Desde que nuestros hijos comienzan a experimentar rabietas (más o menos a partir de los 18 meses), las madres y padres empezamos a verlos de otra manera, con otros ojos, ya no como angelitos que solo lloran cuando tienen hambre, sueño o necesitan cariño, sino como esos niños que nos retan y se enfadan si no consiguen salirse con la suya. Pero, ¿y si te dijera que en este artículo vamos a conseguir cambiar tu visión de los enfados de tus hijos, incluso verlos como algo positivo?
Esta perspectiva de los enfados se la debemos a la disciplina positiva, y no solo va a cambiar tu visión del enfado, sino que va a lograr cambiar la actitud de tu hijo.
Los niños deben enfadarse
Antes de que sigas leyendo, te voy a dar 3 razones de peso por las que debes permitir que tu hijo se enfade:
1.Tu hijo está en todo su derecho de enfadarse
Los adultos también nos enfadamos. ¿No es así? Entonces, ¿por qué nuestro hijo no puede hacerlo? Quizá el motivo principal por el que no nos gusta que nuestros hijos se enfaden es que cuando están enfadados no nos ponen fáciles las cosas, sino todo lo contrario, acaban con la paz familiar, pero esto, aunque es desagradable, no inhabilita el derecho de nuestros hijos a experimentar el enfado.
2.Tu hijo no elige enfadarse
El enfado es un impulso inconsciente, no voluntario. Nadie puede elegir enfadarse, tu hijo tampoco. El enfado es una emoción, y como tal, no podemos evitar sentirla. Lo que sí podemos es controlar la forma en la que la expresamos. Y es a esto a lo que tenemos que enseñar a nuestros hijos, a regular la forma en la que deben expresar su enfado. Esto lo veremos más adelante.
3.El enfado es adaptativo, nos permite sobrevivir
¿Os imagináis que nuestro hijo, cuando alguien le insulta, no se enfadara? Esta pregunta podemos trasladarla a cualquier emoción. Y eso hacía la pedagoga Mar Romera en una ponencia en un evento Educar es todo.
“Yo no quiero que mis hijas sean felices, yo quiero que mis hijas vivan todas las plataformas emocionales, que escojan la emoción adecuada en el momento adecuado y la intensidad oportuna. Yo quiero que mis hijas estén tristes cuando pierden a alguien, porque si no serían psicópatas. Quiero que mis hijas sientan asco para rechazar aquello que no deben acoger. Quiero que mis hijas sientan enfado cuando alguien las pisa porque, de no hacerlo, serán mujeres maltratadas. ”.
Y es que, tal y como dice Mar Romera, el enfado nos permite poner límites, decir basta. ¿Acaso no queremos esto para nuestros hijos?
¿Por qué mi hijo se enfada por todo?
Es cierto que hay una edad en la que nuestros hijos suelen enfadarse por todo. “Cuando nuestros hijos son pequeños, se enfadan porque no saben expresar de otra manera lo que les está pasando. El enfado para ellos no es el problema, es la solución que le está poniendo a su problema”, nos decía Mar.
Pero es que además, nuestro hijo se enfrenta al enfado sin una mochila de herramientas con la que sí contamos los adultos. Esto lo explica muy bien el psicólogo Rafa Guerrero: “No podemos pedir a un niño de 3 años que sepa controlar sus emociones, que ante algo que no le está gustando, sepa expresarlo de forma calmada, como lo haríamos los adultos. El motivo es que la zona encargada de hacer esto en su cerebro (la corteza prefrontal), aún no está lo suficientemente desarrollada para hacerlo. Pedirle esto a un niño es como pedirle a un ciego que vea”.
En pocas palabras, nuestros hijos no saben hacerlo de otra forma. Un niño enfadado es alguien que no sabe reconocer su emoción, tampoco sabe cómo tratarla. Y aquí te planteo una pregunta: ¿ si fuera un adulto, no pensaríamos que necesita ayuda?
¿Qué debemos hacer cuando nuestro hijo se enfada?
“Las madres y padres debemos ser esa muleta que nuestros hijos utilizan para andar cuándo aún no saben hacerlo solos”, nos dice Rafa. Entendiendo andar en este contexto como todo aquello que nuestro hijo aún no sabe hacer por sí mismo, también, por supuesto, controlar sus emociones, entre ellas el enfado.
Entonces, ¿cómo debemos actuar nosotros ante su enfado?
1.Comprender suenfado
Lo primero que tenemos que hacer es comprender y legitimar su emoción. Tu hijo está enfadado, no hay más. Tiene sus motivos, aunque no sean los tuyos. De nada sirve negar lo que está sintiendo o intentar reprimir ese sentimiento. “Tenemos que educar con el interruptor de las emociones encendido”, nos dice siempre Rafa. “De esta forma, nuestros hijos no se convertirá en adultos que repriman sus emociones”.
