Padres ocupados, niños malcriados, ¿qué hay de cierto en esta afirmación?

Se nos dice, una y otra vez, que esta es la generación de niños más consentidos, mimados y malcriados. Que tienen de todo y que no lo aprecian, que no se les pone límites, que hacen lo que quieren, que no respetan, que son tiranos ingobernables, que nos tienen cogida la medida y que, en definitiva, los padres y madres no sabemos educar.

Y sí, puede que en cuestiones materiales nuestros hijos e hijas tengan muchísimas más cosas de las que hemos tenido nosotros y, por supuesto, nuestros padres. Tienen más juguetes, disponen de más tecnología a su alcance, estrenan más ropa, tienen acceso a más alimentos azucarados y procesados, reciben más regalos en Navidad o en su cumpleaños, tienen paga… en definitiva, prácticamente podemos decir que están inundados por las cosas materiales, incluso les sobran. Hoy en día se tienen menos hijos y, por lo tanto, un niño ya no ha de compartir un único juguete con sus cinco hermanos, no es lo habitual.

 

 ¿Qué es malcriar?

Según la Real Academia Española (RAE), consentir es mimar a los hijos, ser muy indulgente con los niños o con los inferiores. ¿Y malcriar? Educar mal a los hijos, condescendiendo demasiado con sus gustos y caprichos. ¿Y mimar? Tratar con excesivo regalo, cariño y condescendencia a alguien y, en especial, a los niños.

Sí, puede que en cuanto a gustos y caprichos nuestros hijos sean más consentidos. Que tengan más chocolate, más entretenimientos y más teléfonos móviles. Pero como suele decir el pediatra Carlos González, los niños de hoy en día son “los menos mimados de la historia, porque son los que más pronto, y durante más horas, se separan de sus padres. Y un niño no cambia a sus padres por un juguete o un dulce. Nunca antes en la historia de España había tantos niños pasando tantas horas al día separados de sus padres desde tan pequeños“.

Lo que principalmente demandan nuestros hijos de nosotros es lo que más difícilmente podemos darles: tiempo.

Lo cierto es que lo que principalmente demandan nuestros hijos de nosotros es lo que más difícilmente podemos darles: tiempo. Nos piden afecto, nos piden consuelo, nos piden cariño, nos piden mimos. Cuando se despiertan llorando por la noche no nos están pidiendo el patinete ni un helado. Nos están pidiendo que les abracemos, que les demos seguridad y protección.

Si malcriar consiste en cogerles mucho en brazos, darles muchos abrazos, contarles muchos cuentos y hacerles mucho caso, malcriemos.

Si malcriar consiste en dejarles mucho tiempo viendo la televisión, en darle un teléfono a nuestros hijos para que se calmen, en ceder constantemente sin límites o en darles muchos dulces, dejemos de hacerlo. Pero si malcriar consiste en cogerles mucho en brazos, darles muchos abrazos, contarles muchos cuentos y hacerles mucho caso, malcriemos. No esperemos a ser abuelos para hacerlo con nuestros nietos. Porque el amor y la escucha jamás harán que un niño se malcríe. Porque malcriar no depende de las atenciones materiales que les demos, sino de la atención emocional que les prestemos.

Malcriar no depende de las atenciones materiales que les demos, sino de la atención emocional que les prestemos.

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Lara Fernández

Esta periodista que lleva ejerciendo 20 años en diferentes medios de comunicación escritos y audiovisuales cumplió en 2021 su principal sueño: convertirse en mamá de un niño. Fue también su gran lección de vida al darse de bruces con la AD y la AS. Tres años antes se había graduado como maestra de Educación Infantil y se había especializado en crianza y actividades sensoriales para niños. Todo ello le ha permitido desarrollar tres de sus grandes pasiones: la comunicación, la infancia y la educación. Tres pilares básicos porque, como ella misma suele decir:

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