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Rafa Guerrero: “No ir con nuestros hijos al tanatorio es anestesiarles ciertas emociones”

El psicólogo Rafa Guerrero acaba de publicar el cuento 'Adiós'. Con él pretende naturalizar hablar de la muerte con los niños. De lo contrario, en palabras del autor, "estaremos anestesiándoles parte de las emociones".

La muerte. Ese tema que para los adultos sigue siendo, en muchos casos, tabú, se esquiva y maquilla bastante más cuando hablamos de niños. Y es que pese a que la gestión emocional va adquiriendo cada vez más importancia en la educación de nuestros hijos, esta cuestión aún es una de las asignaturas pendientes. Por eso, el psicólogo Rafa Guerrero se ha propuesto concienciar sobre la importancia de no privar a nuestros hijos de esas despedidas y esos sentimientos que tienen derecho a tener, aunque la sociedad todavía no esté acostumbrada a ello. Y para conseguirlo, acaba de publicar ‘Adiós’, un cuento con el que quiere ayudar a los padres y madres a preparar a los niños ante un trance que es común a todos los seres humanos.

  • Rafa, vivimos en una sociedad que sobreprotege a los niños con estos temas (la enfermedad, la muerte…) y cuando leemos un cuento como ‘Adiós’ nos choca y nos remueve…

Mis libros no dejan de ser autobiográficos. Lo que lees en el cuento de ‘Adiós’ es lo que nos pasó cuando falleció la abuela de mi mujer. Esto fue hace un año, el 30 de noviembre del año pasado. Nosotros ya sabíamos que se iba a morir porque ya estaba muy malita, ingresada en paliativos, y sabíamos que ese momento iba a llegar. Entonces nos anticipamos y empezamos a trabajarlo, aunque no sabíamos cuando iba a morirse. El día que falleció se lo contamos y les preguntamos: ¿queréis ir al tanatorio?” y nos dijeron que sí. Ya les habíamos explicado lo que era un tanatorio y querían despedirse de su bisabuela. El caso es que cuando llegamos eran los únicos niños. Yo reconozco que, como padre, fue uno de los momentos en el que más señalado y peor mirado me sentí. Me sentí muy juzgado porque estaba haciendo algo muy natural como era permitir a mis hijos lo que ellos sentían, no lo que yo quería. Entonces lo que ahí se representa es lo que realmente vivimos, que ya no solo era la gente que estaba en el tanatorio, sino nuestros propios familiares. Los niños estaban allí porque ellos querían estar ahí y tienen derecho a despedirse de la manera que ellos consideran de su bisabuela, igual que yo también tengo derecho.

Yo entiendo que choque y entiendo que revuelva, porque como dice Irvin Yalom: “el sol y la muerte son dos cosas que no se pueden mirar directamente”. La muerte es un tema muy existencial y tenemos mucho miedo a la muerte, a lo que vendrá después y a qué pasará cuando no estemos. Y luego las imágenes del cuento también remueven mucho. Esa imagen de la cama vacía es potente, la del abuelo cuando mira a su hijo… hay escenas donde no sale nadie como en la ambulancia, pero son bestiales. A mí también me remueve, pero no deja de ser la historia como la vivimos.

  • En el cuento se destacan en grande, además, las palabras más negativas como ‘tanatorio’, ‘muerto’, ‘entierro’… es decir, aquellas que queremos evitar a nuestros hijos cuando hablamos de la muerte. Es curioso que para hablar de objetos sí decimos “esto ha muerto'” pero para hablar de un ser querido usemos eufemismos… 

Por eso este cuento sé que a más de uno le puede incomodar, pero al final tengo las ideas muy claras y sé a qué tipo de público le va a llegar. Yo lo que quiero es subrayar las palabras que creo que no debemos evitar. Creo que hay determinados aspectos de la muerte que, entiendo que den miedo y sea difícil contárselo a nuestros hijos, pero aunque sea doloroso tenemos que hacerlo. Ante la muerte de un familiar toca estar triste y llorar, y el problema es que parece que en la sociedad siempre hay que estar alegre y feliz porque la vida son dos días y que si estás triste es porque te da la gana. Esa es la presión que tenemos, que tienes que ser feliz pero no siempre toca estar feliz. A veces toca estar enfadado.

Deberíamos ir preparando nuestras cabezas y las de nuestros niños para las despedidas, que son algo muy difícil de gestionar, antes de que nos den en la cara

Sé que es un cuento que la mayoría de personas lo van a comprar cuando estén cerca de una muerte, pero no para prevenir y la idea es prevenir. Si vas a correr una maratón el 15 de febrero te pones a entrenar ya, no esperas al 1 de febrero. Es algo que llega sí o sí. Más nos vale ir preparando nuestras cabezas y las de nuestros niños ante una despedida que es muy difícil de gestionar antes de que nos dé en la cara. Las cosas que no nos gustan tendemos a apartarlas y esto es algo que nos va a pasar a todos tarde o temprano. Creo que es importante anticiparnos y prevenir. Es bonito plantear preguntas con nuestros hijos para ir creando consciencia.

