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Entrevista a Ángel Peralbo: “Los adolescentes deben romper los moldes. Los padres tienen que mantenerse firmes y esforzarse por entender a los adolescentes”

Ángel Peralbo es psicólogo y especialista en Psicoterapia por la European Federation of Professional Psycholgists (EFPA). Dirige  el Área de Adolescentes del Centro de Psicología Álava Reyes. Además ejerce de coach en entornos empresariales. Dirige proyectos de escuelas de padres y realiza talleres y coloquios. Es autor de numerosos libros como la obra conjunta La psicología que nos ayuda a vivir, Cuidando el amor, El adolescente indomable, Educar sin ira o De niñas a malotas.

¿Por qué tenemos tanto miedo los padres y las madres a la adolescencia de nuestros hijos?

Creo que se debe al miedo que tenemos los seres humanos a los cambios, a lo nuevo, a lo que no controlamos. Hay un miedo asociado propio, incluso yo diría que natural. Muchas veces, en lugar de generar esos cambios oportunos en el propio modelo educativo y prepararnos, nos quedamos solo en esa fase del miedo al cambio. Yo creo que hay una tendencia a ponernos en lo peor, porque nos dicen de los hijos de amigos, de vecinos o de gente que ya ha pasado por eso. Al final lo que nos genera es la sensación de que aquello puede acabar de un modo tremendo. Incluso los propios medios y, por echarnos un poco la culpa a nosotros, los propios psicólogos, trasmitimos a veces solo una parte de la adolescencia muy dura. Evidentemente, yo creo que ahí habría que hacer que los padres sepan que la mayoría de los adolescentes son fantásticos. Es una etapa que todos hemos tenido que pasar y la mayoría de las veces se pasa de una manera razonablemente normal.

Incluso es una etapa interesante, ¿por qué no decirlo?

Uno de los elementos es que pensamos que la adolescencia es algo definitivo, creemos que es la etapa en la que nos lo jugamos. Los padres por un lado piensan que se la juegan como padres y que no van a estar a la altura y que sus hijos se la juegan como seres humanos. Esta etapa es ciertamente muy importante pero no solo por los aspectos negativos.

¿Qué dudas te plantean los padres y las madres como experto en este campo?

Principalmente, lo que más se les escapa a los padres en esta etapa es la gestión del conflicto, las conductas problemáticas, esas que se hacen mucho más fuertes ya en la preadolescencia: malos modos, palabras soeces, la agresividad verbal. Esas son las situaciones más dramáticas y el porcentaje de casos que ha ido aumentando en los últimos años frente a casos de índole emocional que han quedado relegados a un segundo o tercer plano. También es verdad que proliferan los casos de padres que acuden porque no ven felices a sus hijos, pero son menos. En realidad los padres no llegan a afinar tanto y ven lo que nosotros llamamos conductas externalizadas, que son las que se ven más. Las interiorizadas, como pueden ser estados anímicos, depresivos o de infelicidad, que la hay, a los padres sí que se les escapan. Hay mucho sufrimiento asociado a la adolescencia, independientemente de que la mayoría van bien, eso no les quita el sufrimiento de una etapa de cambios.

Portada del libro "El adolescente indomable"
Portada del libro “El adolescente indomable”

¿Qué ideas sugerirías para mejorar esa gestión de conflictos?

