¿Cuándo fue la última vez que tu hijo disfrutó del silencio?

Silencio disfrutón, pudiera parecer un oxímoron, que son dos palabras de significado opuesto que originan un nuevo sentido, como por ejemplo silencio atronador. Disfrutar del silencio es una posibilidad real, cada vez menos disfrutada. El silencio incomoda tanto cuando uno está solo como cuando se está en compañía. Tenemos que hacer, que hablar, no hay tiempo para dejar de hacer. El silencio aturde, parece que es sinónimo de aburrimiento, de fracaso en vez de un exitoso recogimiento.

En estas líneas queremos proponernos recibir en nuestra casa al silencio e incorporarlo como una costumbre en la vida de la familia. La misión no es fácil porque el silencio se ha convertido en un archienemigo, hasta el punto de que la mayoría de los hombres preferimos una descarga eléctrica que quedarnos en silencio, según un estudio de la Universidad de Virginia, y a una de cada cuatro mujeres le ocurre lo mismo. A nuestros hijos el silencio les da miedo y salen a la calle con cascos aislándose del resto sin darle una oportunidad a conectarse con la ciudad, con la naturaleza, con las personas, con la realidad. Son los mismos cascos, la misma música que nos impide hablar con ellos del modo que desearíamos. Les da miedo el silencio porque no han convivido con él, porque no han visto en sus casas a sus padres también disfrutarlo.

A nuestros hijos el silencio les da miedo y salen a la calle con cascos aislándose del resto sin darle una oportunidad a conectarse con la realidad.

Nos cuenta el profesor Miguel Salas que plantea a sus alumnos la siguiente pregunta: “¿cuándo fue la última vez que estuviste en silencio?”, y que como respuesta obtiene un “no me acuerdo”, titubeos o nuevas preguntas como “¿para qué quiero estar en silencio?”, que demuestran el poco atractivo que el silencio puede tener para ellos.

El hecho de vivir es un gran misterio. Quizás uno de los más grandes misterios sea lo pertinaces que somos en incumplir con lo que nosotros mismos descubrimos que nos haría felices, como por ejemplo dar generosamente, llevar una vida sana, practicar el silencio, no centrar nuestros objetivos en poseer, desprendernos de nuestro ego y, por supuesto, relacionarnos.

¿Qué proponemos hacer? No podemos ni debemos imponer el silencio a nuestros hijos, pero sí podemos traer el silencio a casa y que nos vean conectados con ese nuevo compañero:

  • -¿Qué haces mamá? -Le pregunta Sara a su madre.
  • Disfrutar del silencio. Prueba conmigo. -Le responde la madre.

 

  • Hoy empezamos la comida en silencio, a ver qué tal se nos da. Vamos a cerrar los ojos y conectarnos con nuestra respiración o visualizar un momento divertido.

 

  • -Estoy nervioso. -Le dice Alfonso a su padre.
  • -Normal, mañana tienes excursión y es un momento importante para ti. –Le responde el padre. – Vamos a ponernos juntos a pensar en silencio cómo nos imaginamos el día de mañana.

 

Ahora escribo en silencio. Paro y reflexiono.  Me propongo conectarme con el silencio. A mí, que tanto me gusta el silencio, la vida me lleva a veces por el camino del “hacer por hacer”. Si no estoy leyendo, escuchando, viendo, moviéndome pudiera llegar a parecer que mi vida es menos vida, pero sé que es una apreciación falsa y que el silencio me acompaña, me fortalece.

La próxima vez que el profesor de nuestros hijos les pregunte cuándo fue la última vez que estuvieron en silencio, quizás estén preparados para contestar: “ayer mismo, con mi madre y con mi padre. Lo pasamos bomba y me vino muy bien”.

Silencio, te quiero y admiro.

 

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Leo Farache

Nacido en Madrid, de la añada del 63. Su vida profesional ha estado ligada al mundo de la comunicación, gestión, marketing. Ha dirigido algunas empresas y escrito tres libros (“Los diez pecados capitales del jefe”, “Gestionando adolescentes”, “El arte de comunicar”). Ha ejercido de profesor – “una profesión que nos tenemos que tomar todos más en serio” – en la Universidad Carlos III, UAM y ESAN (Lima) en otras instituciones educativas. Es padre de tres hijos y ha encontrado en la educación su elemento. Fundó en 2014 la empresa Educar es todo desde donde opera esta iniciativa cuyo objetivo es ofrecer ideas e inspiración educativa a madres y padres que quieren saber más para educar mejor.

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