  • ¿Qué consecuencias tiene el hecho de no decirles la verdad a nuestros hijos con la muerte para protegerlos?

El mensaje que transmites entonces a tus hijos es que la vida son solo bailes, música que te gusta, fiesta y cumpleaños… y la vida es eso, pero también hay otra cara de conflictos, de enfados familiares, de enfermedad, de problemas económicos, de muerte… La vida incluye tanto lo que nos gusta, que es ir de fiesta, como lo que no nos gusta, que es ir de tanatorios. A nadie le gusta ir a un tanatorio. Pero que no te guste no quiere decir que no sea necesario trabajarlo. No vas a prevenir algo que con suerte no te toca, es que la muerte nos toca a todos. Así que en primer lugar, le estás dando a tu hijo un mensaje incompleto, le anestesias ciertas emociones.

En segundo lugar, no le estás preparando para el futuro con situaciones que son complicadas y dolorosas. El dolor es parte de la vida y de todas las circunstancias se puede sacar un aprendizaje. Para nosotros, la muerte de esta abuela fue muy dura y dolorosa, pero uno de los aspectos positivos que tiene es la posibilidad de poder hacer un cuento y contar una historia que no siempre se permite conocer a los niños.

Todos conocemos personas, siendo nosotros pequeños, que se han muerto y nuestros padres no nos han permitido despedirnos. De hecho mi cuñado me decía ‘qué necesidad de que estén estos niños aquí’. Digo ‘la que tienen ellos de despedirse’. Esto me impulsó a compartir esta historia. Y saber que en mi casa se puede hablar de todos los temas porque también hacemos un esfuerzo. Para mí es más fácil poner a Rosalía y ponernos a bailar, pero no siempre la vida es de color rosa.

A nadie le gusta ir a un tanatorio. Pero que no te guste no quiere decir que no sea necesario trabajarlo. No vas a prevenir algo que con suerte no te va a tocar, es que la muerte nos toca a todos.

  • ¿Hay una edad para conocer la verdad o esto es aplicable adaptando a cualquier etapa?

No hay ninguna edad. Yo siempre digo que nuestros hijos no entienden cuando son muy pequeños el lenguaje explícito, pero sí el emocional. Y a través de él reciben sensaciones y comunicación no verbal. Desde cualquier momento podemos relacionarnos con ellos. Incluso un recién nacido que creemos que no se entera de nada se entera de muchas cosas.

Recuerdo cuando tuvimos que sacrificar a la perra de mis padres que uno de mis hijos tenía un año, y también se lo conté. Yo creo que se puede explicar la muerte a cualquier edad. Incluso a un bebé se le puede transmitir que estamos tristes y la razón. Subestimamos a los niños y lloramos encerrados en el baño porque pensamos que nuestro hijo no se entera. Y se enteran de todo aunque no nos lo quieran decir. Yo recomendaría hablarlo desde el mismo momento en el que tengamos que tocar ese tema, tenga la edad que tenga.

  • ¿Qué pautas podemos seguir los padres y madres que decidamos hablar de la muerte abiertamente?

Que sean lo más naturales posibles, que nunca usen la mentira y siempre digan la verdad. Que si hay alguna pregunta que no sabemos responder que digamos que no sabemos. No tenemos por qué inventarnos nada. Y que dejemos muy claro el concepto de la muerte como algo irreversible. Que nos encantaría que el familiar fallecido volviera pero que no va a volver. Y los niños harán preguntas porque tratan de agarrarse. Pero hay que dejarles claro que cuando alguien se muere deja de respirar, de ver, de sentir, de estar, de oler, de latir su corazón, de dar besos y de hacer magdalenas. Que nunca va a ver a esa persona pero sí la puede recordar dibujando, o escribiendo un poema, poner fotos.

Si validas los sentimientos de tus hijos, lo coherente es que tú también los expreses y demuestres tus emociones. El único requisito es que no pierdas el control

  • Cuando hemos perdido a alguien, ¿los padres podemos llorar abiertamente delante de nuestros hijos?

Sí, eso va en coherencia con lo que decimos. Si animas a tu hijo a que te cuente cosas, tienes que actuar en consecuencia. Si validas sus sentimientos y los acompañas, lo coherente es que tú también los expreses y demuestres tus emociones. Es fundamental. Si estamos tristes, que es lo lógico, demostrarlo, porque es lo más sano, natural y es positivo que nos vean llorar si es que tenemos ganas de llorar. Sin forzar. Lo importante es que te muestres de forma natural. El único requisito a la hora de expresar una emoción es que tengamos cierto control, porque si no no le ayudará a regular sus emociones. Hay que tener siempre el timón del barco en la mano. Hay que evitar transmitirles el caos. Mientras haya cierto control no hay ningún problema. Perder el control asusta a los niños, sea en el ámbito que sea.

 

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