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Heike Freire: “No es necesario que los niños estén quietos y atiendan para aprender”

Heike Freire reedita un libro que señala que muchos trastornos con los que se diagnostica a la infancia se podrían prevenir creando un ambiente más saludable.
Heike Freire Evento Gestionando Hijos

“Tenemos que buscar entre todos niños que sean personas plenas, porque el día de mañana harán lo que quieran, si no han perdido esa especie de luz que tiene que ver con el placer de vivir y que lo trae todo niño o toda niña”.  

Heike Freire acaba de reeditar un libro en el que habla que muchos de los trastornos con los que se está diagnosticando a la infancia se podrían prevenir creando un ambiente más saludable para nuestros niños y niñas. Ese ambiente saludable, considera, es “un ambiente donde hay mucho contacto físico, emocional con la familia de base, donde esa familia está muy apoyada por una comunidad, donde no hay estrés, hay mucha tranquilidad, donde a los niños y a las niñas se les permite crecer a su propio ritmo y desarrollarse en contacto con la naturaleza, con su propia naturaleza y su entorno natural”. Crítica con el mandato social de “estate quieto y atiende”, porque es una petición adulta contraria a las necesidades de la infancia, advierte que tenemos a la infancia más quieta y atenta de la Historia gracias a las pantallas, y eso es un peligro. Hablamos con esta experta en innovación educativa y defensora de los derechos de la infancia sobre cómo podría transformarse el ambiente para mejorar el bienestar de la infancia y, por ende, de todos nosotros, en lugar de transformar a los niños y niñas para encajar en este entorno poco saludable. Heike Freire es una de las expertas con cuyas ideas inspiradoras contamos en nuestra plataforma .   

 

Yo inicialmente no quería escribir un libro sobre el TDAH, sino sobre las dificultades y los trastornos que les está creando a los niños y niñas el hecho de que viven en unos entornos que no son adecuados para ellos, que no les permiten satisfacer sus necesidades. Cuando se publicó por primera vez el libro, el TDAH estaba en todos los periódicos y es uno de los trastornos que yo más he investigado pero también hay otros trastornos y dificultades de los que hablo en el libro. Yo había pensado inicialmente el título “Estate quieto y atiende” porque quería plantear con esa pregunta si realmente los niños y las niñas pueden responder fácilmente a esta petición que les hacemos los adultos. La petición, que puede ser también una orden, de que se estén quietos los adultos la tenemos desde siempre, porque el movimiento de los niños siempre nos ha generado dificultades, para poder hacer nuestras cosas, sobre todo cuando los niños son más pequeños.

El movimiento de los niños es algo innato, que aunque a los padres les molesta y a los maestros también es una necesidad tan acuciante como la de comer o dormir, aunque no se suele considerar así. El “estate quieto” nace de una necesidad adulta y eso es una cosa que tenemos que comprender. Yo quería poner “Estate quieto y atiende” en el título para marcar que es una petición de los adultos. En la escuela el estarse quieto y atender se ha vinculado con el aprendizaje y esto es una creencia, porque realmente no es necesario que los niños estén quietos y atiendan para aprender.

El “estate quiero y atiende” remite a un modelo de escuela que hace tiempo que estamos intentando superar. Me quería preguntar con este título si realmente están los niños en condiciones de responder favorablemente a estas peticiones adultas o no, cómo la visión de una dificultad de los niños puede tener que ver con una visión equivocada de los adultos sobre las necesidades de los niños. Es una manera de enmarcar este enfoque ambiental de lo que son las dificultades infantiles, es un enfoque que me parece muy necesario y no siempre se tiene en cuenta.

En el libro cuento que algunos médicos consideran que transformar los ambientes es demasiado caro y es más económico cambiar al individuo. El problema es que si cambiamos a los niños nos cargamos leyes de desarrollo que están inscritas en nuestros genes desde hace cientos de miles de años. Paradójicamente, hoy tenemos los niños más atentos y quietos de la Historia, y eso no lo ha conseguido ningún padre o madre, lo han conseguido la tecnología y las pantallas. Esto es completamente antinatural, va en detrimento del desarrollo infantil.

  • Dices en tu libro que se considera más rentable transformar al individuo que los ambientes. ¿Crees que esto está detrás del sobrediagnóstico de trastornos como el TDAH?

Cuando estaba escribiendo el libro, un amigo mío que es médico y trabajaba en la Comisión Europea estaba elaborando un informe sobre “disease mongering”, que podríamos traducir como promoción de falsas enfermedades. Lo estaban realizando a petición de una parlamentaria que se había quejado de que había aparecido una publicidad de Metilferinato de unos laboratorios que era un cómic de un superhéroe. El niño que se tomaba el Metilferinato se convertía en un superhéroe. A esta parlamentaria le pareció excesivo. La conclusión del informe es que el TDAH es uno de los casos de promoción de falsas enfermedades.

