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Mi hijo se sale con la suya, ¿estoy haciendo algo mal?

A veces creemos que ceder ante los deseos de nuestros hijos e hijas nos convierte en perdedores de la batalla frente a ellos

Repetimos mucho lo necesario que son los límites en la educación de nuestros hijos e hijas, pues les permiten saber lo que pueden hacer, lo que no pueden hacer y hasta dónde lo pueden hacer. Aún así, muchas veces nos presentan retos: no quieren hacer algo, tienen rabietas, nos pegan, y nosotros, por desesperación, cedemos ante su deseo.

Se tiene la impresión de que cuando cedemos ante nuestros hijos, cuando nos retan y nosotros perdemos la batalla, estamos convirtiendo a nuestros hijos e hijas en tiranos, en personas que van a conseguir siempre salirse con la suya. Pero ¿es tan malo ceder? ¿Si se salen con la suya vamos a hacer crecer a un niño tirano? ¿O quizás no es tan malo si encontramos un punto medio entre sus necesidades y las nuestras y hay negociación de por medio?

Dicotomía de ganar y perder

A veces entendemos la educación de nuestros hijos e hijas como un resultado en el que salimos ganando o perdiendo. Creemos que nuestros hijos e hijas están en un bando en el que quieren que perdamos, y nosotros estamos en el otro bando, con ideas completamente opuestas. Nos olvidamos de que verdaderamente estamos en el mismo bando. La psicoterapeuta Philippa Perry pone un ejemplo muy claro en su libro ‘El libro que ojalá tus padres hubieran leído’. Su hija de tres años y ella estaban volviendo a casa de comprar. Mientras que ella quería llegar a casa sin distracciones, su hija se paró de golpe a descansar y a mirar una hormiga. “En mis planes no estaba descansar a medio camino de vuelta a casa. Sin embargo, en aquel momento, Flo estaba descansando. Un señor mayor se nos acercó y me preguntó: ¿Gana ella? Entendí a qué se refería de inmediato. Se refería a si Flo se estaba saliendo con la suya en la guerra de voluntades entre madre e hija”, cuenta.

Como adultos entendemos que nuestros hijos e hijas se tienen que adaptar siempre a nuestras necesidades, al mundo de las prisas en el que vivimos. Pero pocas veces nos adaptamos las suyas. Philippa entendió en ese momento que no podía solo pensar en ella, tenía que pensar en su hija, en que necesitaba descansar y ver una hormiga. Así lo escribe ella: “Me di cuenta de que Flo, que no estaba acostumbrada a caminar tanto rato, se sentía cansada y deseaba descansar. Pensé en lo abrumada que se habría sentido por todo lo que veía y escuchaba a su alrededor; posiblemente, no había aprendido a no hacer caso de todo lo que no era relevante para ella, como los adultos hacemos automáticamente, y de ahí su necesidad de concentrarse en una sola cosa. Resulta más conveniente pensar en una situación desde el punto de vista del niño, no desde el tuyo. El mío en aquel caso sería este: quiero llegar a casa, ella me está entreteniendo, es mi deseo contra el suyo”.

La idea de perder la batalla contra nuestros hijos

A veces tenemos la idea de que cuando nuestros hijos tienen una rabieta lo hacen para retarnos, para que nosotros nos debilitemos y ellos se conviertan en los ganadores de la batalla. Y sí, a veces perdemos y debemos ceder ante nuestros hijos, y esto afecta a nuestra parentalidad, pues podemos llegar a sentir que nuestro hijo o hija está tomando el control sobre nosotros. La consultora en crianza Miriam Tirado describe esta sensación en su libro ‘Límites: Cómo educar con límites conscientes y crecer juntos’. “A menudo nos daremos cuenta de que nos cuesta mucho ceder, que nos incomoda, que nos irrita y que se nos remueven cosas internas inconscientes que es necesario sanar. Se remueven nuestros cimientos, nuestro ego se retuerce y entran las dudas: ¿Estaré siendo demasiada blanda? ¿Nos estará tomando el pelo?”.

Sin embargo, Philippa señala que hay que cambiar este pensamiento que tenemos de perder frente a nuestros hijos e hijas. “En este juego de no permitir que se salgan con la suya no hay ganadores. Solo hay manipulación, no relación. El juego de la victoria y la derrota puede llegar a afianzarse como una dinámica, y eso perjudica a las relaciones. Al dominar a un niño, le enseñamos a dominar. ¿Y si tu hijo adopta el patrón de pensar que es normal y deseable imponer su voluntad a los demás? ¿Qué imagen se creará entre sus compañeros de clase? Si tu manera de criar a tus hijos pasa en gran medida por imponer tu voluntad sobre la suya, los patrones de relación que aprenderán pueden ser dañinos. Si un niño aprende una selección de roles tan limitada («el que hace» y «el que recibe» o, dicho de otro modo, el dominante y el sumiso), su potencial como persona se verá considerablemente limitado. Por ejemplo, si los modelos con los que tiene más experiencia son los de víctima y acosador, podría acabar convirtiéndose en un acosador o encontrándose automáticamente en el papel de víctima”.

Es decir, si imponemos las obligaciones y nuestros deseos sobre los de nuestros hijos e hijas sin tenerles en cuenta, sin ver sus necesidades, habrá más predisposición de que se puedan convertir en tiranos, porque les estamos enseñando que siempre el adulto sobre los demás impone su voluntad. Además, como padres y madres debemos entender que cuando tienen una conducta que no nos esperamos y las expresan mediante un estallido emocional, no nos están retando, sino que están expresando una necesidad ya que no tienen otras herramientas para expresarla.

Niños y niñas no tienen capacidad para retarnos desde tan pequeños, van aprendiendo conductas. Si imponemos todo el rato nuestras necesidades y nos olvidamos de ellas, sí que puede empezar a adquirir una actitud más retadora.

Encontrar un equilibrio entre sus necesidades y las nuestras

Entonces, ¿tengo que ceder siempre? No, siempre hay que buscar un equilibrio entre ambas partes, entre padres e hijos. Perry señala que la clave está en la comunicación que tenemos con los niños y niñas. ¿Qué le pasa? ¿Por qué nos está chillando? ¿Por qué se ha parado en mitad de la calle?

Para Tirado lo mejor es establecer desde pequeños la negociación. No todos los límites son negociables, pero se puede negociar un equilibrio entre las necesidades que tenemos los adultos y los niños. Aunque, eso sí, durante la fase de rabietas y egocéntrica lo tendremos mucho más complicado para que nos haga caso, pues los niños están en “una etapa de autoafirmación, reivindicación y totalmente egocéntrica”. Por eso, Tirado recomienda que más que negociar, les demos opciones para que sientan que tienen capacidad de elección.

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