2.No intentar razonar con él en ese momento
Las palabras en estas condiciones no funcionan, si se lo has dicho una vez, no insistas más, no está sordo, lo que ocurre es que ante una emoción tan intensa como es la rabia o el enfado, se han activado en su cerebro las amígdalas cerebrales. “Esto provoca que esta parte del cerebro reaccione en vez de responder, de lo que se desprende que el niño no tiene ningún control sobre la emoción en cuestión. Tendremos que esperar a que nuestro hijo se calme para poder hablar con él de lo qué ha pasado e intentar buscar juntos la solución para que no vuelva a ocurrir”, nos dice Rafa.
3.Mantener la calma y no enfadarnos
Nuestro hijo está en un estallido emocional, nuestra misión es contenerle, devolverle a la calma. Si nos enfadamos, estaremos echando más leña al fuego. “Actuar en estas situaciones desde la calma y el respeto no es sinónimo de ser permisivos o no poner límites, que no te dé miedo hablar con firmeza y asertividad: estarás creando límites sanos, dando seguridad, conteniendo a un niño desbocado y reforzando los valores familiares”, señala la consultorade crianza y fundadora de ‘Relájate y educa’ Amaya de Miguel.
4.Enséñarle a autorregularse
En ocasiones, somos los propios padres los que pretendemos y exigimos a nuestros hijos que controlen y gestionen sus modales, su mal humor, su impulsividad y la manera de hacer determinadas cosas. En definitiva, tenemos la expectativa de que sean nuestros hijos quienes calmen su propia rabia (total, ellos se la provocan, ellos tendrán que dar con la solución, ¿no?). “Nada más lejos de la realidad. Nuestra misión es regular a nuestro hijos, devolverle a la calma para que, cuando sea adulto, sepa hacerlo él mismo. Nuestros hijos aún no saben hacerlo de otra forma. Solo se llega a la autorregulación emocional pasando por la heterorregulación (es otro quién te regula)”, nos recuerda Rafa.
5.Validar su emoción, no la conducta
Como hemos mencionado anteriormente, la emoción es involuntaria, nadie puede elegir no sentir enfado, miedo, rabia. Lo que sí podemos elegir es la forma en la que expresamos esa emoción. Nuestro papel es enseñar a nuestros hijos a hacerlo de la forma correcta. Por ejemplo, si cada vez que se enfada, pega a su hermana, debemos dejarle claro que entendemos su enfado (validamos su emoción), pero que no aceptamos que haya pegado a su hermana (no aceptamos su conducta).
La experta en inteligencia emocional Begoña Ibarrolla siempre recuerda que “la regulación emocional cuesta más a unas personas que a otras, porque también influye el temperamento (hay personas muy impulsivas, muy expresivas…) pero que en ningún es represión emocional, ni muchísimo menos. Es aprender a expresar adecuadamente las emociones”.
6.Mira más allá, busca qué hay detrás de su enfado
Como siempre nos recuerda la experta en Disciplina Positiva María Soto, “los malos comportamientos son malas decisiones que nos hablan de una necesidad. Y ante su necesidad mal expresada, muchas veces solo tenemos en cuenta cómo lo expresan, no lo que sienten de verdad”. Es aquí donde entra la teoría del iceberg:
Para comprender esta teoría, María nos pone un ejemplo: “Imaginaos que mi hijo mayor pega a mi hija pequeña y yo le castigo para penalizar su conducta (parte visible del iceberg). Sin embargo, no miro en la parte no visible del iceberg para entender qué le está motivando a pegar a su hermana. En este caso, lo hace porque tiene celos. Mañana, en vez de pegarle, le esconderá los juguetes. Yo volveré a castigarle. Pero su creencia errónea (pensar que yo quiera más a su hermana) seguirá ahí”.
Por eso es muy importante que nosotros sepamos ver qué hay detrás de los malos comportamientos y también que ayudemos a nuestros hijos a identificar esas dificultades o motivaciones que le están llevando a comportarse de esa manera determinada.
Mi hijo adolescente siempre está enfadado
¿Qué ocurre si el que siempre está enfadado es ya un adolescente?
En este caso, no podemos olvidarnos que en esta etapa, nuestro hijo se encuentra en un momento de revisión de los límites, de los valores, de las normas…Hasta entonces eran dadas por otros, y ahora ha llegado el momento de hacerlas suyas y que no sean de imposición externa. Es lógico que, a menudo, su forma de entender el mundo choque con la nuestra.
Pero es que si nos adentramos en su cerebro, entenderemos mejor a nuestro adolescente, que como dice Rafa Guerrero en su libro ‘El cerebro infantil y adolescente. Claves y secretos de la neuroeducación’, “es un gran incomprendido. Nadie entiende porqué se comporta cómo lo hace, pero es que no es una elección suya, es que está programado genéticamente para hacerlo así. Aunque estamos acostumbrados a ver sus cambios físicos, hormonales, no somos conscientes de que su cerebro se está reseteando y esto provoca cambios en su identidad, aparece su necesidad de experimentar, de alejarse de sus padres y acercarse a su grupo de iguales, de poner en duda todo lo aprendido hasta el momento”.
Por tanto, en esta etapa, nos tocará empatizar mucho con él. “Su cerebro está en obras”, nos recuerda Rafa. Cuando termine de construirse, la relación con él volverá a la normalidad.