¿Por qué no debemos obligar a nuestros hijos a compartir?

El hecho de que no quieran o no sepan compartir es algo totalmente normal en su desarrollo cognitivo. La maestra Sara Noguera nos explica qué podemos hacer.

Una tarde llegamos al parque con nuestra hija pequeña de dos años. Vemos multitud de niños jugando con palas, rastrillos, cubos… Nosotros también llevamos los nuestros y, como el resto, los dejamos al lado para que, tanto nuestra hija como los demás, puedan disfrutar. Pero ella ya tiene muy vistos los suyos y le llama la atención una pequeña grúa de uno de los niños, así que allá va. Rápidamente ese niño, de unos dos años y medio, se lo quita de las manos y le dice “es mío”. Y, acto seguido, su padre le recrimina con la tan manida frase “hijo, tienes que compartir”.

Seguro que esta escena te suena. Se repite a diario. Parece que muchos padres nos empeñamos en que nuestros hijos compartan todo el tiempo. Quizá porque pensamos que de lo contrario creerán que nuestro hijo es un maleducado o porque simplemente no nos gusta sentirnos juzgados por el resto de padres y madres. Lo hacemos, en muchos casos, por una cuestión social.

Que nuestros hijos no quieran o no sepan compartir es algo totalmente normal y natural en su desarrollo

Pero ¿sabías que el hecho de que no quieran o no sepan compartir es algo totalmente normal y natural en su desarrollo? Sara Noguera, maestra de educación infantil, especialista en inteligencias múltiples, madre de cuatro niños y fundadora de Kimudi crianza lo tiene claro. “Es importante respetar que no quieran hacerlo. A veces nos olvidamos del verdadero objetivo de compartir, que es aprender. Y ese punto va a llegar, pero hay edades en las que todavía no forma parte de su predisposición social”.

 

¿Por qué no comparten cuando son pequeños?

Al principio no comparten porque, tal y como nos explica Sara, nuestros hijos “no comprenden que aquello que quieren va a volver a ellos. Los niños viven en la inmediatez cuando son muy pequeños y creen que lo que no ven no existe. Aunque nosotros les digamos que ese objeto va a volver a ellos, no lo entienden”.

Los niños empiezan a compartir en torno a los dos o tres años. Pero no lo hacen desinteresadamente, sino porque van a obtener algo que les interesa más y que tiene otro niño. Es decir, comparten o, mejor dicho, intercambian cosas, por puro interés. Es con cuatro años aproximadamente cuando ya llega la fase del intercambio social.

“A veces nos olvidamos de que el verdadero objetivo de compartir es aprender”, Sara Noguera

¿Y qué podemos hacer los padres y madres?

El aprendizaje, cuanto más natural es, mejor se adquiere.

  • Por eso, una de las cosas que nos recomienda Sara Noguera es que convirtamos el acto de compartir en algo del día a día. “En esto, como en todo, lo importante es dar ejemplo. Podemos coger una fruta, partirla en trocitos e ir repartiendo en un plato. O podemos hacer esto mismo con los juguetes”, sugiere.
  • Otra opción es el intercambio: “Al niño que tiene el objeto preciado no se le quita. El otro niño, el que está interesado en él, puede buscar algo para intercambiar, pero no siempre puede funcionar y el que no quiere compartir está en todo su derecho. Tampoco nos debe dar miedo acompañar las emociones del niño que quiere el objeto si al final no puede conseguirlo”, añade la fundadora de Kimudi Crianza.
  • “Podemos dialogar, dar alternativas… pero no forzar. Todos tenemos derecho a tener y a disfrutar una cosa de manera individual”, añade Sara. En este sentido, hemos de asumir que habrá días que nuestros hijos no quieran compartir y que hemos de respetar lo que quieren los demás. Pero esto no implica necesariamente que siempre tengamos que ceder para que el otro esté contento.
  • Y, sobre todo, si nos encontramos en el parque con otros padres que se empeñan en que su hijo pequeños comparta, podemos dirigirnos al adulto y decirle que su hijo “no tiene por qué compartir, es suyo”. “Tenemos que hablar entre los adultos, porque al final el comportamiento de nuestros hijos es un fiel reflejo de la interacción con nosotros“, concluye esta maestra de educación infantil y madre de cuatro niños.
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Lara Fernández

Esta periodista que lleva ejerciendo 20 años en diferentes medios de comunicación escritos y audiovisuales cumplió en 2021 su principal sueño: convertirse en mamá de un niño. Fue también su gran lección de vida al darse de bruces con la AD y la AS. Tres años antes se había graduado como maestra de Educación Infantil y se había especializado en crianza y actividades sensoriales para niños. Todo ello le ha permitido desarrollar tres de sus grandes pasiones: la comunicación, la infancia y la educación. Tres pilares básicos porque, como ella misma suele decir:

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