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Cómo sustituir castigos por consecuencias sin acabar aplicando un castigo encubierto

No siempre es fácil encontrar una consecuencia lógica a una "mala" conducta de nuestros hijos, lo que nos lleva a aplicar castigos encubiertos

Cada vez son más las madres y padres decididas a abandonar de la educación de sus hijos los castigos, los chantajes y las amenazas. El motivo es que estas estrategias, aunque funcionan en el corto plazo (nuestro hijo deja se realizar la conducta que queremos corregir), está demostrado que a la larga no funcionan: los niños no aprenden a hacer las cosas bien, simplemente dejan de hacerlas “mal” por miedo o porque se sienten intimidados.

La conclusión a la que podríamos llegar es que una madre o padre que castiga, gana una batalla, pero pierde la guerra cuando los niños se ven impulsados a vengarse, evitar que les pillen u obedecer por miedo o por sentir que no valen nada.

La alternativa a los castigos: las consecuencias

Para no recurrir a los castigos, muchas veces se nos ha instado a los padres a sustituirlos por consecuencias.

Existen dos tipos de consecuencias:

  • Las consecuencias naturalesUna consecuencia natural es cualquier cosa que ocurre de forma natural sin la interferencia de un adulto. Por ejemplo, si me olvido la merienda en casa, pasaré hambre. Si es invierno y no cojo el abrigo, pasaré frío
  • Las consecuencias lógicasLas consecuencias lógicas difieren de las naturales en que requieren la intervención de un adulto o de otro niño. Por ejemplo: un niño pinta con un boli el pupitre de casa y el profesor le dice que lo tiene que limpiar.

¿En qué se diferencia de un castigo una consecuencia lógica? En 2 cosas, principalmente:

    1. Las consecuencias están relacionadas con la conducta a corregir. Si en lugar de decirle al niño que debía limpiar el pupitre se le hubiera impedido salir al patio a jugar con sus amigos, estaríamos hablando de un castigo, porque nada tiene que ver con la conducta.
    2. La consecuencia es respetuosa. No debe hacer sentir al niño mal, ni avergonzarle. Si en este caso, el profesor le hubiera pedido al niño que limpiase el pupitre gritándole o humillándole, ya no sería una consecuencia lógica, sino un castigo.

5 ejemplos de consecuencias lógicas

Para entender mejor cómo sustituir un castigo por una consecuencia, vamos a poner 5 ejemplos, y vamos a explicarlos:

1. Mi hijo nunca echa la ropa sucia a lavar 

Muchas madres y padres se quejan de que sus hijos, ropa que se quitan, ropa que echan al suelo. Nunca se les ocurre llevarla al cesto de la ropa sucia.

¿Cuál podría ser un castigo a esta mala conducta? Decirle que el sábado no podrá ir al partido de fútbol. Como vemos, se trata de un castigo porque nada tiene que ver con la conducta a corregir y lo que busca es hacer sentir mal al niño: sabemos que el partido del sábado es su momento favorito de la semana, por tanto, dejándole sin ir, le estamos dando donde más le duele.

¿Cuál podría ser una consecuencia lógica? Ropa que no se echa en el cesto, ropa que no se lava. De esta forma, nuestro hijo, si quiere tener su ropa limpia, debe asegurarse de que acaba en el cesto de la ropa sucia. No es un castigo, porque sí tiene que ver con la conducta a corregir y, además, no busca darle donde más le duele. 

2. Mi hijo me habla mal 

 A veces los niños nos contestan de malos modales, nos gritan, o incluso nos insultan. Obviamente son conductas que no podemos consentir.

¿Cuál podría ser un castigo a esta mala conducta? Decirle que esta tarde no le vamos a comprar chocolatinas cuando vayamos de camino al parque, como solemos hacer cada viernes. De nuevo, se trata de un castigo porque nada tiene que ver con la conducta a corregir y lo que busca es hacer sentir mal al niño: sabemos que le encantan las chocolatinas, y que siempre espera al viernes con muchas ganas.

¿Cuál podría ser una consecuencia lógica? Decirle que, como no sabe hablarnos con respeto, no podremos hablar con él porque su forma de hacerlo nos hace sentir mal. No es un castigo, porque sí tiene que ver con la conducta a corregir y, además, no busca darle donde más le duele. 

