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¿Qué es la disciplina positiva?

La Disciplina Positiva es un modelo educativo basado en la amabilidad, la firmeza y el respeto mutuo (de los hijos a los padres, pero también de los padres a los hijos), que desecha herramientas punitivas como los gritos, los castigos, los chantajes, insultos, cachetes, azotes o las amenazas.

Orígenes de la disciplina positiva

Aunque pueda parecer que la disciplina positiva es un modelo educativo muy novedoso, sus orígenes se remontan a 1920, cuando Alfred Adler, médico y psicoterapeuta austríaco, introdujo por primera vez la idea de la educación para madres y padres. Abogó por un trato respetuoso hacia los niños pero, también argumentó que los niños que no tenían límites o estaban sobreprotegidos, podrían tener problemas sociales y de comportamiento. Adler y su discípulo Rudolf Dreikurs dieron lugar a esta nueva manera de entender la educación a la que llamaron crianza democrática. A finales de los años 30, sus teorías llegaron a los Estados Unidos de la mano del Dr. Dreikurs.

En 1988, Jane Nelsen y Lynn Lott, adaptaron sus conocimientos y crearon lo que hoy en día conocemos como Disciplina Positiva. Actualmente, son más de 70 países en los que la Disciplina Positiva está siendo un referente educativo y social para crear contextos respetuosos y cooperativos.

La disciplina positiva, una alternativa intermedia entre el autoritarismo y la permisividad

Jane Nelsen cuenta en su libro ‘Cómo educar con firmeza y cariño. Disciplina positiva’, que existen tres formas diferentes de enfocar la interacción entre los adultos y los niños: la severidad, la permisividad y la disciplina positiva.

1.Severidad

Un modelo educativo severo, autoritario es un modelo basado en el control es excesivo, en el que el niño no tiene ninguna libertad, no hay opciones más que las que impone el adulto. El niño no participa en absoluto en la toma de decisiones. Son comunes las frases tipo: “Tú lo haces porque lo digo yo”. Existen unas normas y, en caso de que el niño no las cumpla, tendrá un castigo.

2.Permisividad

En este modelo educativo, el niño tiene libertad absoluta para hacer lo que quiera. No hay reglas, no hay límites.

3.Disciplina positiva

En este modelo educativo, el niño puede participar en la toma de decisiones dentro de unos límites que son respetuosos con todos. Juntos se deciden las reglas con las que funciona nuestra familia, y también las soluciones que nos ayudan cuando tenemos problemas. Cuando el adulto tiene que utilizar su criterio sin la opinión del niño, lo hará con firmeza y amabilidad, dignidad y respeto.

Jane Nelsen cuenta en su libro que muchos adultos solo conciben la existencia de los dos extremos: permisividad y severidad. “Las personas que opinan que el castigo es válido lo hacen porque creen que la única alternativa es la permisividad. Las personas que no creen en el castigo con frecuencia se van al otro extremo y se vuelven demasiado permisivas. La disciplina positiva ayuda a los adultos a encontrar un punto intermedio respetuoso, que no es ni demasiado punitivo, ni demasiado permisivo”.

Los principios de la disciplina positiva

La disciplina positiva se basa en 7 principios básicos:

1.Comprender las “mala conductas”

La mayoría de las veces que los adultos pensamos que los niños se están portando mal, no lo están haciendo, simplemente se están comportando cómo corresponde a su edad. Pero nuestro desconocimiento sobre la conducta humana y el desarrollo infantil nos hace identificar esas conductas como erróneas. En este sentido, la experta en disciplina positiva María Soto nos invita en el curso ‘Entender el mal comportamiento de nuestros hijos’ a ir más allá, y mirar que hay detrás de una “mala conducta”, y para ello nos pone el ejemplo de un iceberg,  ese bloque de hielo no es solo la parte que se ve, la que sobresale del agua, sino que hay una parte sumergida que es mucho más grande, y que los barcos deben tener muy en cuenta a la hora de navegar.“Imaginaos que mi hijo mayor pega a mi hija pequeña y yo le castigo para penalizar su conducta (parte visible del iceberg). Sin embargo, no miro en la parte no visible del iceberg para entender qué le está motivando a pegar a su hermana. En este caso lo hace porque tiene celos. Mañana, en vez de pegarla, le esconderá los juguetes. Yo volveré a castigarle. Su creencia errónea (pensar que yo quiera más a su hermana) seguirá ahí”.

No aplicar la teoría del iceberg supone centramos solo en la conducta visible, no vemos el fondo (las creencias que lo motivan, el para qué –y no el por qué- se comporta así). “Esto nos impide solucionar el problema. Nos estamos limitando a tratar de controlar el comportamiento “erróneo” de nuestros hijos, y esto solo nos llevará a frustrarnos porque no lo conseguiremos”. Nuestros hijos se “portan mal” porque no saben expresar lo que les pasa de otra manera, los malos comportamientos son malas decisiones que nos hablan de una necesidad.

2. Amabilidad y firmeza al mismo tiempo

La disciplina positiva hace hincapié en la necesidad de ser firmes y amables al mismo tiempo. A veces esto puede parecer contradictorio, porque tenemos la creencia de que amabilidad y firmeza se excluyen mutuamente, pero, como dice Jane Nelsen, “Ser amables a la vez que firmes es la clave, pues ser amables puede contrarrestar todos los problemas que entraña ser demasiado firmes (rebelión, resentimiento, autoestima dañada) y ser firmes puede contrarrestar todos los problemas que entraña ser demasiado amables (permisividad, manipulación, niños malcriados, autoestima dañada).

