“Reconozco que no sé cómo poner límites a mis hijos. Me siento muy mal porque creo que les hago sufrir. Muchas veces, debido al cargo de conciencia que me queda, trato de compensarlo dejándoles hacer cosas que no querría que hiciesen”. Esta es una de las muchas frases que recibimos semanalmente a través de nuestras redes sociales. Solo un ejemplo de algo que les pasa a muchas madres y padres, que no saben poner límites a sus hijos, y de hacerlo, se sienten mal, como si estuvieran haciendo algo malo.
Sin embargo, todos los expertos en educación nos insisten en que los límites y las normas son necesarios en la educación de nuestros hijos. Nuestros hijos necesitan que les pongamos límites y normas para sentirse seguros. Otra cosa muy distinta es cómo ponemos estas normas y estos límites: ¿desde el enfado, gritando, castigando; o en cambio los ponemos desde el respeto y la empatía? De esto hablamos con José Ramón y Mada, fundadores de Desaprendiendo para aprender, proyecto que tiene como objetivo ayudar a las familias a criar a sus hijos en armonía y que el próximo sábado 26 de marzo celebran los Happy Family Days, un evento gratuito en el que nos ayudarán a instaurar rutinas con nuestros hijos y devolver la paz a nuestras casas.
- Mada, José Ramón, ¿por qué nos cuesta tanto a las madres y padres poner normas y límites en casa?
Si preguntáramos qué imagen visual les viene a los padres y madres al pensar en normas, seguramente la respuesta sería: tensiones, gritos, enfados, etc. En realidad, lo difícil no es poner límites, sino hacerlo sin acabar en peleas. Vas aguantando, cediendo y, cuando ya no puedes más, estallas. Y es normal porque es lo que hemos aprendido. Desde que éramos bebés, hemos ido asociando las normas o límites con broncas. Te amenazaban para lograr que las cumplieras y, si no lo hacías, sabías que te habías metido en un buen lío: llegaba el castigo. Desde ahí es normal que no sepamos hacerlo de otra forma. No hemos tenido referentes de cómo poner límites de una manera sana y efectiva. Y esto hace que, generalmente, solo contemplemos dos opciones como padres y madres: repetir una crianza autoritaria o tratar de evitarla y pasar de todo.
- Entonces, ¿hemos pasado, en términos generales, de una educación autoritaria (basada en castigos, chantajes, exceso de normas…) a una educación permisiva en la que no hay normas ni límites?
Yo diría que uno de los problemas principales es que coexisten ambos extremos, incluso dentro de una misma familia. Y no me refiero ya solo a que el padre haga de una manera y la madre, por ejemplo, de otro.
Hablo de que hoy por hoy hay muchos padres y madres tratando de huir de ese sistema autoritario en el que fueron criados y entonces, como no saben otra manera de hacerlo, se van al extremo contrario y huyen de las normas y límites. Dejan que sus hijos e hijas hagan lo que les dé la gana porque creen que es la mejor manera de respetarles. Pero claro, llega un momento en el que la situación es insostenible y entonces, esas mismas personas vuelven al modelo autoritario porque no saben otra forma de lograr que sus hijos les hagan un mínimo caso. Es lo que nosotros llamamos la Teoría del Péndulo. Las familias pasan de un extremo a otro incluso en cuestión de minutos. Y no se trata de eso. Entre un extremo y otro está la respuesta. Las normas y límites son necesarios, pero lo que no es necesario en absoluto es gritar o tratar mal a nuestros hijos para conseguir que los cumplan.
- Más allá de conseguir que nuestros hijos hagan las cosas como nosotros creemos que es bueno que las hagan, ¿para qué les sirven a ellos las normas y los límites?
