He impartido recientemente unas charlas a alumnos de 4º ESO y 1º de Bachillerato (entre 15 y 17 años). El objetivo de mi intervención era invitarles a reflexionar sobre la importancia de la conversación.
Previamente, les había enviado un cuestionario en el que, entre otras preguntas, les pedía que me dijeran las mejores y peores conversaciones de su vida. Sus respuestas me emocionaron. Reflejaban la importancia de las conversaciones en nuestras vidas. Entre las buenas, se encontraban momentos inolvidables con los abuelos que habían supuesto un punto de inflexión en su vida. O conversaciones con una amiga, un amigo que les hicieron ver la existencia de una forma de pensar diferente. Entre las malas, también aparecían amigos que habían dicho algo que les habían separado definitivamente, o padres que les habían hecho sentir muy mal y no podían olvidarlo.
La primera parte de la charla consistió en demostrar la importancia de la conversación (entre otras: la conversación es el mejor negocio posible, es el criterio más sabio para medir el éxito de nuestras vidas, nos ayuda a evitar el fracaso, nos permite ser libres, ser partícipes de una mejor sociedad, vivir mejor y ser más felices).
La segunda parte consistió en hablar de nueve habilidades para mantener buenas conversaciones (entre otras: aparquemos nuestro ego, no etiquetemos, hagamos que las personas se sientan bien diciendo cosas agradables, lo importante no es tener la razón sino razonar y es mejor acabar con una conversación antes que con una amistad).
Entre esas habilidades que sugería para ser un buen conversador se encontraba la de hacer que las personas se sientan importantes hablando de lo que les interesa. Y en la diapositiva que proyectaba en ese momento aparecía la foto de Ibai Llanos, quizás el más conocido streamer español. Ibai se ha hecho más conocido entre los “mayores” por haber sido la persona elegida por Messi para ser entrevistado cuando se fue al PSG y también porque ha retransmitido las campanadas de Año Nuevo de 2020 y 2021 a través de la plataforma Twitch que vieron algo más de dos millones de personas en algún momento de la noche.
Pongo la diapositiva con la fotografía de Ibai Llanos para contar que él escribió un tuit (su cuenta de Twitter cuenta con más de siete millones y medio de seguidores) en el que se dirigía de forma explícita a las madres y padres invitándoles a ver “sus” campanadas – “aunque sea un rato”- y así podrían saber lo que ven sus hijos y entenderles mejor.
Muchos padres nos quejamos amargamente de que “mi hijo no habla, es imposible mantener una conversación con él/ella”, “se cree que lo sabe todo”, “solo va a lo que le interesa”. Escribo este artículo para proponernos que convirtamos en realidad esa habilidad, la de hacer que las personas (nuestros hijos) se sientan importantes. Hablemos de lo que les interesa y sigamos el consejo de Ibai intentando ver, saber sobre lo que a ellos les gusta, les motiva, aunque no coincida con nuestras preferencias.
A menudo pronunciamos frases que desmotivan y no invitan a la conversación, como: “te lo dije”, “yo a tu edad”, “en nuestra época no éramos tan”…
Una semana después de mi intervención envié un segundo cuestionario a los alumnos. Una de las preguntas fue: “Frases molestas. Ayúdanos a identificar frases que te molestan cuando te las dicen”. Leyendo sus respuestas uno descubre que, efectivamente, decimos cosas que no tienen sentido, que desmotivan y que no invitan a la conversación. Entre las muchas contestaciones encontramos: “yo a tu edad”, “te lo dije”, “solo tienes que hacer esto, no es tan complicado”, “haz lo que quieras”, “déjalo”, “en nuestra época no éramos tan…”, “no me lo puedo creer”, “cómo quieres que te entienda”, “¿no lo sabías?”.
Leyendo y escuchando a Ibai Llanos se aprende mucho. Se expresa de una forma diferente a la nuestra, como nosotros nos expresábamos de una forma diferente a la de nuestros padres. Nuestra misión es, como dice la psicóloga María Esclápez: “soltar la caña para pescar conversaciones con nuestros hijos”. De nosotros depende que sean buenas.