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Saber estas 5 cosas sobre el cerebro de nuestros hijos cambiará nuestra forma de tratarlos

No entendemos muchas de las conductas de nuestros hijos porque no sabemos cómo funciona su cerebro, aún en desarrollo

“Si entendiéramos cómo funciona el cerebro de nuestros hijos, cambiaríamos mucho la forma de tratarlos y lo que les exigimos que hagan”, asegura siempre el psicólogo Rafa Guerrero, quién lleva años divulgando a cerca del funcionamiento de este órgano en la infancia y en la adolescencia.

“No entendemos que a su edad, hay determinadas cosas que, desde el punto de vista cognitivo, no pueden hacer. Y otras que, en cambio, solo pueden hacer de una forma, aunque no siempre es la que a nosotros nos gustaría”.

Para facilitarnos la difícil tarea de meternos, no ya en la piel de nuestros hijos, sino en su cerebro, Guerrero escribió un libro: ‘El cerebro infantil y adolescente. Claves y secretos de la neuroeducación’.

En este artículo, repasamos las 5 cosas más relevantes sobre el cerebro de nuestros hijos que cambiarán de forma definitiva la forma en la que nos relacionamos con ellos y las cosas que les exigimos:

1.Los 4 cerebros y el ‘pegamento cerebral’

Guerrero utiliza el modelo pedagógico de los cuatro cerebros para explicarnos la estructura del cerebro, que se divide en cuatro grandes áreas y asigna un color a cada una de estas áreas. Así, de esta manera, hablamos del cerebro rojo, verde, azul y amarillo. El cerebro rojo es el que primero se desarrolla, luego el verde, el azul y, para terminar, el amarillo.

  • El cerebro rojo se asienta sobre la base del encéfalo y su objetivo principal es la supervivencia de la persona. Cada vez que nuestra vida corre peligro, se activan de manera inconsciente y automática las respuestas de ataque, huida o parálisis.
  • Sobre el cerebro rojo se desarrolla el cerebro verde, también conocido como cerebro emocional o sistema límbico. Se encuentra justo en el centro del encéfalo y sus funciones básicas tienen que ver con la emoción, la memoria básica, los aprendizajes asociativos e instrumentales, las sociabilidad y la relación de apego. Cada vez que sentimos una emoción como el miedo, la rabia o la tristeza, se activa dicho cerebro, más concretamente unas estructuras llamadas amígdalas cerebrales.
  • El cerebro azul se ubica en el neocórtex, ya que tanto el rojo como el verde están en el subcórtex. Podríamos decir que el cerebro azul es el cerebro de los primates y del pensamiento. En todo momento, el cerebro está activo, incluso cuando duerme. En esta zona azul del cerebro tenemos almacenados nuestros pensamientos, cogniciones y todo lo relacionado con las memorias a largo plazo.
  • El cerebro amarillo es la sede de funciones ejecutivas como la concentración, el control de los impulsos, la planificación, la conciencia ética y la autorregulación emocional entre otras. El cerebro amarillo se ubica en la corteza prefrontal, justo antes de la frente.

¿Cuál es la función de las madres y padres? Elaborar el pegamento cerebral. “El pegamento cerebral es, metafóricamente, la sustancia que permite que las cuatro zonas del cerebro vayan al unísono. Y la elaboración de ese pegamento es tarea de las madres y padres. Lo tienen que ir elaborando día a día y se hace con unos ingredientes fundamentales: la protección, el fomento de su autonomía, permitir su curiosidad, atender sus emociones y enseñarles a regularlas, respetar su identidad, estimulares lo suficiente, dar respuesta a sus necesidades, dedicarles tiempo… Juntando todos estos ingredientes todos los días, vamos creando ese pegamento cerebral. Y, ojo, no vale cocinar la tarde del domingo para tener comida toda la semana. Hay que hacer pegamento todos los días”, nos cuenta Guerrero.

2.La corteza prefrontal que nos diferencia del resto de mamíferos

Este área del cerebro (cerebro amarillo) solo la tenemos los seres humanos y nos diferencia del resto de mamíferos. Además, es la última en desarrollarse, algo que tenemos que tener muy en cuenta con nuestros hijos.

