La disciplina positiva es un método educativo que se ofrece como alternativa intermedia al el autoritarismo y la permisividad, y que se basa en la firmeza, el respeto, el cariño y los límites. Pero ¿por qué es importante educar en positivo? Vamos a enumerar 5 razones.
1. La disciplina positiva es efectiva a largo plazo
Una de las principales razones de que madres, padres y docentes sigamos recurriendo al castigo o a los gritos es que dan resultado a corto plazo. El castigo suele interrumpir la conducta momentáneamente. El problema radica en sus efectos a largo plazo. Jane Nelsen, creadora del concepto ‘Disciplina positiva’ y autora del libro ‘Educar con firmeza y cariño. Disciplina positiva’, nos recuerda que cuando un niño es castigado, a la larga, adopta una o las 4 “R” del castigo:
- Resentimiento: “Esto es injusto”. “No puedo confiar en los adultos”
- Revancha: “Ahora están ganando, pero me las pagarán”.
- Rebelión: “Voy a hacer justo lo contrario para demostrarles que no es necesario hacerlo a su manera”.
- Retraimiento: “La próxima vez me esconderé para hacerlo y no me pillarán”.
En este sentido, Jane nos invita a pensar en la última vez que nos sentimos humillados o tratados injustamente, y nos hace algunas preguntas: ¿tuvimos ganas de colaborar y hacerlo mejor? ¿Nos sentimos motivados a hacerlo mejor? Seguramente la respuesta sea no.
Además, las investigaciones han demostrado que los niños que reciben muchos castigos se vuelven, o bien sumisos, o bien rebeldes. ¿Es eso lo que queremos que sean nuestros hijos, que se acostumbren a obedecer y, por tanto, se conviertan en adultos sumisos? ¿O, en cambio, que se rebelen contra tanto autoritarismo? La disciplina positiva ve la educación como un proyecto a largo plazo, y entiende que nuestros hijos están aprendiendo, y que sus comportamientos no pueden cambiar de hoy a mañana, aprender nos lleva todo una vida.
2.La disciplina positiva educa niños responsables
¿Un niño que siempre se ha limitado a cumplir órdenes, con miedo a no hacerlo por las consecuencias, puede aprender a tomar decisiones y a responsabilizarse de ellas? La respuesta es no. ¿Un niño al que siempre le han dejado a hacer lo que él quiera, sin tener que respetar nada ni a nadie, puede ser un adulto respetuoso con los demás y sentirse, por tanto, responsable de sus actos? No.
Los niños no desarrollan su responsabilidad cuando nosotros, sus padres o profesores, somos demasiado estrictos y controladores, ni tampoco cuando somos demasiado permisivos. Los niños aprenden a ser responsables cuando tienen oportunidades de serlo. La disciplina positiva, al involucrar a los niños en la búsqueda de soluciones a los problemas que pueden surgir en la familia, a través, por ejemplo, de las reuniones semanales, va enseñando al niño a tomar decisiones y a asumir las consecuencias de las mismas.
3.La disciplina positiva fomenta la autoestima interna
Los niños a los que se les ha educado con premios y castigos, aprenden a actuar buscando siempre nuestra aprobación y, por tanto, desarrollan una autoestima externa. “Erróneamente, hemos pretendido regalar autoestima a nuestros hijos con elogios, premios, pegatinas de caras sonrientes que indican que mamá está contenta porque hoy se han portado bien, pero hemos asumido un riesgo, que el niño piense que vale lo que los demás digan que vale. De esta forma, un niño puede convertirse en un adicto a la aprobación externa”, nos alerta Jane Nelsen. La disciplina positiva busca que el niño desarrolle una autoestima interna, en la que sea él quién se evalúe a sí mismo. Y lo consigue de varias formas:
- Viendo el error como un aprendizaje, y no como algo negativo que hay que penalizar a través de, por ejemplo, un castigo.
- Ayudando a nuestros hijos a sentirse bien, útiles, tenidos en cuenta permitiéndoles colaborar en la familia, también en la toma de decisiones y en la resolución de conflictos.
- Haciéndoles sentir que su opinión nos importa, que les tenemos en cuenta, y que son capaces.
4.La disciplina positiva fortalece el vínculo
Cuando aprendemos a ver qué hay detrás de un “mal comportamiento” de nuestro hijo”, que no están buscando molestarnos, sino expresarnos qu´ñe se sienten mal por algo, y entendemos que sus conductas inadecuadas son malas decisiones porque no saben todavía hacerlo mejor, nuestra relación se fortalecer y el vínculo se hace irrompible. Además, como dice la experta en disciplina positiva María Soto, “se fortalecerá la confianza que nuestros hijos tienen en nosotros, porque al recibir comprensión y conexión antes de las correcciones necesarias, ya no nos verán como una figura lejana, que sólo juzga, castiga o da sermones”. Los problemas irán mejorando, en un proceso continuo, no pretenderemos que aprendan ya y ahora. Crecer nos lleva todo una vida. Educar entendiendo sus creencias equivocadas lo cambia todo.
5. La disciplina positiva les enseña competencias sociales muy valiosas
Si echamos un vistazo a las investigaciones que hay sobre las consecuencias de los castigos a la larga, descubrimos que fomentan la violencia, el disimulo, la falta de autoestima, y muchas otras competencias negativas. Y nosotros, ¿qué competencias sociales queremos que desarrollen nuestros hijos? ¿No nos gustaría que fueran respetuosos, que aceptasen las opiniones y necesidades de los demás, que fueran compasivos, que tuvieran competencias para resolver problemas, que fueran honestos, colaboradores, autodisciplinados? Si queremos estas habilidades en nuestros hijos, lo lógico es que se las vayamos enseñando desde pequeños. La disciplina positiva, al quitar de en medio el castigo, el chantaje, las amenazas, y poner en el centro el respeto mutuo y la colaboración de todos los miembros de la familia en la toma de decisiones, fomenta en nuestros hijos estas habilidades, que tanto les van a servir en su vida social.