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CURSO SOBRE ADOLESCENCIA

Potencia tus habilidades comunicativas, mejorando la relación de empatía y cercanía con tus hijos

COMUNICACIÓN CON ADOLESCENTES

Resolvemos las 7 dudas más comunes de padres de adolescentes

La pedagoga y psicoterapeuta, Lola Álvarez, responde nuestras dudas más frecuentes sobre nuestros hijos adolescentes.

Cuando nuestros hijos son adolescentes, nos encontramos con una serie de preocupaciones y desafíos que pueden resultar abrumadores a largo plazo. Es un período de transición y cambio donde comienzan a buscar su identidad y a enfrentarse a nuevas experiencias y responsabilidades. En medio de este proceso, es normal que surjan preocupaciones y queramos asegurarnos de que estén bien preparados para enfrentarse a los retos que les esperan. Por ello, hemos trasladado a la pedagoga y psicoterapeuta Lola Álvarez las dudas más frecuentes sobre nuestros hijos adolescentes.

 

– Duda 1: Creemos que las personas con las que se relaciona nuestro hijo no son una buena influencia. ¿Qué podemos hacer?

 

La clave de muchos de los conflictos con nuestros hijos adolescentes está en la buena comunicación. Si estamos preocupados por las amistades de nuestro hijo, es mucho más fácil abordar un tema como ése sin darle demasiada importancia, como si fuera una conversación más. Si, por cualquier motivo, la comunicación es difícil, lo mejor es acordar un momento para hablar en el que ambos estemos tranquilos, es decir, no echarle la bronca cada vez que sale con ese amigo o amiga, ya que eso suele ser contraproducente.

Lo ideal es que les transmitamos nuestras preocupaciones sin esperar resultados inmediatos, es importante que los adolescentes conozcan nuestro criterio sobre ese tipo de cosas porque eso nunca suele caer en saco roto y siempre puede hacerles reflexionar. Es posible que les haga estar más atentos a esas características que hemos notado sobre sus amigos y que pueden ser preocupantes.

Muchos de nosotros creemos que nuestros hijos no nos escuchan, pero no nos damos cuenta de que la mayoría de estos temas delicados pueden tratarse en una conversación cotidiana, sin que tenga que ser necesariamente “un sermón”. La mayoría de los adolescentes siempre tienen muy presente lo que piensan sus padres, aunque se esfuercen por demostrar lo contrario.

 

Duda 2: Desde que nuestro hijo tiene novia ya no queda con sus amigos, tampoco quiere hacer planes con nosotros, no está centrado en sus estudios y, en general, en nada… 

 

Las relaciones románticas son un mundo por descubrir y una parte integral de la adolescencia. Les ayuda a conocer otros aspectos de la vida y de sí mismos, muchos de ellos se sorprenden de la intensidad de sus sentimientos y de lo que son capaces de hacer por estar con esa otra persona. Eso puede, en ocasiones, distanciarles de sus actividades habituales, sobre todo durante el periodo inicial de enamoramiento.

Pero si esa situación está repercutiendo en otros aspectos notables de su vida, hay que ayudarle a entender cuál es el motivo de su distanciamiento o su desinterés. Tal vez sienta que esa persona es lo más importante y que “rellena todos sus huecos”, en esos casos, hay que ayudarles a que valoren esos otros aspectos de su vida conversando con ellos. En esos momentos, tenemos que respetar sus sentimientos y reconocer lo significativa que es esa relación para ellos, pero hay que recordarles que también hay que cuidar otros aspectos de la vida, que echamos de menos su compañía, que los estudios son fundamentales y que todo ello puede ser compatible con tener una relación.

Es una tarea delicada que puede necesitar más de una conversación. Tal como ocurre con las amistades, el criticar al novio o novia suele ser contraproducente (y mucho peor, dar un ultimátum), pero nada impide expresar una opinión o una preocupación si creemos que nuestro hijo o hija está cometiendo un error.

 

Duda 3: Y, ¿qué hacemos si nuestro hijo llega borracho a casa?

