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Educar en positivo, ¿por dónde empiezo?

Cada vez hay más información sobre educar en positivo o crianza respetuosa, pero tanta información mucha veces confunde a las familias y hace que nos equivoquemos en cómo desarrollar esa educación en positivo.

Vamos a tratar de despejar esas confusiones en cuanto a los que significa educar desde el respeto .

Lo que NO es educar en positivo

Si algo se escucha al hablar sobre crianza respetuosa es la palabra PACIENCIA, pero no todo depende de ella. Y es la propia paciencia la que hace que llegue la confusión, algunos de los aspectos que no forman parte de una educación en positivo son:

  • Querer un manual de instrucciones: Son muchas las herramientas que existen para educar desde el respeto, el problema es que se utilizan de una forma estandarizada. Cada familia es diferente y deben adecuarse a las necesidades de cada una de ella.
  • Dejar que los niños hagan lo que quieran: A esto se le llama permisividad y es igual de dañino que el autoritarismo, los niños necesitan límites y normas para su desarrollo. Deben ser puestos con anterioridad para que puedan conocerlos y siempre que se pueda que tomen parte en ellos.
  • Rescatar a los niños: Hacer las cosas por los niños deriva en una baja autoestima y en un sentimiento de inutilidad. Demasiadas veces, es la falta de tiempo lo que lleva a no poder dar a los niños el tiempo que necesitan.
  • Evitar la frustración: Los adultos no siempre pueden sostener las emociones de los niños. Esto lleva a que “prefieran” no dar paso a la frustración que nace cuando algo no sale como el niño quiere.
  • Intentar que no sufran: Ver sufrir a tu hijo duele, cualquier padre o madre se cambiaría por él. Pero esa no es la realidad y evitarles el sufrimiento hace que no desarrollen habilidades con las que aprender a gestionar esas situaciones.
  • Que todo gire en torno al niño: Esta es una de las grandes equivocaciones, que todo tiene que ser por y para el niño, pero el respeto del que hablamos incluye a todos. La familia es un equipo en donde importan las necesidades de todos.

Basar la educación en positivo en “tener paciencia” es aumentar la mochila de culpa de las familias. Gestionar los conflictos del día a día no es tan sencillo y hacer creer a las familias que tirar de paciencia es la clave para resolverlos, es como darles los ingredientes de una receta y no decirles cómo se cocina…

Lo que SÍ es educar en positivo

Aceptar la responsabilidad que, como adulto, tienes ante la educación de tus hijos. Esta responsabilidad no es únicamente lo que hagas o digas, sino que también entra en juego el CÓMO lo hagas o lo digas.

Para poder educar en positivo debes trabajar en:

  • Expresar lo que sientes, piensas y deseas sin dañar a los demás: Para poder expresarte sin lastimar a nadie debes ser honesto, sincero, valiente, firme y trabajar el autocontrol, porque las inseguridades y las dudas son lo que hacen que pierdas los nervios.
  • Escuchar más y hablar menos: Muchas de las decisiones se toman sin dar la oportunidad a los niños de expresarse. Para conocer las necesidades y poder buscar soluciones necesitas que te las cuenten. Una vez que tengas toda la información podrás tomar una decisión mucho más ajustada a la realidad.
  • Centrarse en buscar soluciones: Las creencias de como deben ser las cosas cierran cualquier posibilidad de buscar soluciones. El “debería ser…” hace que activemos la búsqueda de culpables cuando algo ocurre de una manera diferente. Para abrir la posibilidad a nuevas soluciones tienes que ver las situaciones desde el “cómo podrían ser”.
  • Compartir necesidades y límites: Muchos de los conflictos que se generan en las familias tienen de base necesidades o límites enfrentados, por ejemplo, un niño que necesita más libertad pero a los padres les da miedo que pueda pasarle algo. Conocer las necesidades, saber dónde están los límites, hablarlos y compartirlos será lo que haga que puedas llegar a una solución donde todos os encontréis cómodos.
  • Colaboración y cooperación: El ser humano está “programado” para contribuir, es una máxima en nuestro crecimiento. Queremos ayudar porque eso nos hace sentir que pertenecemos al grupo. Ahora bien, si esa contribución se basa en un “yo ordeno, tu obedeces” las ganas de cooperar y colaborar desaparecen. Muchas veces no es que los niños no colaboren, sino que se les pide una obediencia ciega.
  • Acompañar desde la compasión: Todos nos equivocamos y todos lo hacemos lo mejor que sabemos. El problema es que tenemos instaurado en la sociedad que deben existir “represalias” ante las equivocaciones. Trabajar la compasión hacia uno mismo y hacia los demás hace que podamos aprender de nuestros errores. Tus hijos están aprendiendo a vivir, tu estás aprendiendo junto a ellos y necesitáis equivocaros. Cuanto antes asumamos que el error es necesario antes podremos comenzar a aprender de ellos.

