El idioma de nuestros hijos pequeños es el juego, nos contaba Míriam Tirado. La asesora de crianza considera que “les damos muchas órdenes de una forma absolutamente aburrida pensando que ellos lo van a captar y comprender la importancia de la orden. Eso no es así”. Míriam nos invita a “comprender cómo son los niños pequeños. En su mundo lo que más importancia tiene es el juego y si no lo tenemos en cuenta no nos podremos comunicar de una forma que para ellos tenga sentido”. Por eso, subraya, nuestros hijos pequeños, de dos años, entenderán mejor que el paso de peatones es un río y que hay que cruzar por las tablas blancas porque en el río hay cocodrilos que “dame la mano que te pueden atropellar”.
Sergio es un niño pequeño de tres años al que le cuesta mucho salir del parque cuando llega la hora de volver a casa todas las tardes. Lo cierto es que no entiende muy bien las razones que dan sus padres por la tarde para dejar el parque en medio de la diversión: “se hace tarde” (¿tarde para qué? Él todavía tiene mucha energía que derrochar), “hay que cenar” (pero si ahora mismo no tiene hambre…), “es importante bañarse” (¿encima de que se acaba la fiesta hay que meterse en el baño a prisa y corriendo?)… Sus padres, la verdad, no comprenden que Sergio no entienda la importancia de estos mensajes y piensan que “ya nos la va a montar otra vez” cuando Sergio se enfada en el momento en el que le anuncian que hay que volver a casa. Pero tal vez porque hoy es viernes y los papás no están tan cansados o no tienen tanta prisa, a Inés, la mamá, se le ocurre proponerle un juego a Sergio, porque es muy juguetón y le encantan los animales:
-Sergio, ¿qué te parece si volvemos a casa dando pasos de elefante? ¿Tú sabes andar como un elefante?
Sergio, que estaba empezando a protestar por abandonar el parque, se pone enseguida a dar pasos gigantes y fuertes y a simular que su brazo es una gran trompa. Y sus padres, sin miedo al ridículo, le acompañan. A Sergio la idea del juego le ha encantado y vuelve feliz a casa, se muestra colaborador en el baño (salpicando mucho, como un elefante, eso sí) y se ríe sin parar.
Claves para hacer del juego un aliado para educar
1.- Entender que el objetivo más importante de educar es conectar con nuestros hijos y no ejercer el aquí mando yo. Visto así, dejaremos de menospreciar el juego y lo entenderemos como un perfecto aliado para educar, porque el juego nos conecta con nuestros hijos mucho más que los sermones o las amenazas.
2.- Traducir lo que quieres conseguir en un juego que pueda interesar a tus hijos. Por ejemplo si, como a Sergio, le gustan los animales, podrías usarlos de modelo para conseguir un objetivo: hablar con voz de pajarito (si queremos que hable bajito), ordenar como una hormiga…
3.- Apostar por juegos de cooperación y que compitan contra sí mismos y no contra sus hermanos. Será mejor apostar por batir el récord familiar a la hora de salir de casa por las mañanas que comparar si un hermano ha tardado menos que otro.
4.- Explorar con los expertos (es decir, nuestros hijos) cómo jugar para conseguir su colaboración. Ya nos dijo Álvaro que nuestros hijos son tremendamente creativos. Por eso, ellos son capaces de traducir en juego cualquier actividad y podemos acordar con ellos cómo hacer esa traducción. Seguro que las batallas mañaneras se convierten en oportunidades para jugar.
5.- Darle mucho peso al juego en vuestra vida familiar. Dejarse llevar por la diversión y la creatividad que se fomentan con el juego nos aporta conexión, relax y salud.
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