Hay una tendencia actual en la medicina y en la psicología a buscar todas las causas en el individuo. Cuando yo estudié Psicología había una apertura mucho mayor hacia temas ambientales. En los últimos 20-30 años se ha vuelto mucho a la genética.

Hay otro tema que es la culpabilidad de los padres. Yo acompaño a familias que tienen algún tipo de dificultad y tengo que ir de puntillas para no despertar la culpabilidad de los padres porque les hace huir. Cuando se habla de estos trastornos se dice que los padres no tienen ninguna responsabilidad, que no son culpables, que es un problema interno de sus hijos, de equilibrio químico de sus cerebros, aunque no dan con el origen individual, orgánico y genético. Se observan diferencias en los neurotransmisores, pero eso puede ser la causa o la consecuencia.

Yo le he dado mil vueltas al tema de la culpabilidad de los padres y cuando empiezo un taller ya les digo directamente: “Mirad, sois culpables, maravillosamente culpables de haber traído a este hijo al mundo. Y una vez que hayáis podido vivir esta culpabilidad a fondo ya podréis pasar a otra cosa, que es asumir la responsabilidad”. Y en esa responsabilidad hay que tener en cuenta todos los condicionamientos que tenemos las familias hoy.

El primero de ellos es que no disponemos de comunidad y eso es un problema gordísimo. Aunque a las familias se les diga que su hijo ha nacido así no se sabe bien por qué y tengan la pastillita, se les culpabiliza socialmente. La culpa que tienen los padres en algunos aspectos tiene que ver con una falta de madurez nuestra y en otros aspectos con una sociedad que nos culpabiliza de todo. La sociedad nos deja solos cuando es real este proverbio africano de que para criar a un hijo hace falta una tribu, los niños y las niñas necesitan una comunidad. Una de las cosas que estoy trabajando con escuelas de 0 a 6 años es identificar ya en el barrio donde está la escuela las familias que se han quedado embarazadas, trabajar de forma muy estrecha con centros de salud, hospitales y maternidades, de manera que ya desde el momento en que un hijo es concebido por una pareja, ya pertenece a esa comunidad. Esto es una de las cosas que las familias hemos de reivindicar en lugar de que nos culpabilicen, porque al final los que lo pagan todo son los niños. Defiendo que seamos responsables, tengamos un compromiso con nosotros mismos, con nuestro hijo y a nivel social para construir la sociedad que nuestros hijos necesitan para desarrollarse saludablemente. Y que todos necesitamos, porque como dice Tonucci los niños y las niñas son la medida del bienestar para todos.

  • ¿Cómo es un ambiente saludable para la infancia?

Es un ambiente donde hay mucho contacto físico, emocional con la familia de base, donde esa familia está muy apoyada por una comunidad, donde no hay estrés, hay mucha tranquilidad, donde a los niños y a las niñas se les permite crecer a su propio ritmo y desarrollarse en contacto con la naturaleza, con su propia naturaleza y su entorno natural.

Una cosa que se suele hacer mucho es acelerar a los niños, se les sobreestimula constantemente, lo que les saca de sus ritmos vitales y de su bienestar. La velocidad de las ondas cerebrales medida con encefalograma de un niño pequeño es muy lenta y se ha demostrado que cuanto más lenta es el cuerpo produce hormonas de crecimiento, melatonina, serotonina, toda una serie de hormonas que contribuyen a armonizar y a ese desarrollo tan fuerte que tienen los bebés humanos en los primeros años de vida. Para eso se necesita muchísima tranquilidad, no sacar a los bebés pequeños de esos ritmos y no sobreestimularlos, mantener ese útero externo donde todo es suave y las cosas van despacito.

  • ¿Qué ideas podrías dar para usar las pantallas de una manera más positiva?
Portada del libro “Estate quieto y atiende”, de Heike Freire.

La primera cosa que me parece fundamental es que padres y madres tengan información. La primera charla que di la hice hace 16 años y se llamaba “Con la tele no se juega” y la gente me llamó exagerada. 16 años después me piden cada vez más conferencias y talleres sobre este tema. Y la primera reacción de los padres es preguntarse por qué nadie les cuenta lo que les he contado.  En este país no tenemos un organismo que regule este tema y que dé información suficiente a los padres, en Francia sí existe ese organismo y se asesora a los padres en los centros de salud o en las escuelas sobre qué es lo que le pasa al cerebro y al sistema orgánico de los niños cuando ven demasiadas pantallas o demasiado pequeños. Madres, padres, maestras, maestros necesitan información veraz con la que no se les intente vender nada. A mí me han llamado periodistas para que les dijera beneficios de las tabletas para los niños menores de tres años y yo les decía que si hacía una lista de las necesidades de los niños de 0 a 3 años la necesidad de una tableta no la pondría. A mí no me gusta dar recetas, muestro diferentes perspectivas de especialistas en mis talleres y charlas, desde algunos que hablan de una introducción paulatina de la misma manera que la alimentación complementaria o de otros que dicen nada de pantallas hasta los 12 años. No creo que mi papel sea decirles a los padres lo que tienen que hacer. Mi papel es darles la información y darles pautas en las que pueden inspirarse. Pero cada uno tiene que hacer su trabajo en su casa: saber qué ocurre en sus hijos con la exposición a las pantallas, analizar cómo está mi casa en cuanto a pantallas, y, a partir de la información y la opinión de especialistas qué quiero hacer. Creo que el respeto a las familias es muy importante y les damos consejos cuando no deberíamos. Si tienen la suficiente información y un asesoramiento correcto, pueden ellos mismos decidir.

