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Sergio Marina: “La educación ahora se ha convertido en un instrumento de poder”

El último libro del autor reflexiona sobre las herramientas en la docencia y propone una nueva manera de enfocar la educación

Educar es uno de los trabajos más difíciles. Las madres y padres estamos de acuerdo en ello. Los expertos en este tema aseveran que todas las personas exhiben directa o indirectamente el modelo educativo que han recibido desde pequeños, en el cual se tienen que formar a personas que sean capaces de vivir en sociedad y en armonía con los demás, a ser independientes y autónomos, y poseer un espíritu crítico para tomar decisiones y así mejorar el mundo donde vivimos. Pero, ¿de qué manera afecta en el desarrollo de los hijos tener un padre y una madre con modelos educativos diferentes? Según el doctor en Educación, Sergio Marina, y autor de ‘Educar conscientemente’, este asunto siempre dependerá de la manera en que los padres se conozcan a sí mismos para que la tarea educativa que desarrollen con sus hijos sea más o menos consciente.

El propósito del autor es que, a través de nuestro propio cuestionamiento interno, sumado a nuestra capacidad crítica, podamos evocar toda nuestra sabiduría interior cuando estemos educando, y en la siguiente entrevista nos lo explica.

 

Como dices en tu libro, “el viaje educativo empieza con uno mismo”. En él tratas esta cuestión. Por tanto, ¿primero tenemos que educarnos nosotros mismos para poder educar a otras personas?

Por supuesto. Como decía el gran Krishnamurti: “hay que educar al educador”. La verdadera educación pasa por educarnos, nunca mejor dicho. El punto de partida en la educación es muy claro, al final educamos a los demás como fuimos educados. Tal y como nos percibimos a nosotros mismos. Proyectamos a nuestros hijos, alumnos y compañeros de trabajo todas nuestras angustias, deseos, miedos que teníamos en la infancia, inseguridades, creencias que defendemos… Por lo que, si uno reflexiona, la educación siempre lleva una carga de dolor y sufrimiento para cualquier persona, tanto para el que educa como para la persona que recibe la educación, y esto lo hemos vivido todos.

Al final responde a un modelo educativo que se ha convertido en una herramienta de control y poder. Es decir, consiste en crear moldes de seres humanos que piensen, sienten y actúen en la misma dirección para satisfacer al ser humano. Un sistema basado en un modelo muy competitivo y expansivo donde se busca el éxito, la seguridad, el reconocimiento, etc. De lo que se trata es de cómo podemos educar de una forma mucho más consciente. Entonces, cuando ponemos la consciencia en el sentido de la educación, nos damos cuenta de que el pilar fundamental parte de uno mismo, o sea, del conocimiento que tengamos de nosotros mismos. Sin ese conocimiento de nosotros mismos no puede haber ninguna transformación que valga. Si yo no me conozco lo suficientemente bien, no puedo ayudar a ese niño ni puedo ayudar a nadie en ese proceso educativo, a que pueda conocerse mejor y que pueda plasmar todos esos atributos, cualidades y su potencialidad que, en definitiva, ese es el objetivo de la educación, que lo pueda plasmar y compartir. Por lo cual, ese es el primer paso: conocernos bien.

 

 

Hay un capítulo en el que hablas sobre el concepto de educación. A menudo, confundimos el significado de educar. ¿Debemos tener claro que educar más que ‘meter’ es ‘sacar’?

Así es. Hemos reducido, prácticamente, el valor de la educación a una transmisión de conocimiento e información, partiendo desde una premisa muy primaria y relativamente escasa de valor educativo. Hay un sujeto muy activo, que sería el padre o el docente, y por otro lado encontramos a ese sujeto que es pasivo, que es el niño o el adolescente, y, por ende, lo que hay es una relación jerárquica. Es decir, la transmisión del que sabe hacia el que no sabe. Y claro, casi sin darnos cuenta, se establece una relación de poder, de llenar más que percibir que ese ser humano, ese niño, da igual la edad que tenga, atesora una sabiduría, propio de su condición. Por consiguiente, el secreto para mí, uno de los grandes viajes que tenemos todos en materia educativa es crear, en medida de lo que cada uno pueda.

