Creo que, la sociedad en general y nuestros hijos en particular, vivimos amenazados por una propuesta que nos llega de la publicidad, de supuestos (muy supuestos) “triunfadores”, combinado por nuestro hastío y algunas veces sin sentido. Esa amenaza es maldecir o anatemizar el esfuerzo.
Parece como si el esfuerzo fuera un enemigo de la humanidad cuando realmente es todo lo contrario. Sin el esfuerzo no habría progreso, es decir, no habría posibilidad de mejora en ningún ámbito. Vencer la desidia, la pusilanimidad es una victoria del ser humano. El esfuerzo se demuestra realizando tareas que nos exigen tesón, compromiso y mucha energía.
Sin esfuerzo no habría progreso
Nuestros hijos se ven rodeados de estímulos que les motivan para todo lo contrario. A continuación, exponemos dos ejemplos:
- Empecemos por casa, por lo que decimos. Muchas personas manifiestan su descontento con el trabajo, con lo cansado que es y con lo bien que estarían en una playa. Confían en la lotería. Cualquiera de nuestros hijos puede llevarse la idea de que la vida de un adulto es el equivalente al infierno, lleno de tedio y un esfuerzo incomprensible. Que la vida deseable es la de aquella persona que, trabajando poco, obtiene mucho. ¿Para qué estudiar? Podría preguntarse. ¿Para vivir como mis padres que se quejan de su trabajo y lo abominan? Proponemos reivindicar la dignidad del trabajo bien hecho, de esos héroes anónimos que hagan lo que hagan intentan hacerlo bien con su esfuerzo. En definitiva, da igual que sea un presidente de una gran compañía, un futbolista de Primera División o de Tercera, un barrendero, una escritora, una cajera del supermercado o un taxista.
- Las criptomonedas. Decenas de miles de jóvenes no han resistido a la promesa que multitud de anuncios les hacen. Se trata de aprender sobre criptomonedas.