Educar en positivo va más allá de cambiar la forma en la que nos comunicamos con los niños. No es únicamente hablar bajito o validar emociones sino que requiere un proceso de aprendizaje por parte del adulto. Es tratar a tus hijos con el mismo respeto con el que tratarías a cualquier adulto.

Y ¿por dónde empiezo para educar en positivo?

Ahora que hemos despejado las dudas, llega lo complicado… Educar en positivo conlleva un verdadero compromiso con la infancia y muchos cambios. Eso sí, no pretendas hacerlos todos a la vez.

Los cambios deben ser paso a paso y tienes que preparar el terreno para ello. Vamos a ver algunos aspectos que debes tener en cuenta para esa preparación:

  • Autoconocimiento: Para poder acompañar y guiar a tus hijos necesitas conocerte. Saber cuáles son tus necesidades, conocer tus límites, respetarte a ti mismo… Para poder desaprender los patrones educativos del “siempre se ha hecho así”, necesitas saber y conocer porque pierdes los nervios ante determinados comportamientos, ¿cuál es el verdadero origen que te lleva al desborde emocional?
  • Tomar consciencia de tu realidad: Las comparaciones son tu peor enemigo. Cada familia es diferente, su día a día, sus necesidades, sus miedos, sus preocupaciones… son diferentes a las tuyas. Por eso no es posible que una misma herramienta funcione igual para todos. Parar, escuchar a tu familia, observar tu día a día y conocer tu realidad hará que puedas ajustar la crianza a lo que, de verdad, necesitáis.
  • Saber en que etapa evolutiva está tu hijo: La infancia es una etapa muy amplia y nada tiene que ver las necesidades de un niño con 2 ó 3 años que las de uno con 7, tampoco cómo te comuniques con él o que puedas pedirle. Tienes que conocer y saber en que momento madurativo está tu hijo para que puedas adaptar la crianza al momento en el que se encuentra.
  • Conocer el funcionamiento del cerebro: Saber cómo funciona tu cerebro y el de tus hijos te salvará en muchos conflictos. No evitará los conflictos, que forman parte de la vida, pero sí hará que puedas gestionarlos mucho mejor.
  • Honestidad emocional: Reconocer tus emociones y saber verbalizarlas ayuda en la relación con tus hijos. Si eres capaz de decirle a tu hijo cómo te sientes ante determinadas situaciones, sabes cómo sostener esa emoción y expresar qué necesitas, tu hijo, además de aprender gestión emocional con tu ejemplo, también sabrá qué esperas de él en esos momentos.

La crianza respetuosa es mucho más que tener herramientas o seguir paso a paso determinados tips. Son muchas las familias que tiran la toalla y piensan que con sus hijos no funciona. La mayoría es porque se quedan en la superficie y utilizan las herramientas como si fueran recetas de cocina.

Cuando estamos calmados es más fácil saber cómo queremos educar, es cuando nos enfrentamos a un conflicto cuando la cosa se complica… Por eso es necesario profundizar, trabajar en un cambio real y dejar de pensar que las herramientas son la varita mágica en la crianza.

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