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El efecto de nuestros rituales en el consumo de alcohol y drogas de nuestros hijos

En celebraciones y en ciertas expresiones tal vez demos al alcohol un protagonismo que nos puede impedir educar en el ejemplo frente a adicciones.
educar con el ejemplo frente a adicciones

Me gustaría empezar este artículo de la misma manera que acabe el anterior, La prevención del consumo de drogas empieza en la infancia, no en la adolescencia“los niños y niñas desarrollan la mayoría de sus aprendizajes mediante la observación, imitación y la interacción continua”  (Albert Bandura).

Desde una perspectiva antropológica educacional, cada cultura y cada tipo de familia crea sus propias tradiciones y formas de convivencia.  Afortunadamente se va aceptando cada vez más que no existe un único modelo válido de familia  y esta diversidad de los modelos familiares crea riqueza, ya que cada familia tiene su propio estilo de enseñanza. Pero dentro de esta variedad, nos podemos encontrar con ciertos comportamientos por parte de los padres y madres a los cuales merecen la pena prestar atención ya que pueden influir en nuestros hijos a la hora de consumir alcohol y/o drogas.

Os invito a hacer una reflexión en tres ámbitos: celebraciones familiares y/o grupales; expresiones que utilizamos y espacios tóxicos que podemos tener en casa.

La importancia del alcohol en las celebraciones: ¿educamos con el ejemplo frente a adicciones?

Las celebraciones familiares son muy importantes, se convierten en bonitos rituales y  en tradiciones que van pasando de padres a hijos con enormes beneficios, ya que nutren y afianzan valores.

Me gustaría destacar la importancia que tiene el alcohol en muchos de los eventos y celebraciones familiares o grupales. Solo tenemos que observar y comprobar que el consumo de bebidas alcohólicas forma parte de la fiesta como conductor del proceso y como hecho simbólico de un ritual social.

En el centro donde trabajo con adolescentes con problemas de adicción algunos de ellos han probado el alcohol en algún evento familiar porque el padre o la madre le ha  dejado probarlo. Creemos que no pasa nada, pero sí pasa. Hay que tener muy claro que nosotros no somos los amigos de nuestros hijos, somos sus padres y madres y ante esto nos toca protegerlos de todo aquello que sea nocivo para su salud. El alcohol y las drogas, lo son.

Creo que estamos perdiendo el miedo ante ciertas prácticas que hacemos como normalizadas y que tienen consecuencias secundarias, a veces muy dañinas en nuestros hijos. No digo que no haya alcohol pero la moderación es una palabra que debe de estar muy unida a él. Nuestros hijos e hijas necesitan una estructura, normas y coherencia y la familia es el actor principal para dárselos.

La euforia es una emoción  que florece en estos eventos y desde esta emoción el nivel de conciencia muchas veces se anula por el dejarse llevar por la situación y desde aquí, las decisiones que se pueden tomar, a veces, son impulsivas. Tener control sobre nuestros actos y ser responsables de ellos es un punto importante que enseñar a nuestros hijos e hijas desde la infancia ya que les ayuda a tomar decisiones de manera reflexiva.

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Expresiones que alientan el consumo de alcohol e impiden educar con el ejemplo frente a adicciones

Cuando nos encontramos en un ambiente relajado y distendido tendemos a realizar expresiones o comentarios de forma inconsciente, que no tienen ningún tipo maldad ni mala intención, pero que dichos en presencia de nuestros hijos pueden llegar a captar su atención y hacérselas suyas (recordemos que los niños son como esponjas).

Me gustaría destacar diferentes tipos de frases:

Expresiones religiosas

¿Habéis escuchado alguna vez frases como “el cigarrito de después de comer para mí es sagrado”, “yo necesito fumarme un puro como Dios manda” o “mi copita de vino en las comidas no me la perdona nadie”…? y podríamos seguir diciendo muchas.

Estas y otras expresiones que utilizamos de forma totalmente inocente nada tienen que ver con la religión, sin embargo, las palabras que utilizamos tienen una fuerza como si lo fueran: “sagrado”, “perdonar”, es decir, son creencias con una gran carga emocional, difíciles de cambiar, tanto es así que lo convertimos en rituales.

Ahora bien, ¿qué es lo que les llega a nuestros hijos? Que eso que estamos haciendo es muy importante para nosotros y nosotras y que forma parte de la vida cotidiana, es decir, normalizamos ciertas prácticas.

Expresiones de prioridad

Fijémonos en esta otra frase: ”Espera, que me estoy fumando un cigarro y en cuanto acabe te atiendo”. ¿Qué les estamos transmitiendo a nuestros hijos? Que es más importante el cigarro que ellos y ellas.

Vamos a ver las siguientes expresiones: “Me voy a fumar un cigarro, a ver si me calmo” o ”Me voy a tomar una pastilla antes de que me duela más”. ¿Y ahora, que les estamos transmitiendo a nuestros hijos? Inmediatez, a tapar el malestar, a calmar el dolor de manera inmediata y a no gestionar de otra manera la emociones sino usando algo externo para taparlas.