 

Los límites que imponemos son necesarios durante la crianza en todas las edades, no sólo al llegar a la adolescencia. Éstos, con frecuencia, frustran las tendencias naturales que tienen nuestros hijos cuando quieren hacer otras cosas, y puede causar rabietas o conflictos que se pueden manifestar de formas muy diversas. A veces abiertamente, por ejemplo, con enfrentamientos con la autoridad de padres o profesores, mientras que otros conflictos se manifiestan de forma más oculta, por ejemplo, con el consumo de alcohol o drogas, o teniendo conductas de riesgo.

La edad es un factor principal en el consumo de alcohol o drogas y, por regla general, cuanto más tarde se empiece mejor, ya que el impacto neurológico será menor a medida que vayan creciendo. Lo esencial es diferenciar la “experimentación” con el hábito que se puede crear con el uso frecuente. Hay que poder conversar con ellos si se sospecha que puede estar consumiendo algún tipo de sustancia tóxica, y eso es mucho más fácil si ya existe una buena comunicación entre ellos.

 

“La normalización del uso de tabaco, alcohol y cannabis entre los padres crea una incongruencia cuando se intenta educar a nuestros hijos sobre sus posibles efectos nocivos”, Lola Álvarez

 

Lo cierto es que la inseguridad y la rebelión propia de la adolescencia propicia el uso de sustancias durante este periodo. La normalización del uso de tabaco, alcohol y cannabis entre los padres también crea una incongruencia cuando se intenta educar a nuestros hijos sobre sus posibles efectos nocivos. Además, existen otros peligros, ya que para obtener la droga pueden involucrarse en conductas poco deseables o delictivas.

Sea cual sea, todos ellos se han de abordar con la mayor serenidad posible, aunque es necesario que podamos distinguir una crisis transitoria o una borrachera ocasional de una situación crónica, para la que se necesitaría recurrir a la ayuda profesional. Lo primordial es mantener una comunicación ágil con nuestros hijos, estar abiertos a lo que se pueda presentar sin hacer demasiados aspavientos y ayudarles a identificar y a gestionar las situaciones en las que pueden necesitar ayuda. Mantener ese equilibrio no es fácil, ya que se trata de dar a los hijos suficiente independencia, pero que, a la vez, hacer que esto ocurra dentro de unos límites claramente trazados, los cuales sirvan para mantener a nuestro hijo adolescente alejado de conductas riesgosas.

 

Duda 4: El rendimiento académico de nuestro hijo no es óptimo. No está centrado y no se esfuerza. ¿Cómo podemos ayudarle?

 

Este suele ser un tema candente durante esta etapa. La adolescencia les abre tantas puertas a la vez, que tener que centrarse en una sola les parece aburridísimo. Hay que ver cuál ha sido su trayectoria educativa hasta la fecha y si ha sido siempre de rendimiento medio o ha bajado en picado. En cuyo caso, hay que investigar las causas, hablando con ellos y con sus profesores.

Tenemos que intentar establecer objetivos académicos realistas, no tiene sentido exigirle sobresalientes si siempre ha sido de aprobados. El tema del rendimiento escolar es una cuestión de límites, debemos enseñarles a tolerar la frustración e inculcarles un compromiso con el proceso educativo. Es decir, aceptar que han de aprender ciertas cosas que tal vez no les interesen mucho, pero que, a medida que se hacen mayores, podrán elegir y acercarse más a sus aspiraciones. Si no desean estudiar más allá de la enseñanza obligatoria, es sustancial que tengan apoyo y colaboremos con ellos en la búsqueda y planificación de su futuro.

Como en todos los otros temas, la buena comunicación fluida y frecuente con nuestros hijos (a diferencia de los sermones) es el mejor aliado.

 

Duda 5: Hemos pillado a nuestro hijo viendo contenido para adultos. ¿Es normal? ¿Cómo debemos reaccionar?