  • ¿Qué información deberíamos tener muy presente sobre las pantallas y sus efectos en nuestros hijos?

Aconsejo a padres y madres que hagan talleres sobre esto, porque juntarse con otras personas y reflexionar juntos ayuda a crear tu propia orientación y criterio.

Philippe Zimbardo dice que las pantallas están modificando el cerebro del ser humano en sus etapas de desarrollo (desde el embarazo hasta los 12-14 años, aunque nunca acaba de formarse) y no sabemos hacia dónde se está modificando.

¿Quieres que personas que están lucrándose con la tecnología experimenten con el cerebro de tus hijos?

  • ¿Qué cambios podría hacer la sociedad para proporcionar un ambiente más saludable para nuestros hijos?

En una charla hablábamos de la diferencia entre salvajismo y barbarie y siempre he reivindicado más salvajismo en la educación de los niños y niñas porque lo que tenemos ahora es una barbarie. Para la mayor parte de las tribus salvajes indígenas, la educación y la crianza es una prioridad. ¿Por qué? Porque el ser humano, por su idiosincrasia, tiene una infancia larga, un periodo de desarrollo fuera del útero muy largo. Eso requiere un trabajo y dedicación por parte de los adultos muy grande y eso tiene que estar apoyado por la sociedad.

Es importante que consigamos que la infancia sea una prioridad para las Administraciones, para los decisores a nivel nacional, a nivel comunitario y a nivel local, y eso significa que los padres y las madres estén también cuidados y atendidos y puedan enfrentarse a esa situación con suficientes apoyos y con tranquilidad, en lugar de encontrarse encerrados en un piso una sola persona o dos personas con uno, dos o tres niños y totalmente culpabilizados, eso es lo principal.

La sociedad tiene que dar a las familias tiempo para estar juntos, para poder convivir y disfrutar, espacios comunes, porque con la tecnología ahora es muy común que cada miembro de la familia esté enchufado a una pantalla y no haya conversación, ni tiempo para disfrutar al aire libre. Vivimos en una sociedad donde la única función de la persona que está valorada es la productiva, la profesional, y sin embargo un ser humano es muchas otras cosas. Más importante que la producción es la reproducción de la especie y la creación de una sociedad con futuro y de futuro, y para eso la prioridad es la infancia y la familia, y la comunidad en torno a ellas.

  • ¿Qué podrían hacer familias cuyos hijos se sospecha que tienen algún trastorno tipo TDAH cambiar el ambiente para mejorar su bienestar?

No solo hablo del TDAH, cada vez se habla de más trastornos que tienen que ver con el ambiente, hay diagnósticos de niños con una nueva nomenclatura que se usa para la bipolaridad o incluso autismo virtual. Quiero decir a los padres que lo mejor que pueden hacer es no ver a sus hijos como cerebritos y no pensar tanto en el trabajo de grandes ingenieros que van a tener el día de mañana, sino ver a sus hijos más como una globalidad, una integración de muchos aspectos. Y en lugar de centrarse en sus “defectos” o pequeños problemas, que a veces son ínfimos, pero como queremos que sean lo mejor y que estén a tope en todo, es mejor que se centren en ver a sus hijos como una globalidad (no solo en la parte intelectual, sino también cómo están a nivel emocional, cómo están en sus relaciones, en su cuerpo, en su relación con el movimiento, cómo se sienten en sus cuerpos, con los demás, en la familia, cómo están en el aire libre).

Y que se centren sobre todo en sus talentos, sus cualidades, sus intereses, en las cosas positivas en lugar de poner siempre la mirada en lo negativo. En vez de pretender producir un cerebrito, que busquen que su hijo sea una persona plena, que se sienta bien consigo misma, que gestione bien sus emociones y que sea capaz de relacionarse con los demás de una manera cálida, amorosa, que tenga pasiones, les pediría que tuvieran otra mirada sobre el niño o la niña, una mirada más amplia y humana.

Si consiguen ver a sus hijos plenos y exigir que en las escuelas sus hijos tengan esa plenitud de bienestar, seguramente no tendrían esos problemas que tienen. Hay un problema que tiene que ver con las expectativas de los padres y con las expectativas de las escuelas. A las escuelas no hay que pedirles cerebritos, sino niños que estén bien, despiertos, vivos, saludables, intensos. Tenemos que buscar entre todos niños que sean personas plenas, porque el día de mañana harán lo que quieran, si no han perdido esa especie de luz que tiene que ver con el placer de vivir y que lo trae todo niño o toda niña.


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