En este área del cerebro está la planificación, el control de impulsos, la concentración y la autoregulación emocional. Esto explica porque los niños son tan impulsivos, tienen rabietas (no son capaces de regular sus emociones), no son capaces de prestar atención a una misma tarea mucho tiempo…

“Que un niño tenga una rabieta con dos años es tan normal como que se haga pis en la cama. La rabieta forma parte de su desarrollo, o del poco desarrollo de su corteza prefrontal”, nos dice Guerrero. Por tanto, sería un error pedir a un niño que no entrara en rabia ante una emoción desagradable cuando aún no tiene bien desarrollada el área del cerebro que se encarga de hacerlo. De la misma forma que sería un error pedir a un niño que se concentrase en una misma tarea durante un largo periodo de tiempo.

3.La activación de la amígdala cerebral

La amígdala cerebral son dos estructuras que se activan cada vez que experimentamos una emoción (miedo, rabia, tristeza, alegría, ira…), y liberan dos sustancias: la adrenalina (invita a la acción) y el cortisol (la hormona del estrés que nos impide pensar). Por tanto, “en ese momento, en el que el niño está en plena rabia, lo que ocurre es que es tremendamente emocional y poco pensante. Tratamos de que piense, de que razone, de que entre en razón, pero no puede. En ese momento, solemos decir que el niño está secuestrado por la amígdala”, nos dice Guerrero.

El aprendizaje que podemos extraer de esta información es que cuando nuestros hijos están en plena rabieta, no es que no quieran razonar, es que es imposible neurológicamente que puedan hacerlo.Por tanto, debemos esperar a que se calmen para poder razonar con ellos.

4.El cerebro, durante la adolescencia, se está actualizando

“Yo siempre digo, metafóricamente, que el cerebro de un adolescente es como un móvil que se está reseteando. Me explico: cuando yo actualizo mi móvil, el teléfono dejar de funciona. No puedo hacer llamadas, no puedo recibir mensajes por WhatsApp, no puedo acceder a Internet. Pero, una vez que el teléfono se ha actualizado, lo que tengo es una versión mejorada de mi móvil. Esto es lo que ocurre en el cerebro de un adolescente. La diferencia es que la actualización del móvil dura unos minutos, y la actualización del cerebro lleva unos años, y esto desespera a las madres y padres. La adolescencia es esa etapa en la que una parte del cerebro está “en obras”. Esto explica que los adolescentes sean muy emocionales, retadores, les guste lo novedoso, porque la parte encargada de razonar, controlar emociones, concentrarse, planificarse… está en obras y, por tanto, no está disponible”, explica Guerrero.

5.La construcción de un cerebro sano y el uso de pantallas

La Asociación Americana de Pediatría recomienda que, hasta los 2 años, los niños deben consumir 0 pantallas. ¿El motivo? El uso de pantallas dificulta el desarrollo sano del cerebro nuestros hijos. El motivo lo encontramos en la sobreestimulación que estos dispositivos producen en sus cerebros aún en desarrollo.

Dimitri Christakis, director del Centro de Salud, Comportamiento y Desarrollo Infantil del Children Seattle Hospital, es uno de los mayores estudiosos del mundo experto en el efecto de las pantallas sobre los niños. Lleva años colaborando en numerosos estudios junto a la Academia Americana de Pediatría y su posición es tajante: eliminar la exposición a la tv o cualquier otro tipo de pantallas hasta, como mínimo, los 2 años de edad, para evitar los efectos negativos que estas tienen en el cerebro de los niños.

Dimitri lo explica así en muchas de sus conferencias: “Nacemos con un cerebro sin desarrollar, y durante los dos primeros años aumenta el triple su tamaño, y lo hace como respuesta directa a la estimulación externa. Por eso nos preocupa tanto la sobreestimulación de un cerebro en desarrollo, ya que puede acortar el periodo de atención”.

De hecho, existen estudios que relacionan el consumo de pantalla en la infancia con la inatención más adelante. Podríamos decir que los niños se aburrirán leyendo un libro, o atendiendo a una profesora hablar en clase porque su cerebro necesitará estímulos más agresivos. Y será tal el aburrimiento que les resultará muy difícil concentrarse. De ahí la relación que pueden tener las nuevas tecnologías con los problemas de aprendizaje o el TDH.

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María Dotor

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