Si hay un punto importante para la prevención de drogas desde la infancia es enseñar a los niños a responder en vez de a reaccionar y, en este sentido, nosotros, como principal agente educativo de nuestros hijos e hijas, tenemos mucho que aprender. Nuestros comportamientos ante ellos no deben ser impulsivos sino reflexivos, no actuar desde el deseo inmediato sino desde las necesidades. Os propongo hacer un ejercicio para la que gente que fumáis y es que justo en el momento de encender el cigarro paréis durante unos segundos para formularos esta pregunta: “¿Lo deseo o lo necesito?”.

Expresiones de cantidad

Seguramente las siguientes expresiones nos sean familiares a todos, las hayamos escuchado o directamente hayamos dicho alguna de ellas en alguna ocasión cuando nos encontramos tomando algo en un bar entre amigos o familiares: “¿Qué? ¿Pedimos otra ronda?”, “Va, acábate esa ya y pedimos otra”, “Venga, que nos da tiempo a pedir la última antes de irnos”.

¿Pero qué es lo que sucede cuando las repetimos una y otra vez delante de los pequeños? Con estas frases lo que estamos haciendo de forma inconsciente y, repito, sin ninguna mala intención, es darle un lugar destacado al alcohol y más concretamente al volumen, a la cantidad de alcohol que ingerimos en un tiempo determinado transmitiendo que no existe un autocontrol a la hora del consumo. En prevención se tiene que hablar muy claro de los límites y responsabilidad. Cada uno tiene que saber parar en el momento que decida.

Expresiones de presión

Otra de las situaciones que se pueden dar en este entorno de fiesta o celebración es que uno de los presentes no sea consumidor habitual de bebidas alcohólicas o de tabaco y que desde la euforia del momento, junto a la confianza de los presentes, él y los menores hayan tenido que escuchar: “¿Cómo? ¿Sin alcohol? Anda, pídete una de verdad”. 

¿Qué creéis que captan los pequeños? Pues que para estar integrado en el grupo y pertenecer al grupo de iguales es necesario consumir, en este caso, alcohol o fumar un cigarrillo porque es lo “guay” y si no se convierte en el bicho raro.

Así dificultamos a la parte preventiva más importante del consumo de drogas, el saber decir que no y no ceder ante la presión del grupo.

No se nos puede olvidar que los padres tenemos una enorme responsabilidad en cuanto a la educación de nuestros hijos e hijas. El lenguaje que utilizamos desde que son bebés es la puerta de entrada a una comunicación permanente con ellos que en ocasiones se rompe cuando llegan a la adolescencia. Es importante calibrar aquellas frases y actos que vivimos como cotidianos que a la larga pueden tener un efecto negativo en ellos.

Nuestros hijos e hijas son esponjas que absorben palabras, comportamientos y experiencias de nosotros y de todas las personas que los rodean.

Espacios tóxicos que alientan el consumo de alcohol: el hogar como espacio para educar en la salud y el ejemplo

El último punto para la reflexión que me gustaría destacar en esta serie de rituales inconscientes son los espacios “tóxicos” del hogar. Con esta definición me refiero a aquella zona de la casa en la que podemos encontrar diferentes accesorios, objetos o utensilios de muy fácil acceso, los cuales si existe un entorno familiar de elevada vulnerabilidad, pueden llegar a ser la puerta de entrada a sustancias potencialmente más peligrosas.

Recuerdo de pequeña en mi casa el típico mueble bar, este mueble estaba siempre ocupando un lugar importante de la casa, en ocasiones bajo llave y en muchas otras en un lugar estratégico dejándose ver.

Otro ejemplo de espacio tóxico es el botiquín de casa. El botiquín en casa es totalmente necesario para las emergencias pero en ocasiones se acaba convirtiendo en una auténtica farmacia con medicamentos que únicamente deben ser tomados bajo prescripción médica (benzodiacepinas, barbitúricos, antidepresivos, analgésicos,….).

Estos son sólo dos ejemplos para podernos hacer una idea de lo que me refiero, pero cada uno de nosotros deberíamos hacer una autoevaluación de aquellos lugares (ya sean los de los ejemplos u otros) que podamos tener en nuestra propia casa.

La casa debe ser ante todo un espacio libre de humos donde los espacios “tóxicos” se deben convertir en espacios de salud e inculcar a nuestros hijos hábitos saludables desde que son pequeños y esto incluye tener espacios de salud dentro de casa. Así, por ejemplo, el mueble bar se puede sustituir por preciosas plantas que ellos mismos deban cuidar para fomentar la responsabilidad.

Es importante crear espacios y momentos de salud en familia, cocinar juntos o practicar algún deporte en  familia. Todas estas actividades ayudan a fomentar los vínculos familiares, lo que aumenta significativamente el bienestar familiar.

Nuestros hijos son muy vulnerables a los estímulos externos, por ello es importante mimar y cuidar con detalles todos estos aspectos.

Las madres y los padres tenemos la obligación de realizar acciones preventivas para proteger a nuestros hijos del consumo de drogas. Es vital usar esas herramientas educativas con carácter preventivo, en el que se transmiten valores, hábitos y estilos de vida. 

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Anais Lopez

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