Educar con autoridad, ¡no solo en la adolescencia!
En línea con lo que muchas veces comenta Carles Capdevila de que a menudo los padres y madres nos echamos una siesta de 12 años (desde que nuestro hijo deja de ser un bebé hasta que llega la temida adolescencia), Ana Josefa nos propone educar con autoridad, siendo ejemplo y guía, desde antes de llegar a la adolescencia, etapa en la que nuestra falta de autoridad se vuelve más problemática y conflictiva. Y ¿cómo se educa con autoridad? Nada que ver con el ‘ordeno y mando’, aquí te brindamos algunas claves, como el amor, el disfrutar tiempo juntos, la confianza, el sentirte orgulloso de tu hijo o la unión con las otras personas que se ocupan de educarlo.
A menudo me encuentro con padres y madres de hijos adolescentes que comentan que su hijo no hace caso.” ¡Parece sordo!”, “¡Se acaba siempre saliendo con la suya!”, “¡Me agota!”, “¡Está fatal, no obedece a nadie!”, se lamentan uno y otro. Al llegar a la etapa escolar de secundaria las relaciones padres – hijos comienzan a deteriorarse y llegan a impedir en ocasiones la normal y deseable buena convivencia en el hogar, dificultando el proceso de crecimiento y de construcción del modelo adulto que supone esta etapa para nuestros hijos.
El fenómeno de sordera selectiva, de rebeldía descontrolada, de desobediencia y de deseo de independencia mal entendida que padecen nuestros hijos no solo se produce en la etapa de la adolescencia, en la cual, bien es verdad, se agrava de manera seria. Pero en ocasiones esta situación no es un “problema de adolescencia”, es un “problema de autoridad”. El concepto autoridad y el cómo llegar a ella es una asignatura pendiente en la modernización de nuestras familias en el siglo XXI.
El ejercer autoridad sobre nuestros hijos, no es solo cuestión de que “nos obedezcan”, en ocasiones este hecho no tiene importancia. La autoridad es primacía, es influencia, es el status de un individuo sobre otro, de un padre o de una madre sobre su hijo. Y esto sí que es importante en el arte de educar. Si educar es dirigir y desarrollar, encaminar y acompañar, guiar y potenciar, esto solo es posible si el educando reconoce nuestra posición, la valora y la sigue.
Cuando aparece el problema de no autoridad, ocurre que este existe y ha existido desde la infancia, pero entonces, al principio, la situación era fácil. Los niños pequeños, a pesar de todo, son dependientes de nosotros (sus padres), y en edades tempranas el soborno, el chantaje o incluso el autoritarismo los hace todavía fácilmente gobernables. Cuando, por su edad, en la adolescencia, estos niños ganan en autonomía, necesitan independencia y no podemos “mandar” sin más, entonces nos hacemos conscientes de que…. ¡tenemos un problema!. Pero aunque el problema parece que surge en ese momento, la realidad es que su origen está años atrás, porque “un adolescente conflictivo no surge por generación espontanea, como una seta en otoño”, en palabras de Sonia Cervantes, psicóloga del programa “Hermano Mayor”.
Desde que nuestro hijo nace, más bien antes de nacer, comenzamos una aventura, la aventura de ser padres que educan. No podemos esperar a que nuestros hijos crezcan y aparezcan las dificultades porque entonces podremos afirmar que “De aquellos polvos vienen estos lodos” como dice el refrán y quizás en pocos sitios se aplique tanto como en educación. (Leo Farache en su libro Gestionando adolescentes). Educar, y educar con autoridad no es algo para después, es algo para hoy.
Educar con autoridad hoy es:
Amor. El amor que tenemos a nuestros hijos como padres nos ayuda a educarles. Nadie mejor que nosotros los padres que los amamos somos los idóneos para educar. No deleguemos esta responsabilidad.
Unión. Los padres debemos de estar unidos, tener criterios comunes para educar. Será más fácil manifestar autoridad si vamos unidos y tenemos el mismo proyecto.
Tiempo. Compartir tiempo con nuestros hijos. También en la adolescencia. Es buena idea compartir con ellos un deporte, una tarde de compras, un juego en el ordenador, una hamburguesa los viernes….Pasar tiempo juntos, desde pequeños y también cuando van creciendo.
Orgullo. Siéntete orgulloso de tus hijos y házselo saber. Tener una actitud positiva con ellos y altas expectativas sobre sus posibilidades les anima a mejorar. Podemos disminuir el porcentaje de correcciones y aumentar el de los retos.
Reír. Reír con nuestros hijos y reírnos de nosotros mismos. Ejercer nuestra autoridad con humor en ocasiones lo hace más fácil. Echarnos unas risas… que dicen nuestros chicos.
Imaginación. Con nuestros hijos necesitamos ser creativos, tener imaginación para generar posibilidades y soluciones satisfactorias. Cambiar el punto de vista o salir de la norma nos permite llegar a situaciones de encuentro.
Decisión. No dudes de ti, ni de tus hijos. La autoridad nace de nuestra creencia en ellos y en nosotros mismos. Créetelo como padre y cree en ellos como hijos. Muchas veces tiramos la toalla antes de haberlo intentado, pensamos que no van a seguir nuestras indicaciones y abandonamos antes de tiempo.
Anticipación. Ser previsores y adelantarnos a los posibles conflictos nos da cierta ventaja sobre ellos. Prepararnos en nuestra labor de padres, formarnos y reflexionar nos hace poder ejercer con verdadera profesionalidad.
Disfrutar. Vivir nuestra tarea de padres con alegría. Disfrutar de la crianza de nuestros hijos también en las dificultades. Abordar la adolescencia con la certeza de estar ayudando a nuestros hijos a subir los últimos peldaños que le conducen a una juventud madura y maravillosa.