

No mal eduquemos su paladar

“Ningún niño nace odiando el brócoli y amando la pizza. En absoluto. Los niños se acostumbran a comer lo que nosotros, los adultos, les damos. Si en casa se come verdura, nuestro hijo acabará acostumbrando a su paladar al sabor de la verdura. En cambio, si a nuestro hijo le damos productos azucarados, se acostumbrará al sabor de estos productos”, nos decía Lucía Galán (Lucía, mi pediatra) en un IGLIVE.

Sobre esto también reflexionaba la divulgadora Catherine L’Ecuyer en uno de nuestros eventos: “Un estudio realizado en 2011, consistió en dar bebidas gaseosas azucaradas a un grupo de personas durante un mes. Una vez finalizado dicho estudio se dieron cuenta de que esas personas tenían más dificultad para percibir sabores, porque habían sido expuestas a una altísima dosis de azúcar. Lo cual explica porqué cuando llevamos el bollo azucarado o las chuches de merienda a los niños, o cuando añadimos en las papillas azúcar o sal para ayudar a que coman mejor, a los niños luego les cuesta tanto comerse una manzana, unas espinacas o unos garbanzos. El gusto está sobre estimulado, baja la sensibilidad, sube el umbral de sentir y ese niño necesita cada vez más estímulos artificiales para poder percibir las cualidades de los alimentos”. Por tanto, cuanto más tarde entren en contacto nuestros hijos con estos productos y con el azúcar, menos “necesidad” tendrán de comerlos.

El ejemplo, la base de una buena alimentación

Muchas veces no somos conscientes de que educa más lo que hacemos que lo que decimos. En este sentido, sí queremos que nuestros hijos coman verdura, legumbres… debemos ser nosotros los primeros que comamos estos alimentos. Sí, en cambio, les pedimos que coman brócoli, pero nos ven comiendo a nosotros chorizo, nunca vamos a conseguir que coman brócoli.

Darles a elegir entre diferentes opciones saludables

¿Cuántas cosas pueden decidir nuestros hijos en su día a día? Casi ninguna. Decidimos por ellos casi todo. Esto genera una enorme frustración en ellos, que sienten que nadie tiene en cuenta sus opiniones o deseos. Para que esto no ocurra, debemos ir dejando que nuestros hijos tomen pequeñas decisiones. No se trata de que elijan si meriendan un plátano o un bollo, porque está claro que no podemos permitir que nuestros hijos merienden bollos cada día, pero si podemos preguntarles si prefieren plátano, pera, yogur.. De esta forma, sentirán que forman parte de la toma de decisiones, y las asumirán de mejor agrado.

Enséñales que las golosinas no son comida

Nuestros hijos tienen que aprenden que una cosa es la comida (que la necesitamos para nutrirnos y crecer sanos) y otra las golosinas. La comida es de consumo diario, y las chuches, no. De la misma forma que cada día vamos al cole, pero no todos los días vamos al parque de atracciones.

Pon normas y límites, y sé firme

La fundadora de Relájate y Educa Amaya de Miguel cuenta en su libro del mismo nombre que muchas madres y padres se quejan de que cada día, cuando vuelven del cole y van camino a casa, pasan por una tienda de chucherías y sus hijos les piden que les compren. Ante su negativa, montan una rabieta. El consejo que da Amaya en este caso es que recurramos a las normas y los límites. “Si en nuestra casa hay una norma y es que solo se compran chuches los viernes, cada vez que pasemos por una tienda en la que las vendan, simplemente digamos: hoy no es viernes, y sigamos andando. Pero es muy importante que nos mantengamos firmes y cumplamos la norma, y no porque un día se pongan muy pesados y no nos venga bien una rabieta, nos saltemos la norma”. Además, nos da otro consejo: “¿y si cambiamos el camino por el que llegamos a casa y así evitamos pasar cada día por la puerta de la tienda de chuches?”.

Advierte a familiares y amigos de las reglas de tu familia

Muchas veces, todos los productos malsanos que no hay en casa, nuestros hijos los comen cuando van a casa de los abuelos o cuando van al parque y otras madres o padres se los ofrecen. Es importante que, si para nosotros es importante, lo hablemos previamente con ellos para que eviten ofrecer estos productos a nuestros hijos.

No premiar con la comida

“Si te portas bien, hoy cenamos pizza” o, “si te acabas todo, tendrás helado de postre”.

Cuando convertimos en premio la comida insana, la estamos transformando en algo positivo, una meta a disfrutar, y se ensalza, a sus ojos, como un alimento aún más deseable.

Además, ¿no es incongruente premiar a nuestros hijos con alimentos que no son buenos para su salud?

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Hoy seremos nosotros quienes te demos las gracias por confiar en nuestro trabajo. Mañana serán tus hijos quienes te agradezcan haberte formado en tu labor educativa y haber pensado en ell@s.

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María Dotor

María Dotor

Periodista especializada en educación y crianza
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