Requerimos las condiciones adecuadas e intervenir cuando sea preciso y necesario para que ese potencial que tiene ese ser humano pueda emerger de una forma natural y, por tanto, como ese potencial es diferente, no sirve para todo el mundo lo mismo. Aquí lo que estamos hablando es de tratar, de poder percibir que ese ser humano ya atesora algo, por tanto, más que meter es extraer. No tenemos que subestimar que un niño, por ejemplo, de tres años no puede realizar o entender cierto tema.

Tenemos que generar relaciones de tú a tú entre el educador y la persona que recibe la educación para también intercambiar los papeles. Si ejercemos la educación de forma más amorosa y respetuosa nos damos cuenta de que ellos se convierten en nuestros maestros y nosotros en alumnos. Tenemos que tener mucha humildad en materia educativa y percibir que no lo sabemos todo. Cada día hay que seguir aprendiendo, avanzando y dejarnos sorprender por las bondades y capacidades que cada ser humano puede tener. Y si les dejamos y creamos los momentos adecuados para que se puedan expresar sin miedos, de forma libre y serena, veremos cosas asombrosas del potencial tan grande que tienen nuestros hijos y nuestros alumnos, que ya nos gustaría muchas veces a nosotros poder plasmarla. Son personas que si le damos ese espacio y esa confianza, no son tan mentales como, quizá, los adultos. Son naturales, frescos, espontáneos y, por ello, muchas veces se rigen de procesos mentales superiores como la intuición o la inspiración.

 

Si ejerzo como educador me tengo que dar cuenta de que el 50% es mi trabajo, no tenemos que poner solo el foco en ese niño porque eso no sirve

 

Hablas de educar en la horizontalidad, sin jerarquías y sin que unos estén por encima de otros, pero la mayoría de nosotros hemos recibido una educación basada en el autoritarismo, es decir, que haya siempre una persona por encima que es a la que debemos seguir…

Es cierto, por eso al principio te comentaba que el juego educativo es un poco perverso porque al final no nos damos cuenta, pero ese autoritarismo que, a veces ejecutamos con nuestros hijos y nuestros alumnos es fruto de nuestro miedo y de nuestra inseguridad. Por tanto, si yo ejerzo como educador me tengo que dar cuenta de que el 50% es mi trabajo, no tenemos que poner solo el foco en ese niño porque eso no sirve. Se trata de poner el foco en uno mismo y observar dónde están esos patrones que me impiden ejercer la libertad en mí mismo y en los demás. Cuando soy consciente de que trato de manipular a mi hijo para satisfacer ese anhelo como padre que, quizás, tuve de pequeño y no surgió. O ese sueño que me gustaría que mi hijo acabe siendo, por ejemplo, abogado.

Ese niño tiene que satisfacer a sus padres haciendo lo que él realmente quiera hacer libremente, ya sea estudiar derecho o no. Esta relación de poder que establecemos con los demás se puede transformar cuando soy capaz de darme cuenta de cómo me estoy relacionando, en primer lugar, conmigo mismo y, en segundo lugar, con los demás. Por este motivo, la educación debería tener un toque de humildad para los educadores, para ejercer este proceso más de conocimiento, de transformarnos poco a poco y, a medida que yo me voy conociendo más y se dónde están mis puntos flacos, tenemos que poner acción para tener relaciones mucho más sanas en materia educativa.

 

 

Intentamos adoctrinar a los niños para lo que queremos que sean, utilizando el miedo, chantaje, premios o castigos para conseguir eso que queremos de nuestros hijos…

Más allá de que haya padres y profesores docentes en todas las etapas comprometidos consigo mismos y con el crecimiento armónico de los alumnos, se sigue observando en materia educativa ese adoctrinamiento, un ‘formateo’. La educación, que es el pilar fundamental en el desarrollo de la sociedad, ahora se ha convertido en un instrumento de poder. A través de la educación podemos crear un modelo de ser humano que está muy orientado al ámbito laboral; poco importa sus sentimientos y cómo puede gestionarse emocional y mentalmente. Hay que crear algo para satisfacer al sistema, lo que se denomina este proceso como “sistema de creencias”.

