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Mamá, papá, cuando me porto mal también os necesito

Cuando nuestros hijos se portan mal porque están desbordados por sus emociones, necesitan nuestro apoyo y que salvaguardemos nuestra relación por encima de todo.

Cuando nuestros hijos se portan mal, muchas veces están desbordados por sus emociones. Aunque la inercia nos lleva a querer acabar con el numerito lo más rápido posible, María Ángeles Jové Pons nos recomienda no perder de vista un gran objetivo que seguro tenemos: salvaguardar y cuidar nuestra relación con él. 

Las más de las veces, cuando nuestros hijos se portan mal y no colaboran es porque la situación les desborda. La emoción los controla e impide que estén receptivos. Nosotros desesperamos. Pensamos: “No lo entiendo, normalmente no actúa así, el otro día reaccionó muy bien cuando le dije que su amiguito no podía venir a casa a jugar y ahora se pone como el increíble Hulk porque su hermana le ha quitado la pelota”. Olvidamos que nosotros tampoco actuamos SIEMPRE como deberíamos y ¡SOMOS ADULTOS! ¿Cuántas veces olvidamos que tiene tres años? ¿No le estamos exigiendo demasiado? ¿Cuántas veces reconocemos que perdemos los papeles? “Tuve un día horroroso en el trabajo, estaba cansada y ¿Qué me encuentro en casa?, los juguetes sin recoger”. Somos adultos y, a veces, no podemos evitar ser víctimas de las circunstancias y reaccionamos en lugar de hacernos responsables de lo que nos pasa.

Esta reflexión no es para culpabilizarnos. Es para que, ante una reacción desafortunada o rabieta de nuestros hijos,  nos anticipemos y nos preguntemos ¿Qué le pasa a mi hijo? ¿Qué hay detrás de su comportamiento? ¿Qué necesita? ¿Estará cansado (los días de piscina no se aguanta de pie)? ¿Hambriento (hoy no ha comido muy bien)? En un momento así, es inútil cualquier sermón a gritos, la sobre estimulación sensorial les provocará más descontrol y reactividad. Por el contrario, cualquier cosa que hagamos en la línea de conectar emocionalmente e intentar tranquilizarle siempre será mejor. Un abrazo, validar sus emociones, unas palabras suaves y cariñosas…. Una vez lograda la calma, cuando esté receptivo quizás sea el momento de enseñarle algo “Tienes que tener cuidado con…” “Sabes pedir las cosas de otra manera…”.”No me gusta que….” Ya habrá tiempo para eso. Tan importante es el qué hacemos como el cómo lo hacemos. ¿Qué mensaje/enseñanza quiero transmitir? A veces, tan sólo queremos un resultado cortoplacista y que me haga caso para salir del paso, y esta aspiración es muy legítima. Os invito también a pensar más a lo grande, a largo plazo… Quizás transmitirle el mensaje que lo que más me importa es salvaguardar nuestra relación por encima de todo. Así, podemos enseñarle lo que esperamos de él y cuidamos la relación al mismo tiempo.

Imagen: Scream and Shout / Mindaugas Danys – Flickr

 

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