3. No respeta el tiempo pactado de uso de la tableta 

Suele ser una de las quejas más comunes: le decimos a nuestros hijos que pueden hacer uso de la tablet media ahora antes de cenar y, cuando les decimos que ese tiempo ha acabado, se enfadan, patalean, lloran y se niegan a dejarla.

¿Cuál podría ser un castigo a esta mala conducta? Decirle que esta noche no podrá ver su serie favorita. De nuevo, se trata de un castigo porque nada tiene que ver con la conducta a corregir y lo que busca es hacer sentir mal al niño: sabemos que los miércoles por la noche echan su serie favorita, la cual disfruta mucho sentado en el sofá con el resto de la familia.

¿Cuál podría ser una consecuencia lógica? Decirle que, como no ha respetado el tiempo de uso de la tableta, mañana deberá apagarla antes, exactamente el tiempo de más que ha estado hoy con ella.

4. Suspende varias asignaturas

En este caso, habría que averiguar a qué se debe el hecho de que haya suspendido algunas materias. No es lo mismo que haya suspendido porque no le ha dedicado tiempo suficiente a estudiar, a que haya suspendido porque no entiende bien la asignatura, a pesar de haberle dedicado mucho esfuerzo. Si el motivo es el segundo, debemos buscar una solución juntos. Hablar con la profesora y tratar de ver cómo podemos ayudar a nuestros hijo para que la próxima vez el esfuerzo se corresponda con el resultado. En caso de estemos en el primer caso: no le ha dedicado tiempo suficiente, podemos hablar de castigos y consecuencias.

¿Cuál podría ser un castigo a esta mala conducta? Desapuntarle de su actividad extraescolar favorita, por ejemplo, el baloncesto. Es un castigo porque nada tiene que ver con la conducta a corregir. ¿Va a aprobar nuestro hijo matemáticas por no ir a baloncesto? Seguramente no, porque el tiempo que ahora le dedica a baloncesto, si no se lo dedica a estudiar, no será un tiempo productivo para lo que necesita conseguir.

¿Cuál podría ser una consecuencia lógica? Decirle que, dado que ha suspendido porque no ha dedicado tiempo suficiente a preparar esas asignaturas, este trimestre tendrá que dedicarle más tiempo a prepararlas. Algo lógico. Si cualquier adulto se da cuenta de que con una hora no le da tiempo a terminar un informe del trabajo, la próxima vez que tenga que hacerlo tendrá que dedicarle algo más de tiempo. 

¿Las consecuencias lógicas son siempre una buena solución?

Jane Nelsen, creadora de la Disciplina Positiva,  asegura en su libro que las consecuencias naturales siempre son beneficiosas, pero las consecuencias lógicas no tanto. El motivo es que no es “fácil usarlas y que muchas veces encubren un castigo”. Además, asegura “tratamos de buscar una consecuencia lógica para cada “mala” conducta de nuestros hijos, pero no siempre la hay. Es entonces cuando debemos debemos buscar otros métodos, por ejemplo, las reuniones familiares o centrarnos en las soluciones”.

La alternativa a las consecuencias son las soluciones

Centrarnos en las soluciones, tal y como dice Jane Nelsen, requiere que nos hagamos esta pregunta, a la que llamaremos la pregunta mágica: ¿cuál es el problema y cuál la solución? De esta forma, nos “estamos centrando en ayudar a nuestros hijos y a nuestra familia a resolver el problema y no en que tengan que pagar (a través de un castigo) por él”.

En esta búsqueda de soluciones, debemos involucrar a los niños, porque cuando “ellos se sienten escuchados, tenidos en cuenta, son más partidarios de cumplir las normas”.

Vamos a verlo con un ejemplo.

Nuestro hijo Unai siempre llega tarde a desayunar porque le cuesta mucho levantarse de la cama. Una consecuencia lógica es que se quede sin desayunar porque no le da tiempo a hacerlo. Pero ¿y si buscásemos entre todos una solución?

Por ejemplo:

  • Ponerle como despertador su canción favorita, así, al oírla, tendrá ganas de levantarse a bailarla.
  • Uno de sus hermanos podrá ir a su habitación a “sacarle” de la cama haciéndole cosquillas.

Como vemos, centrarnos en las soluciones es una forma útil de resolver los problemas que no hace sentir mal a nuestros hijos. Y que, además, les involucra en la toma de decisiones.

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María Dotor

María Dotor

Periodista especializada en educación y crianza
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