Un sábado cualquiera del año 1996, una niña en plena revolución adolescente, llega a su casa después de pasar una “supuesta agradable velada” con sus amigos de clase. La casa está a oscuras, todos duermen. Y de pronto, el silencio absoluto se ve interrumpido por un llanto incontrolado. El llanto proviene de la misma niña, que, sin pensarlo dos veces, ha entrado en la habitación de sus padres buscando consuelo. La madre de la niña se levanta y se dirigen a su habitación. Minutos interminables de frustración, desolación, confusión, rabia y desconcierto, que son paliados como por arte de magia, con miradas de complicidad, abrazos infinitos y caricias que hacen olvidar a la niña lo que le ha sucedido instantes antes. Entiendo que exista cierta curiosidad del lector por conocer la historia real, pero créeme que no es lo relevante. Dejémoslo en que se trataba de una experiencia cualquiera y sin importancia, por la que tú mismo habrás pasado como adolescente.
A la par que las miradas de complicidad, los abrazos infinitos y las caricias sin juicio, la niña siente un inmenso respeto hacia su persona y su mundo emocional. Cuando consigue estar más tranquila, su madre deja la habitación, y la niña, aunque dolida por la montaña rusa de emociones, logra conciliar el sueño. A la mañana siguiente, la madre conversa con su hija sobre lo sucedido la noche anterior, y con más calma y nitidez, le ayuda a desmenuzar los detalles, evaluar los posibles errores cometidos y pensar en soluciones a futuro. En ningún momento hay humillación, reproche, vergüenza, culpa o dolor. ¿Qué crees que impulsó a esta niña a despertar a su madre de madrugada sin pensárselo un segundo? Fue la CONFIANZA.
¿Qué es la confianza?
En mi opinión, cuando hablas de educación y pretendes servir de apoyo a padres/madres y educadores, o simplemente tienes la gran suerte de educar a tus hijos/alumnos, es fundamental que “te metas en la piel de los niños”. Antes de contarte cómo puedes educar a tu hijo adolescente desde la confianza, déjame que te hable sobre su significado. La confianza es el motor que impulsa y facilita las relaciones. Es la que promueve y ayuda a tejer la red emocional necesaria para el buen desarrollo evolutivo. En este caso, hablaremos de la confianza como herramienta clave para educar a nuestros hijos y acompañarlos hacia la etapa adulta.
La confianza como juicio
La confianza es un juicio personal que tú como padre o educador emites ante ti mismo, el niño, y la situación. Se basa en tres pilares:
La sinceridad
Constantemente juzgas como cierto o no lo que tu hijo dice. Solemos basar este juicio en experiencias pasadas con él, pero en ocasiones, aceptamos como ciertos algunos hechos que no están del todo contrastados, y esto trae consecuencias. Y, ¿qué pasa cuando mi hijo me miente? Para reflexionar sobre esta pregunta, quizás te ayude pensar en los motivos que te llevan a ti a mentir a alguien. Por muy honesto que seas, imagino que a lo largo de tu vida habrás mentido alguna que otra vez. Seguramente, detrás de tu mentira haya habido alguna de estas emociones: miedo a la reacción de la otra persona; culpa por no estar a la altura de las expectativas; vergüenza por no sentirte respaldado; frustrado porque la otra persona ni siquiera accede a negociar contigo, y un largo etcétera de emociones poco adaptativas.
Si quieres que te tu hijo sea sincero contigo, te invito a que revises los juicios que haces sobre él y sus conductas. Tu hijo no es mentiroso por naturaleza. En algunas ocasiones, pueden estar mintiendo, y lo más productivo, sería indagar en el motivo, en lugar de generalizar, y sermonearlo con frases como “así no hay quién confíe en ti”, “me has decepcionado hijo, a ver qué haces para que vuelva a confiar”. Para ello, puede ayudar que te preguntes a ti mismo: ¿qué puedo estar haciendo para que no me diga la verdad, o me cuente cosas importantes? ¿qué necesidades no cubiertas tiene mi hijo y para satisfacerlas decide mentirme? Créeme, si educas a tu hijo desde la confianza, él confiará en ti. Acuérdate siempre de darle ejemplo.
