Cuando llegan nuestros hijos e hijas a la adolescencia, un nuevo universo de libertad se abre a su paso. Nos piden mayor autonomía, nos piden salir de fiesta, comienzan a tener pareja… Son muchos cambios que quizás como padres y madres no estamos preparados.
Ante las peticiones que nos hagan nuestros hijos e hijas, debemos saber cómo reaccionar, qué cosas queremos ceder y en qué cosas no queremos ceder.
La importancia de los acuerdos en la adolescencia
La hora de llegada, los hábitos de estudio, las tareas del hogar, el tiempo que pasa con los dispositivos electrónicos… En todas estas situaciones tendremos que llegar a acuerdos con ellos.
Es muy posible que los acuerdos a los que lleguemos con ellos no se cumplan a la primera, que ellos pongan resistencia. Recordemos, como señala la educadora y autora del libro ‘El día que mi hija me llamó zorra’ Sara Desirée Ruiz, que no buscamos que sean obedientes, buscamos responsabilidad con sus acciones. Puede que a la primera no lo cumplan, lo que conllevará ciertas consecuencias lógicas que ellos mismos habrán acordado, y esto les ayudará a responsabilizarse para su futuro. “Los acuerdos no implican que las personas adolescentes cumplan inmediatamente los compromisos que adquieren, pero sí las vinculan más con ellos y nos permiten trabajar sobre un concepto muy importante: la confianza“, remarca la educadora.
El consenso y la negociación
Podemos llegar a acuerdos mediante el consenso y la negociación. En el consenso una de las partes realiza una propuesta y la otra está de acuerdo, por lo que no hay diferencias entre la idea de una parte y de otra. Un ejemplo de consenso puede ser cuando tu hija te pide llegar a las 12 de la noche porque hay fiestas en el pueblo y a ti te parece adecuada esa hora debido a las circunstancias festivas.
Sin embargo, en la negociación ambas partes no están de acuerdo con las propuestas de cada una y negocian para llegar a una en común. Por ejemplo, si tu hija te pide llegar a las 7 de la mañana y tú no ves que eso sea posible, hay que llegar a una negociación. Podemos tener clara ciertos límites innegociables, como pueden ser: llegar sobria a casa, llegar acompañada y no sobrepasar las tres de la mañana. Entonces, para llegar al acuerdo, tu hija te tendrá que hacer otra propuesta y ambas negociar hasta que tengáis una propuesta en la que ambas estáis de acuerdo.
Cuando ponemos un límite, por ejemplo, no permitir que llegue a las 7 de la mañana, siempre es beneficioso dar alternativas para que vean que, aunque no se puede hacer lo que ellos en un primer momento quieren, sí que tienen alternativas. Estas alternativas les van a hacer ver que tenemos en cuenta sus necesidades. Así lo explica Desirée Ruiz: “Es importante dejar siempre claro que entendemos su necesidad y que vamos a hacer lo posible por llegar a un acuerdo en lugar de imponer nuestra perspectiva adulta por encima de todo.
Cómo actuar ante una decisión que no les gusta
Es probable que ante una situación en la que no está de acuerdo con la decisión a la que se ha llegado se enfade y nos replique. Ante esto debemos recordarle que aunque tenga límites, en anteriores ocasiones hemos llegado a puntos de acuerdo y ha tenido más libertad de la que cree. Un ejemplo que se podemos aplicar si nuestra hija nos pide salir de fiesta hasta tarde es este que señala Desirée Ruiz: “Me viene a la mente el verano pasado, ¿te acuerdas de cuando pediste quedarte en casa de tus amigas a dormir, la noche del concierto, y pudiste hacerlo?”
Lo importante es explicarles el para qué y por qué se toma esa decisión, cuáles son nuestras razones para ese límite. La educadora contempla que es esencial acompañar nuestra decisión o límite junto el para qué hago esto, para qué propongo esto. Por ejemplo: “Te pido que no vuelvas sola a casa si es muy tarde para evitar preocuparme y pasarlo mal hasta que llegas y compruebo que estás bien”. Esto facilita la comunicación entre nosotros y nos permite dialogar asertivamente.