En el segundo septenio de vida, esto queda grabado en el subconsciente. La cultura del esfuerzo y todos esos hábitos para seguir avanzando se ha quedado atrás, ahora solo hay una forma de llegar a la meta y es importante ser el primero. Hay que ser el mejor. La selección de Darwin debe estar presente en los primeros años de vida; seguimos estando presentes con cosas como los gremios en los que está presente el miedo direccionado hacia un mismo objetivo. Por esto hay mucha rabia, mucho fracaso escolar. Ponemos el foco en que los niños no sirven, pero lo que no funciona es el sistema y la forma en que percibimos la educación, ya que la hemos instrumentalizado, y cuando algo se instrumentaliza caemos en el error de resumirlo en cuatro cosas muy concretas que realmente poco importa a veces en nuestra vida. La orientación de educar para ser cómo eres, con toda tu globalidad, o educar para competir, ese es el dilema de la actualidad. Estamos en un mundo muy materialista.

 

Observa a tu hijo, conócelo bien, acéptalo como es y, a partir de ahí, crea las condiciones para que tu hijo pueda ser y transfórmalo en felicidad

 

En el libro haces referencia a que nacemos originales y morimos como copias.  Asimismo, mencionas la cultura del tener y no del ser. La sociedad está hecha para que encajemos en unos moldes. Si tu hijo no encaja en ese molde, ¿es un fracaso escolar?

Evidentemente vivimos en un contexto y no podemos hacer caso omiso de él. Podemos recuperar como padres nuestro poder, no olvidarnos de nuestros hijos y que lo eduquen las escuelas. En casa debería tener un mayor porcentaje que en la escuela, dando pasos hacia delante para construir un niño, y luego un adulto, con capacidad crítica, seres humanos autónomos, ojos nuevos para un mundo nuevo. También hay padres muy comprometidos y proyectos educativos muy interesantes; debemos buscar espacios educativos que vayan en sintonía con el mundo, debemos ser grandes observadores como padres. La observación y la escucha son dos factores vitales que deben de tener los padres para identificar donde están sus cualidades, sus dones y talentos. Como padres debemos tener el poder de acompañarlos.

Observa a tu hijo, conócelo bien, acéptalo como es y, a partir de ahí, crea las condiciones para que tu hijo pueda ser y transfórmalo en felicidad, ya puede ser con capacidad creativa, con pensamientos abstractos, con una pasión/gusto por el arte… Son detalles que nos están diciendo algo, un propósito de vida. Ahí está el valor de la educación, ya que se observan en la manera de gozar, en la manera en que le apasiona. Como padres, debemos buscar espacios educativos que vayan en esa línea y ser consecuentes con aquello que percibimos. Todo ello tiene sus efectos. No podemos exigir a los demás cuando nosotros no somos un ejemplo para ello. Los niños también son grandes observadores; si papa dice A y luego hace C, hay una gran disfunción. No tiene que ver con ellos, tiene que ver más con nosotros.

 

 

¿Educa más lo que hacemos que lo que decimos? En el libro hablas de la incoherencia de los seres humanos y, más concretamente, con los niños. Pretendemos que hagan cosas que no hacemos.

 Los niños, en el primer septenio de vida, tienen una gran capacidad de observación y de atención. Son grabadoras vivientes, tienen la capacidad de estar presentes constantemente. Los adultos viajamos, estamos en cuerpo físico, pero nuestra mente está pensando en problemas, en enviar un correo electrónico… Muchas veces no les escuchamos ni atendemos como se merecen. No es un problema del niño, pero estos nos hacen llamadas de atención, ya que están constantemente captando el presente. Llaman la atención de diversas maneras: tirando algo al suelo, quejándose…

En esos encuentros, tenemos que estar por ellos, tenemos que ejercer ese proceso de escucha, ver qué necesidades tienen, qué es lo que sienten… A los niños no les enseñamos desde edades tempranas a gestionar su mundo emocional y es algo que se puede trabajar. Aquí también tiene importancia la figura del educador, ya que yo no puedo enseñar algo que no sé. La respiración es un factor muy importante. Todo ello es rico en materia educativa, tienen que conocer su cuerpo y así podrán conocer cómo alimentarlo de mejor manera. Si nosotros como padres y educadores no damos ese espacio, ellos hacen una fotografía y nos retratan, aunque no queramos verlo en muchas ocasiones.

 

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María Dotor

María Dotor

Periodista especializada en educación y crianza
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