La amabilidad es importante para demostrar que respetamos al niño. La firmeza es importante para demostrar que nos respetamos a nosotros.

Jane pone un ejemplo en su libro de cómo ser amables y firmes al mismo tiempo:

“Imaginemos que tu hijo te grita. Una forma amable y firme de abordar esta situación es marcharte de la habitación. No puedes obligar a nadie a tratarte con respeto, pero sí podemos tratarnos nosotros con respeto. Marcharnos es un modo de hacerlo. Cuando haya pasado un rato, y todos nos hayamos calmado, podemos decirle a nuestro hijo: Cielo, siento que te hayas enfadado, respeto tus sentimientos, pero no cómo los expresas. Siempre que me faltes al respeto, yo me iré durante un rato. Te quiero y quiero estar contigo, así que, cuando estés listo para tratarme con respeto, puedes decírmelo y estaré encantada de buscar otras formas de resolver tu enfado que sean respetuosas para los dos”.

3. Respeto mutuo

La disciplina positiva basa la relación entre los niños y sus padres (o cualquier adulto) en la igualdad. “Todas las personas tienen el mismo derecho al respeto y a ser tratadas con dignidad”, decía Alfred Adler siempre. Es por esto que en la disciplina positiva no cabe la humillación ni los métodos punitivos. Esto supone un cambio de mentalidad en una sociedad en la que aún muchas personas ven con buenos ojos a un padre chillando a su hijo en medio de la calle, o dándole un tortazo, pero no lo ven normal en el caso de que fuera un adulto el que estuviera pegando o gritando a otro adulto.

 

4.Errores como oportunidades para aprender

Tendemos a ver los errores como algo de lo que avergonzarnos, sin embargo, el error es algo intrínseco al ser humano. No somos perfectos, por tanto, erramos. ¿Qué ocurre cuando penalizamos en exceso el error?

  • Dañamos la autoestima de nuestros hijos.
  • Pueden acabar optando por no asumir retos por miedo a la humillación de no conseguirlos.
  • Nuestros hijos se vuelven adictos a la aprobación externa y, por tanto, excesivamente complacientes con los demás.
  • Pueden intentar disimular o esconder sus errores para evitar que los veamos.

“Las madres y padres a menudo transmitimos mensajes negativos sobre los errores con el objetivo de motivar a nuestros hijos a que lo hagan mejor por su propio bien. Pero necesitamos aprender a concebir los errores como oportunidades de aprender. Y si cuando nuestro hijos se equivoca le dijéramos: “Te has equivocado. Eso es genial. ¿Qué podemos aprender de esto?”

Cuando Thomas Edison inventó la bombilla, no le salió a la primera, sino que realizó más de mil intentos, hasta el punto de que un discípulo suyo le preguntó el por qué persistía en construir una bombilla, si tras más de 1000 intentos no había conseguido más que fracasos. Edison, respondió: “No son fracasos, he descubierto 1000 formas de cómo no se debe hacer una bombilla”.

5. Reuniones en familia: implicar a los niños en la resolución de los problemas

Jane Nelsen propone en su libro la celebración de reuniones familiares de forma semanal para conseguir que los niños vayan practicando los procedimientos democráticos de colaborar, aprendan a tenerse respeto mutuo y centrarse en la búsqueda de soluciones a los problemas que puedan surgir. De esta forma, debemos buscar un hueco en la agenda de la semana para tener estas reuniones, sentarnos todos en círculo, y aprovecharlas para buscar entre todos soluciones no punitivas a los conflictos familiares y ayudarnos unos a otros en lo que podamos necesitar.

De esta forma, cada vez que surja un conflicto en casa, se propondrá tratarlo en la reunión semanal. Es importante que los adultos no utilicemos las reuniones para dar sermones ni para ejercer un control excesivo.

“Cuando los niños aprenden a colaborar en familia, están más dispuestos a cumplir las normas, se convierten en personas responsables, que saben tomar decisiones y tienen un concepto saludable de sí mismas”, recuerda Jane Nelsen en su libro sobre los efectos positivos que tiene involucrar a los niños en la resolución de problemas.

6. Centramos en las soluciones

Como ya hemos adelantado en el punto anterior, la disciplina positiva, ante un problema (mi hijo no quiere comer, mi hijo no quiere lavarse las manos…) trata de buscar soluciones, en lugar de recurrir a métodos punitivos como el castigo. La pregunta clave es: ¿Cuál es el problema y cuál es la solución? Por supuesto, debemos involucrar al niño en la búsqueda de la solución, de esta forma “al ser parte activa del proceso, no meros receptores, tienden a portarse mejor, porque se sienten tenidos en cuenta”, nos dice Jane. De esta forma, deberíamos preguntar al niño ideas sobre qué hacer en el futuro para evitar el problema. Si no las tiene, podemos hacerle sugerencias hasta llegar a un acuerdo. Para ello, es básico adoptar una actitud cordial y respetuosa.

7. Motivación

“Los niños necesitan motivación, de igual forma que las plantas necesitan agua”, solía decir Dreikurs. Para él, la mejor forma de conseguir que un niño no se “porte mal” o deje de hacerlo es motivándolo. Sin embargo, las madres y padres solemos reaccionar de otras formas ante la mala conducta, como es, por ejemplo, castigando, porque pensamos que un castigo motiva a un niño o no volver a comportarse de esta forma, sin embargo, no se está teniendo en cuenta las consecuencias a largo plazo de los castigos.

 

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María Dotor

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