 

El uso de internet, y de redes en general, ha hecho que el acceso a la pornografía se haya extendido entre los jóvenes y que, además, esté empezando en edades cada vez más tempranas. De hecho, parece haberse convertido en la fuente de educación sexual más utilizada hoy en día. Las consecuencias para los adolescentes pueden ser bastante serias ya que, si esa es su principal fuente de información, su idea de lo que constituye una relación sexual puede distar mucho de lo que ocurre en la vida real y, más aún, de las relaciones que ellos pueden entablar con chico o chicas de su edad.

La educación sexual debe estar a nuestro cargo y al de educadores, y parte de ello es explicarles que la pornografía es una ficción creada para estimular o para entretener, pero que no es un reflejo de la realidad ni de cómo las parejas se relacionan entre ellas. A esto, se le añade otro fenómeno que se ha extendido entre los jóvenes y es el establecer contactos mediante aplicaciones, lo que puede conducirles hacia un modo de relacionarse muy superficial, que facilita encuentros sexuales fugaces y sin compromiso emocional de ningún tipo. Esto, en combinación con el material pornográfico al que tienen acceso, puede influir en su conducta sexual y en sus expectativas, y hacerles actuar de forma poco recomendable para esta etapa de su desarrollo. Por ejemplo, sabemos que la pornografía ha normalizado las prácticas sexuales extremas y muchas adolescentes se creen obligadas a participar en actos dolorosos o denigrantes que pueden ser sumamente traumáticos para ellas.

Tenemos que hablar con ellos y contextualizar cómo se pueden tener relaciones sexuales respetuosas, su vinculación con los lazos afectivos y los valores que rigen la vida en pareja. Es una edad en la que se suele descubrir el amor y la idealización de la persona amada, algo muy difícil de reconciliar con la crudeza de las escenas pornográficas, por lo que hay que ayudarles a hacer esa distinción.

 

Duda 6: Nos preocupa que nuestro hijo salga tanto. ¿No deberíamos hacerlo porque es algo normal? 

 

Nuestros hijos adolescentes nos necesitan de una manera muy concreta, casi como un escenario de fondo, que sepan que pueden contar con nosotros si nos necesitan, pero que, a la vez, les demos cancha para ejercitar su independencia. Es importante mantener las vías de comunicación abiertas y aprovechar las oportunidades que se presentan para pasar tiempo con ellos, tal vez viendo una película juntos o yendo de compras con ellos. Compartir cualquier tarea cotidiana nos acerca a su mundo, a sus aficiones y a sus puntos de vista. Es un silogismo muy sencillo, cuanto mejor sea la comunicación con ellos, menos sustos nos llevaremos.

La adolescencia dura varios años y no es un proceso linear, sino más bien de vaivenes, por lo que pueden tener momentos en los que necesiten ser tratados como si fueran más jóvenes, mientras que otras veces se creen con derecho a tomar decisiones sobre sus idas y venidas sin consultar con nosotros. Hay que ser flexibles y reconocer que ese deseo de ser cuidado como un niño sigue ahí, pero también es necesario distinguir cuando necesitan espacio y buscar nuevas experiencias. Lo fundamental es poder conversar al respecto y acordar unos límites.

De hecho, lo contrario suele ser lo preocupante. Un adolescente que no tiene un grupo de amigos o no sale regularmente puede sufrir de inseguridad o de aislamiento social, y eso puede impactar negativamente en su desarrollo físico y emocional.

 

Duda 7: Nuestro hijo sube a sus redes sociales fotos comprometidas. ¿Qué deberíamos hacer?

 

La actividad en redes ha agudizado muchos de los problemas a los que se enfrentan hoy en día los adolescentes. La búsqueda incesante de los likes puede afectar seriamente a su autoestima, y vemos que el culto a la imagen está causando serios problemas entre los jóvenes, sobre todo entre las chicas. Estadísticas recientes revelan que un porcentaje altísimo de chicas se han sentido presionadas para enviar este tipo de material, tanto por sus parejas como por gente desconocida. Es conveniente educar a nuestros hijos sobre las consecuencias que esto puede tener para ellos, ya que una vez que esas imágenes están en el espacio virtual pueden ser controladas por otras entidades con fines sórdidos, denigrantes y potencialmente peligrosos para ellos. También es considerable hacerles reflexionar sobre cómo esto puede influir en su autoestima, de entrada pueden recibir un like, pero, ¿qué precio pagarán a largo plazo?