La competencia
¿Confiarías tu defensa en un juicio a alguien que no sea abogado? La competencia tiene que ver con las habilidades, los recursos y conocimientos para hacer bien algo concreto. Permíteme que te pregunte: cuando eras niño, ¿sabías hacer todo lo que te pedían? ¿Y cuándo eras adolescente? Es más, y ahora de adulto, cuando ejerces la profesión más apasionante de todas, ¿sabes qué hacer en cada momento en relación a la educación de tu hijo? Yo no, y aun así, trabajo cada día para que mis hijos confíen en mí, igual que los tuyos lo hacen en ti, no lo olvides nunca.
Te animo a confiar en tu hijo, viendo en él las posibilidades infinitas que tiene aún por descubrir. Él te necesita más que nunca para que le ayudes a levantarse cuando fracase, cuando se sienta perdido, cuando no sepa cómo hacer algo, cuando se enfrente a ti porque está buscando su sitio en el mundo, cuando te desafíe, e incluso cuando te haga sentir que no te necesita. En todos estos momentos, tu hijo, aunque no te lo demuestre, confía en ti. Confía en que por muchos errores que esté cometiendo, tendrás paciencia, le harás ver sus fallos sin juzgar para que aprenda de ellos, entenderás sus emociones, aunque él mismo no lo consiga, le darás la responsabilidad que le corresponde para hacerle sentir valioso e importante, reconocerás sus logros, le pondrás los límites que necesite en cada momento, y le acompañarás a alcanzar sus sueños.
La credibilidad
Para entender este pilar, atenderemos al histórico de esa persona en cuanto a promesas cumplidas. En relación a la relación con tu hijo, ¿eres de cumplir tus promesas? ¿Te comprometes con lo que dices y lo llevas a cabo? Recuerda que eres el espejo donde tu hijo se mira desde que te conoció. Si crees que tu hijo no merece tu credibilidad, ¿cuánto crees que hay de esto en ti mismo?
Cómo construir y recuperar la confianza
En Coaching decimos que cuando le das confianza a tu hijo, asumes el riesgo de no recibir lo mismo. Para ello, dar pequeños pasos te puede ayudar en tu relación con él:
- Ajusta tus expectativas hacia él en función de la realidad de tu hijo y de su momento evolutivo.
- Revisa tu nivel de control sobre tu hijo. “Yo necesito controlar a mi hijo, porque si no, no me siento bien”. Esta frase es bastante recurrente en los talleres que hago con familias a través de la Escuela de Padres de D&D Coaching. “El control es una ilusión”, les digo yo. “Es imposible controlarlo todo. Es más, si educas desde el control, estarás demasiado ocupado como para controlar tu propia conducta, y esto repercutirá negativamente en la relación con tu hijo”.
- Acepta los errores como maravillosas oportunidades. Detrás del error de tu hijo, hay una persona insegura por no llegar a la expectativa de sus padres. Hazle ver que, a pesar de sus fallos, le amas por encima de todo. Tu hijo no es un error, comete errores, y está en su derecho de hacerlo para aprender de la vida. Lo único que necesita es que se los muestres con respeto y le ayudes a solucionarlos. En este sentido me gusta decir que somos el faro que pone luz en la oscuridad.
- Te animo a soltar, a fluir, a confiar en ti mismo, a enfrentar el miedo que hay detrás de ese control, y a confiar en ti mismo. Tú eres un ser muy valioso y capacitado para educar a tu hijo, y si en algún momento reflexionas sobre tu propia confianza y te das cuenta de que algo falla, ve por partes, y pregúntate como padre o madre: ¿Estás siendo sincero contigo mismo y con tu hijo cuando te relacionas con él? ¿Consideras que tienes las habilidades, recursos y conocimientos necesarios para educar a tu hijo? ¿Sueles cumplir con tus promesas y compromisos?
En tus manos está cultivar la confianza en ti mismo, y si las respuestas a estas preguntas no han sido todo lo buenas que esperabas, siempre estás a tiempo de reconstruirla, siendo sincero contigo mismo, o revisando qué habilidades necesitas desarrollar. No temas, ningún padre/madre hemos nacido sabiendo cómo desempeñar su rol, tú tampoco ¿verdad? Esto es una carrera de fondo, y como tal, necesita entrenamiento, constancia, superación. ¿Te suena? ¿Cuántas veces se lo repites a tu hijo? Una vez más, seamos el espejo en el que se miren, y aprovechemos la oportunidad de crecimiento personal que nos ofrece educar a nuestros hijos.
Para terminar, te dejo una frase que para mí refleja el significado de educar con confianza:
“Ámame cuando menos lo merezco, porque es cuando más lo necesito”.
Y tú, ¿cuánto te amas y confías en ti mismo? Simplemente fluye, y confía en ti.