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Escenas educativas 39: “¿Y si pudiéramos plantar la semilla de la solidaridad?”

Fátima nos cuenta cómo fue la reacción de sus hijos al ver la imagen de Omran, el niño sirio ensangrentado que fue rescatado en un bombardeo en Alepo (Siria), entre preguntas llenas de curiosidad y una emocionante muestra de empatía.

Escenas educativas 39: “¿Y si pudiéramos plantar la semilla de la solidaridad?”

Fátima nos cuenta cómo fue la reacción de sus hijos al ver la imagen de Omran, el niño sirio ensangrentado que fue rescatado en un bombardeo en Alepo (Siria). Si tú quieres contarnos tu historia, escríbenos a autores@gestionandohijos.com 

Hará dos semanas, todos los informativos nos mostraban la imagen de un niño con media cara ensangrentada y el cuerpo lleno de polvo de escombros, sentado en una ambulancia y con la mirada perdida. Se trataba de Omran, un niño de cinco años. La imagen, tomada en vídeo por un médico que participó en el rescate y convertida en viral por un periodista, dio la vuelta al mundo como símbolo del horror de la guerra de Siria. Luego algunas imágenes ampliaban el foco y vimos a una protagonista secundaria, la hermana mayor de Omran, que también resultó herida y estaba sentada a su lado en la ambulancia. La mirada perdida, llena de sangre y polvo, de Omran llegó a la casa donde estábamos pasando las vacaciones con mis padres cuando mi madre estaba viendo un informativo en la televisión. Mi hijo, también de cinco años, como Omran, pasaba por ahí mientras mi madre veía las noticias y se quedó atrapado por esa tremenda imagen de un niño de su edad, ensangrentado, con la mirada perdida y penetrante. Y enseguida fuimos conscientes del enorme impacto que esa imagen había tenido en él:

-¿Por qué tiene sangre en la cara? ¿Qué le pasa a ese niño? -Nos preguntó con expresión horrorizada.

Yo le expliqué que su casa había sido bombardeada porque en su país, Siria, había una guerra.

 

De ahí surgieron muchas más preguntas, algunas de ellas con curiosidad (“¿Por qué hay una guerra en Siria?”, “¿Qué es una dictadura?”), otras con esperanza en un mundo mejor y solidaridad (“¿Y cómo se puede solucionar?”, “¿Van a firmar pronto la paz?”, “¿Se va a curar ese niño?”) y otras con miedo por su propia seguridad (“¿Siria está cerca?”, “¿Podrían venir a bombardear nuestra casa?”). Su hermana, de 9 años, en una actitud sobreprotectora que ríete tú de los padres helicóptero, me recriminó con bastante vehemencia que su hermano hubiera visto esa imagen:

-Mamá, ¿por qué has dejado que vea esa imagen? ¿No te das cuenta de que ahora tendrá pesadillas? Pobrecito, es muy pequeño y ahora está pasando mucho miedo.

Por mucho que traté de explicarle que nadie, yo tampoco, nos empeñamos en que viera la imagen, que simplemente pasaba por ahí y la vio, mi hija no se quedó convencida. Pero luego, mientras se bañaban, empezaron a reflexionar a su modo sobre las guerras, lo que se podría hacer para pararlas y el hecho de que la violencia no es algo divertido, sino que solo provoca destrucción. Y entonces mi hijo dijo que por mucho que él estuviera en contra de la guerra no podría hacer nada si los que mandan querían guerra. Pero su hermana dijo algo que me encantó:

-Pero es que si todos estamos en contra de la guerra, aunque los que mandan la quisieran, no podrían hacerla, porque no iría nadie.

Yo les dije que ojalá siguieran pensando así y que convencieran a mucha gente, porque entre todos podrían cambiar el mundo.

También hablamos mucho del desconcierto que les había creado ver esa imagen y las pesadillas que les iba a provocar, e incluso llegó a decir mi hijo que ojalá no la hubiera visto. Y mi hija volvió a sorprenderme diciendo: “Sí, ojalá no la hubiéramos visto pero porque no hubieran bombardeado esa casa”.

He pensado mucho si habría dejado a mis hijos ver esa imagen si lo hubiera podido evitar. La imagen les sigue perturbando y no quiero dejar de subrayar que lo ideal es que no hubieran visto esa imagen porque no se hubiera producido. Y además creo, como decía Lucía Galán, de “Lucía, mi pediatra” en vuestro taller, que “cuando una mujer se convierte en madre se vuelve madre de todos los niños del mundo”. Y creo que, cuando unos niños ven imágenes de otros niños en el mundo, se hacen conscientes del mundo en que vivimos y brota en ellos la semilla de la solidaridad. Espero que dé buenos frutos. 


Imagen de portada: Sebastian Pichler

 

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