En general, si un adolescente no comparte o habla sobre sus aficiones con nadie de su entorno real y se relaciona con esos mundos virtuales en la soledad de su habitación, las consecuencias pueden ser muy nocivas para su desarrollo. Todavía carecen de la madurez emocional para gestionar el vaivén emocional que les producen todos estos estímulos, lo cual puede sumirles en una gran confusión y crearles ansiedad, depresión o malestar emocional.

El uso de redes es lo que hace que el salto generacional de padres a hijos hoy en día sea mucho mayor que antes. Es cierto que muchos de nosotros también utilizamos las redes sociales, pero no hemos crecido con ellas tal y como ocurre ahora con nuestros hijos en la era digital. Ellos no se separan de su teléfono móvil, que es una fuente de información y de comunicación con otras personas sin descansar. Por ello, es importante que haya supervisión en el uso de sus redes, algo que, una vez más, se hace mucho más fácil cuando hay buena comunicación con ellos.

 

Como recomendaciones finales, la experta nos insiste en que es fundamental estar atentos a las “banderas rojas” que pueden denotar una situación problemática para nuestro hijo adolescente. Las conductas nuevas o inusuales, el hermetismo en alguien que antes no lo era, la actitud evasiva, el que salga sin saber a dónde va ni con quién se junta, las bajadas en el rendimiento escolar… hay un sinfín de señales que muchas veces notamos, pero que, tal vez, no le damos la suficiente importancia. El vínculo con nuestros hijos es muy fuerte, por tanto, si hay conflictos o desencuentros siempre podrán crearse otras oportunidades para enderezar las cosas. ¡Nunca hay que rendirse!

 

Hay tres cosas que son claves y que nos ayudarán a salir ilesos de esta etapa:

  • La primera es la serenidad. Tenemos que entender que el desarrollo cerebral de los adolescentes implica que están ejercitando sus músculos emocionales, a veces con pocos filtros y, por lo tanto, pueden decir o hacer cosas un tanto disparatadas. Los padres somos lo que tienen más a mano para “ejercitarse” en el terreno emocional y es importante que no nos tomemos las cosas personalmente. De hecho, en la consulta, muchos adolescentes reconocen que no saben que fue lo que los motivó a decir o a hacer ciertas cosas en un determinado momento. Sencillamente porque lo veían así.

 

  • La segunda es la firmeza. No debemos dejarnos arrollar por el ímpetu y la insistencia de los adolescentes. Es una edad en la que rozar o, en ocasiones, rebasar los límites les resulta muy atractivo y es posible que quieran hacer cosas que nos causen intranquilidad. Tenemos que saber decir que no cuando el momento lo precise, y asumir que eso puede potencialmente causar un conflicto. También es necesario tener una conversación cuando las cosas se hayan calmado y, a veces, ofrecerles alguna alternativa que les parezca aceptable.

 

  • La tercera (y esta es importantísima) es no perder el sentido del humor. Hay muchos episodios que, aunque en su momento les hayan hecho saltar chispas, resultan cómicos cuando se rememoran. Es posible que los adolescentes tengan ideas o conductas algo desatinadas o irresponsables. Ante esto, lo mejor es mantener la actitud de “bien está lo que bien acaba” y a otra cosa.

En general, todo resulta más fácil si nos apoyamos mutuamente en esta etapa, simplemente porque cuatro ojos ven más que dos y, tal vez, uno de los dos esté horrorizado, pero el otro le pueda quitar hierro al asunto. En las familias monoparentales, es fundamental que los padres o las madres que lo afrontan en solitario puedan tener el apoyo de amigos o familiares cuando se encuentran con estas situaciones, tanto si han de ser firmes como si necesitan desahogarse con alguien que, de paso, les ayude a ver el lado más “light”.

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Carlota Arellano

Carlota Arellano

Periodista y Social Media Manager
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