En ocasiones, nos agobiamos porque nuestro hijo no muestra un comportamiento sociable. Nos desespera su actitud y con el objetivo de que la situación cambie, actuamos erróneamente. Lo único que conseguimos es que nuestro hijo se encierre más en su habitación. El psicólogo, Jesús Delfín, nos explica cómo actuar. Dándonos las directrices correctas para que nuestros hijos no levanten una barrera con nosotros (o cierren el pestillo de la puerta, también).
El experto, Jesús Delfín, empieza a contarnos que “Dentro de la adolescencia, sobre todo a partir de los 12 años, los chicos tienden a buscar su identidad, a buscar el yo. Se separan de la familia, y empiezan a pasar más tiempo con los iguales o están más solos”. Es un comportamiento completamente normal que los adolescentes se separen incluso físicamente de su núcleo familiar. Para ellos, su habitación es la libertad. Su lugar seguro. Delfín, también nos comenta, que hay elementos negativos como: “el uso de las nuevas tecnologías”, que pueden cambiar esta tendencia “natural” Por ello, hay que ver si es un proceso vital de la edad, si realmente existe un mal uso de las tecnologías, o si hay un problema mayor que todavía no hemos sido capaces de identificar, nos dice Delfín.
¿Qué hacemos si nuestro hijo se aísla?
El primer paso si nuestro hijo se aísla es averiguar cuál es el motivo que hay detrás de. Para ello, Delfín recomienda seguir estos pasos:
Aprovechamos los momentos de receptividad. Tenemos que aprovechar los momentos en los que nuestro hijo esté feliz. Es decir, esperar a que sea un buen momento: en una comida familiar o en un entorno donde se encuentre seguro. Del mismo modo, el psicólogo, nos advierte que no debemos frustrarnos si en un principio no se muestran participativos. Hay que ser pacientes.
Nos comunicamos. Después de buscar el momento, podemos tener una conversación. Porque si nuestro hijo se está aislando, puede ser por algún motivo negativo. Así que hablamos con ellos.
Les preguntamos sin agobiar. Cuando estemos buscando el momento idóneo para hablar con ellos debemos hacerlo sin agobiar. No podemos ser padres intrusivos, porque lo único que haremos será levantar más muros.
Cuidamos nuestro lenguaje. Debemos ser cuidadosos con el mensaje que transmitimos. En otras palabras, es muy importante medir nuestro vocabulario. En cuanto al tono, este debe ser respetuoso: “que nuestros hijos palmen confianza, que sientan que están en un sitio seguro y que en ningún momento les vamos a juzgar”, nos explica Delfín.
Les preguntamos cómo se sienten. En vez de preguntarles “¿por qué no sales?”, tenemos que empezar a interesarnos por sus emociones: ¿Estás bien?, indagar un poco más allá.
Después de indagar en “el por qué”, ¿qué hacemos?
Delfín nos da 4 claves que nos pueden ayudar:
1.Animarlos a salir. Como, por ejemplo: retomar un plan que le gustaba hacer, pedirles que nos acompañen, que hagan una actividad extraescolar y, si son más pequeños, llevarlos al parque.
2.Invitar amigos a casa. Si ellos no quieren salir, traerle la compañía a casa. Invitarles a que traigan a sus amigos: a sus iguales. Personas de su mismo rango de edad, con los que se sientan cómodos. Jesús Delfín, apunta que, de alguna forma, aunque no salgan, evitaremos que pierdan sus relaciones sociales.
3.Intentar que no pierdan el contacto con el exterior. En relación con lo anterior, tenemos que mantener las relaciones sociales o familiares de nuestros hijos. Delfín, también señala la importancia de mantener el contacto social, ya que este es vital cuando creamos nuestra identidad. Un punto muy importante cuando nos estamos desarrollando de niños a adultos.
4.En el caso de que exista una adicción a las tecnologías, acudir a un experto. Si observamos que el problema de nuestro hijo se debe a un uso descontrolado y adictivo de las tecnologías, tenemos que buscar ayuda profesional. Un psicólogo o terapeuta que nos dé unas directrices a seguir. Actualmente, nuestros hijos, tanto pequeños como adolescentes, suelen hacer un mal uso de las tecnologías. Esto, aparte de significar un problema social en general, puede ser determinante en el aislamiento social de nuestros hijos, concluye Delfín.
