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La doble vara de medir la maternidad y la paternidad

Tener hijos, su cuidado, su educación, su crianza se sigue asociando a una sola figura: la mujer. Es cierto que en las últimas décadas se ha propiciado un gran cambio en la concepción de la maternidad y la paternidad. Ahora son cada vez más el número de padres que se implican en la educación de los niños.

Esta incorporación del padre en la vida familiar es un hecho a celebrar, solo así la corresponsabilidad de la crianza podrá ser efectiva. Pero también introduce un nuevo elemento en esta ecuación: el sesgo de admiración hacia el padre que se ocupa de los cuidados mínimos de los hijos y la naturalización del papel de cuidadora que debe cumplir la madre.

Este sesgo se ha agudizado en las últimas décadas debido a la incorporación total de la mujer en la vida laboral. A las mujeres ahora no solo nos piden que seamos las madres perfectas, quieren que seamos las trabajadoras perfectas y también las amas de casa perfecta. En otras palabras, quieren superwomans todos los días. Esther Vivas, periodista y autora del libro ‘Mamá desobediente’ explica esta idea. “El mito de la madre perfecta, de hecho, solo sirve para culpabilizar y estigmatizar a las mujeres que se alejan de él. Las madres son consideradas fuente de creación, las que dan la vida, pero también chivos expiatorios de los males del mundo cuando no responden a los cánones establecidos. Se las responsabiliza de la felicidad y los fracasos de sus hijas e hijos, cuando ni lo uno ni lo otro está a menudo en sus manos, y depende más de una serie de condicionantes sociales”.

La idea de madre perfecta, choca con la idea de padre al que se requiere el cuidado mínimo para denominarle padre perfecto. Esta doble vara de medir la maternidad y la paternidad lo ha ilustrado a la perfección la artista Mary Catherine Starr en su cuenta de Instagram.

La artista con estas ilustraciones denuncia cómo vanagloriamos a los hombres implicados en la educación de sus hijos y, sin embargo, hacemos de menos a las mujeres cuando no están cumpliendo su labor de madre perfecta o directamente las autodenominamos malas madres.

Parémonos a reflexionar: ¿Qué pensamos cuando vemos a un padre estar un rato con sus hijos? Que es un padre que está presente en la educación de sus hijos. ¿Y cuándo vemos a una mujer? Lo damos por hecho, creemos que es lo más normal que una mujer se ocupe de sus hijos. Vivas señala en su libro que “el rol materno se ha naturalizado”, mientras que el rol paterno se vanagloria por hacer unos mínimos cuidados, por asumir, al fin y al cabo, su paternidad.

Podemos pensar en muchos otros ejemplos: ¿Qué viene a nuestra mente si vemos a una madre llegar con comida rápida? Que es una mala madre que no tiene tiempo de hacer la cena. ¿Pero y si eso lo hace el padre? Es un padre enrollado. ¿Cuál es nuestra reacción si vemos a una madre mirar el móvil mientras que está con sus hijos? Es una madre que no está atenta y no se preocupa de sus hijos. ¿Y si lo hace el padre? Es un padre que está presente, pero que tiene que atender un momento el móvil.

¿En qué pensamos cuando vemos a una mujer ir a trabajar y volver tarde a casa? En que no cuida de sus hijos. ¿Y si lo hace un hombre? Es un padre que tiene que trabajar para su familia. Así cuenta Vivas como en el caso del trabajo nos siguen cargando con la culpa de no llegar a ser las trabajadoras perfectas y las madres perfectas: “Nos condenan a ser tachadas de profesionales fracasadas al no estar disponibles al cien por cien en el trabajo, o de malas madres por no cuidar y dedicar el tiempo suficiente a los pequeños. La culpa es siempre nuestra“.

Una cuestión de corresponsabilidad

Si nos paramos a pensar, en casa, ¿quién se ocupa de llevar a los niños al parque, llevarlos al pediatra, estar al tanto de las cosas del cole o bañarlos? ¿Quién hace la compra, la comida o la colada? ¿Qué cambios has tenido que hacer en tu carrera profesional o en tu jornada laboral desde que tienes hijos? ¿Cada cuánto lees, vas al cine o sales con amigos?

A muchos nos vendrá a la mente que la mujer realiza todas estas tareas. Y es que, aunque los hombres comienzan a realizar los cuidados básicos en la crianza y educación de los hijos, queda mucho trabajo como sociedad para que haya corresponsabilidad real en el hogar. Según un estudio del Club de Malasmadres realizado en 2017, el 54% de las mujeres son las principales responsables de las tareas invisibles del hogar, frente al 17% de los hombres. “Todas esas exigencias están en la mochila de la mujer. Las recetas saludables, casar el menú del cole con la cena de casa, las hacemos nosotras. Son las normas que asumimos en ese afán de perfeccionismo que tenemos para hacerlo todo bien. Querer delegar la responsabilidad”, nos contaba Sonsoles Onega en esta ponencia.

Sin una corresponsabilidad efectiva, tanto social como en el hogar, la educación de los hijos seguirá cargándose en las espaldas de las mujeres, y seguirán siendo necesarias ilustraciones como las de Mary Catherine Starr, para denunciar la doble vara con la que juzgamos la maternidad y la paternidad.

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