Yo creo que es importante para los padres, más que atemorizarse en las etapas previas, empezar a ponerse las pilas y comprender cuáles son las claves adolescentes, las claves de la comunicación adolescente. No es verdad todo lo que parece que dicen y cómo se sienten. A veces se toman los padres demasiado en serio esa dureza en los procesos de comunicación con los hijos y entonces caen en el juego y al final acaban actuando un poco como ellos, lo cual es tremendo, porque los padres son los adultos. Yo siempre les digo que en realidad los adolescentes tienen que romper un poco los moldes, es la etapa crítica, y los padres tienen que aguantar, tienen que entender que hasta cierto punto es normal que un adolescente rete, que un adolescente que a lo mejor ha podido ser un niño buenísimo de repente empiece a dejar de serlo, entendiendo por buenísimo acatar las órdenes. Los padres tienen que mantenerse en el mismo nivel, firmes aunque haciendo un esfuerzo por entender a los adolescentes. Los padres no deben ser débiles, porque entonces sí que van a perder toda la autoridad, que a lo mejor no la tienen ya, y se encuentran con una gestión de conflicto en la que ya han perdido muchos puntos. Hay que mantener cierta firmeza, pero entendiendo que en la etapa adolescente es cuando precisamente los hijos son más conflictivos. Hay que ser coherentes. A los padres les digo que deben actuar siempre de la misma manera. En el fondo es lo que el adolescente necesita, una cierta firmeza y coherencia, un entorno seguro. Así los conflictos se minimizan muchísimo. Ahora bien, si los padres entran en el juego y acaban aumentando sus niveles de agresividad, se ponen a su altura, entonces estamos perdidos. Es la peor etapa para este asunto porque puede llegarse a situaciones verdaderamente lamentables, con la agresividad física, que hay que evitar siempre. De pronto nos encontramos con padres e hijos fantásticos que llegan a agredirse y a situaciones verdaderamente extremas.

¿Qué ideas clave o pautas propondrías a los padres y a las madres para acompañar y educar en la adolescencia?

Conviene que los padres, ante una etapa de cambio de sus hijos, se planteen que ellos también tienen que modificar su estilo educativo, porque aunque les haya servido hasta el momento no necesariamente es bueno para esta etapa. Yo diría que este cambio debe venir desde la tranquilidad, desde el sosiego, no desde la desesperación y la desesperanza, que muchas veces acompaña todo este empaque educativo con los hijos. La adolescencia es una etapa, pero lo importante sigue siendo el largo plazo. Hay que introducir optimismo, hay que darles seguridad… Me parece que muchas veces nos olvidamos de estos elementos y vemos la adolescencia como una etapa de guerra y eso es fatal, porque nos metemos en un bucle. Tarde o temprano, es una etapa que va a pasar así que cuando pase es bueno que tengamos emociones positivas, asociadas a que hemos creído que las cosas no iban a ser tremendas. Y ese optimismo se transmite. Los hijos se sienten mucho más seguros.

¿Es ahora más difícil educar a adolescentes que antes? ¿Lo estamos haciendo peor?

La situación de la educación hoy en día es más compleja. Hay muchas más variables que influyen que antes. Antes había un nivel de liderazgo, guiones muy cerrados, y los padres y los hijos seguían ese guión. Eso se ha desbaratado, se ha perdido mucho liderazgo. Quizá se les ha dado a los hijos desde bien temprano cierto liderazgo que no les correspondía. Se puede entender como una dejación por parte de los padres de la educación en casa y nos hemos encontrado con adolescentes a veces muy perdidos, muy crecidos. Aunque nos parezca mentira, yo, que trabajo mucho con ellos, me doy cuenta de que los adolescentes no quieren ese control. Aunque peleen por él, están mucho más tranquilos cuando el control es compartido y sobre todo cuando lo están ejerciendo las personas más adecuadas, que en este caso son los padres. En ese sentido sí que creo que educar es hoy más difícil, pero claro, las dificultades añadidas de la adolescencia son las mismas de siempre. Los padres tienen quizá más recursos teóricos, pero están más desgastados, más descentrados y han perdido mucha capacidad para gestionarlo. Se han visto atemorizados y en el momento en que han dejado de ejercer su liderazgo es un poquito más difícil recuperarlo.

¿Los adolescentes de ahora, en lo que se refiere al reto de su educación, se diferencian de los adolescentes de otras épocas?