Las normas y los límites son, sobre todo, un medio para conseguir un bienestar familiar, una manera de atender lo que en verdad es importante. Pero uno de los problemas es que tratamos de imponer normas y límites a nuestros hijos por inercia, sin cuestionarnos si esa norma en cuestión es positiva para mi familia. En ese momento, las normas y límites pierden su poder de armonizar el ambiente familiar y se convierten en algo que hay que obedecer porque sí, y esto acarrea justo lo contrario de lo que buscamos: peleas, conflictos y frustración por ambas partes. Está en nuestra mano que nuestros hijos vivan los límites como algo positivo que les cuida o como algo negativo a lo que rebelarse.
- ¿Hay muchas formas de poner normas y límites? ¿Cuál es la forma que vosotros recomendáis?
Para nosotros, la base fundamental es entender que como familia somos un equipo, y dentro de un equipo, o ganamos todos o no gana nadie. Generalmente, se ponen las normas desde los padres hacia (o contra) los hijos, pero en realidad se trata de ponerlos a favor de todos los miembros de la familia. Si entendemos esto de verdad, se acabaron las luchas de poder, los desafíos, las amenazas, etc. porque ya no tienen razón de ser.
Si tú te enfrentas a tu hijo, le envías el mensaje de que no estáis en el mismo equipo, y por tanto, se comportará como el contrincante. Porque, si no están en nuestro equipo ¿entonces en cuál están? Nuestros hijos necesitan sentirse parte de nuestro mismo equipo para querer colaborar. Por eso aquí es importante que revisemos las normas cada cierto tiempo, pues las necesidades nuestras también van cambiando, y que incluyamos a nuestros hijos en esta revisión. Es vital que la comunicación sea sin imposiciones y enfados. Interiorizar una norma es un proceso y puede llevar un tiempo a nuestros hijos integrarlas. Cada vez que no lo consigan, lo que necesitan no son nuestros sermones ni broncas, sino nuestra ayuda y comprensión. Necesitan que seamos su ejemplo, no sus verdugos. Si es una cuestión de seguridad, obviamente tendremos que actuar en ese momento, pero si no, podemos relativizar y entender que lo importante es que lo integren a largo plazo y no hoy, cuando igual no están aún preparados para ello.
- ¿Cómo surgió ‘Desaprendiendo para Aprender’?
Desaprendiendo para Aprender nació durante un viaje que nos llevó durante meses por España y Chile a conocer y compartir con proyectos educativos alternativos y otras formas de criar y educar. Durante todos esos meses vimos que los problemas a la hora de educar en armonía eran los mismos una y otra vez, y que el verdadero obstáculo para las familias no era tanto lo que no sabían al respecto, sino precisamente todos esos mensajes y patrones que habían ido interiorizando desde bebés. Mensajes que son necesarios desaprender para poder realmente aprender. Tenemos un objetivo muy claro, y es transformar la mirada que hay en la sociedad hacia la infancia, para que puedan crecer en un ambiente emocionalmente seguro. Y donde, por supuesto, la maternidad y paternidad sean una experiencia a gozar y no algo que toca sufrir.
- El próximo 26 de marzo tendrá lugar el Happy Family Day, un evento gratuito en el que vais a ayudar a las familias a implementar rutinas en casa para lograr un hogar en armonía. ¿Cuál es el principal error que cometemos las madres y padres en este asunto?
Hay varios errores que cometemos al querer incluir rutinas en el hogar, pero sin duda uno de los más grandes es buscar la obediencia ciega. Para nuestros hijos, cuestionarse nuestras normas y rutinas es parte importante del desarrollo de una conciencia crítica. Educar no se trata de que nos hagan hoy caso a todo sin plantearse otra opción, solo porque somos sus padres. La familia no debe ser una especie de secta. Parte de la educación consiste en acompañar a nuestros hijos a descubrir lo que es correcto o no en base a sus propios valores. Necesitamos comprender cómo entiende el mundo cada uno de nuestros hijos, para favorecer que cada rutina sea algo agradable de algún modo. Si nos pasamos el día riñendo porque no obedecen, la única rutina que estaremos implantando es la pelea familiar.