No, yo creo que siempre ha sido una etapa de dificultades, de riesgos y de cambios. Ahora puede ocurrir que, como vivimos en una etapa en la que hemos sobredimensionado todo y todo se multiplica, la complejidad la da que hay muchas variables que se han anticipado. El adolescente se encuentra con muchas más cosas para las que no está preparado, no ha sido adiestrado para gestionarlas,  y eso puede sobrepasar incluso la propia capacidad de los padres. Me encuentro con dudas de los padres como a qué edad le damos un móvil. Son preguntas con críos de nueve o diez años. De repente les ves a los padres que están perdidísimos, eso ha crecido mucho.

En tu consulta y en tus libros, ¿cuál es el mensaje clave que quieres transmitir a los padres?

Desde luego, ante todo, pensando en el largo plazo, creo que no deben perder el optimismo y deben tener confianza en sus propios recursos y en los recursos que pueden ir encontrando a nada que se muevan y que tienen que transmitir confianza a sus hijos, porque una de las cosas más lamentables con las que yo me encuentro es que hay padres que luego echan de menos esto. Y eso es triste para los padres, que sienten que al final han fallado en una etapa fundamental para sus hijos, y los propios hijos, que se quedan con la idea de que sus padres no han estado a la altura. Los padres, ante una etapa convulsa, no deben perder estas premisas: ellos también pasaron por esta etapa y no es tan terrible, es algo temporal. La adolescencia conlleva dosis ingratas que hay que llevar de la mejor manera posible y es la única forma para que sus hijos desarrollen esos mismos recursos para afrontarlos. Debemos estar cercanos, ser facilitadores, pero retirarnos un poquito, no podemos tratar a los adolescentes como niños. Si no, caeríamos en un problema importante como es la sobreprotección. Debemos estar atentos, pero no aterrados.

¿Qué mensaje clave tratas de transmitir a los adolescentes?

Uno de los temas principales que trato con ellos es la autoestima, quererse, porque es la etapa en la que nada les gusta. Parece que se comen el mundo pero en el fondo están buscando su referencia. No se encuentran, no se gustan, se tratan a sí mismos mal. Es una etapa que yo considero muy egocéntrica. Yo les animo a que se coman el mundo pero un poco más despacio, que no tengan tanta prisa. Les sugiero que se apoyen en sus padres. Trabajo para que vean el entorno no como algo tóxico que va a por ellos. Es absurdo cuando piensan que sus padres no los apoyan, que son lo peor… Hay que salir de ese bucle. Y evidentemente, al igual que a ellos les gusta que sus padres les entiendan o que se pongan en su lugar, trabajo con ellos para que se pongan en el lugar de los demás. A veces falta esa empatía, aunque es lógico: cuando una persona está muy pendiente de sí misma, porque no está tranquila, porque no está a gusto, queda poco margen para estar pendiente de los demás. Pero es absolutamente necesario fomentar esa capacidad, porque la tienen, solo que no la están desarrollando.

¿Qué mensaje o qué inquietud clave te transmiten los adolescentes con respecto a los padres y a la educación que reciben en esta etapa?

La falta de entendimiento. El adolescente siempre dice que es un incomprendido. Hay un problema de comunicación importante. El adolescente no está queriendo manejar el mundo, lo que está queriendo en todo caso es participar y lo que está queriendo en muchas ocasiones es que quien tiene que dirigir dirija. Yo desde luego no me encuentro con adolescentes que quieran controlarlo todo ni tanto como piensan los padres a priori.

Tenemos la creencia de que el adolescente es alguien que quiere manejarlo todo. Pero con ellos te das cuenta de que no, de que el adolescente está deseando que le escuchen y que no nos lancemos a hacer juicios de valor, que es un poco lo que hacemos.

Ellos al final se encuentran en un entorno que sienten que está en contra de ellos. Me consta que no es así, pero me consta también que muchas veces lo hacemos tan mal que parece así. Yo a los padres les digo que sé que es difícil pero hay que mantener la firmeza y la mano izquierda, eso es lo que pide muchas veces el adolescente.

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