Signos de alerta de las dificultades de aprendizaje: estas son las pautas que podemos seguir en casa

¿Qué diferencia existe entre los problemas y las dificultades del aprendizaje? A veces observamos que se tiende a confundir considerándolos como sinónimos, pero podemos encontrar una clara distinción entre estos conceptos, por lo que no debemos emplearlos como semejantes.

A lo largo del tiempo ha existido mucha controversia. Cuando aludimos a los problemas de aprendizaje, hacemos referencia a una serie de complicaciones que giran en torno al sujeto que están teniendo algún nivel de impacto en su rendimiento escolar. Es importante destacar que estos problemas se originan por razones externas a la persona, con esto nos referimos a cuestiones de carácter social, cultural, educativo, emocional, familiar, etc. Además, suelen ser transitorios, como por ejemplo la pérdida de un ser querido. ¿Cómo podemos distinguir entonces los problemas de las dificultades de aprendizaje?

Una de las definiciones más aceptadas por la comunidad internacional es la propuesta por la institución National Joint Committee on Learning Disabilities: “término general que hace referencia a un grupo heterogéneo de desórdenes manifestados por dificultades significativas en la adquisición y uso del deletreo, habla, lectura, escritura, razonamiento o habilidades matemáticas. Tales desórdenes son intrínsecos al individuo, presumiblemente debido a una disfunción del sistema nervioso, y que puede darse en cualquier momento de la vida”.

Las dificultades suelen estar presentes desde el nacimiento, aunque normalmente se detectan posteriormente en la etapa escolar

Existe una categoría más concreta denominada dificultades específicas del aprendizaje, referidas a los obstáculos que el alumnado presenta para desarrollar los procesos de aprendizaje fundamentales: lectura, escritura y cálculo. En este caso, las más conocidas son la dislexia, la disgrafía, la disortografía y la discalculia. Cabe señalar que, en general, suelen poseer una inteligencia normal, además de adecuadas características físicas, mentales, emocionales y ambientales.

Las dificultades suelen estar presentes desde el nacimiento, aunque normalmente se detectan posteriormente en la etapa escolar. En ocasiones, dichas dificultades están relacionadas con problemas emocionales y/o conductuales. En este sentido, es conveniente considerar la detección temprana, así como la coordinación entre familia, centro educativo y, si fuese necesario, profesionales externos (psicólogos, logopedas, etc.,). Esto es esencial para ayudar al alumnado a conocerse, comprender sus dificultades y afrontarlas en la manera de lo posible.

Pero, ¿cómo se pueden detectar? Estos son los signos de alerta:

 

Educación Infantil:

  • Desarrollo cognitivo:

-Problemas para recordar las actividades rutinarias.

-Dificultades en las nociones causa-efecto, en contar y secuenciar.

-Dificultades en conceptos básicos (tamaño, forma, color, etc.,).

-Problemas para memorizar los días de la semana, el alfabeto, etc.

 

  • Atención:

-Alta distraibilidad y dificultades para permanecer en una tarea.

 

  • Lenguaje:

-Problemas de pronunciación.

-Dificultad para comprender preguntas y órdenes sencillas.

-Dificultad para expresar necesidades o deseos a través del lenguaje oral.

-Desarrollo lento en la adquisición de palabras y/o frases.

 

  • Matemáticas:

-Problemas para la relación número-cantidad.

-Dificultad en los conceptos de “más que” y “menor que”.

 

  • Habilidad social:

-Dificultades para cambiarle de actividad.

-Repetición constante de ideas.

-Problemas de interacción, juega solo.

-Rabietas frecuentes.

-Cambios de humor bruscos.

-Frustraciones frecuentes ante el fracaso.

 

  • Motricidad:

-Equilibrio con alta dificultad.

-Torpeza en psicomotricidad gruesa (correr, saltar, etc.,).

-Dificultades en la psicomotricidad fina (atarse los cordones de los zapatos, abrocharse los botones, etc.,).

-Evitación de actividades como dibujar, hacer trazos, etc.

 

Educación Primaria

  • Desarrollo cognitivo:

-Dificultades relacionadas con la memorización principalmente.

 

  • Atención:

-Problemas para terminar un trabajo a tiempo.

-Dificultad para concentrarse en una tarea.

-Inhabilidad para seguir múltiples instrucciones.

-Rechazo ante los cambios de la rutina o ante conceptos nuevos.

 

  • Lenguaje:

-Errores al leer.

-Dificultad para aprender la correspondencia entre sonido-letra.

-Problemas para recordar palabras básicas.

-Inhabilidad para recordar una historia en una secuencia.

 

  • Matemáticas:

-Problemas para aprender la hora o contar dinero.

-Confusión de los signos matemáticos.

-Transposición en la escritura de cifras.

-Dificultades para memorizar conceptos matemáticos.

-Problemas para entender la posición de los números.

 

  • Habilidad social:

-Dificultad para entender gestos o expresiones faciales.

-Problemas para entender situaciones sociales.

-Tendencia a malinterpretar comportamientos de compañeros o adultos.

-Aparente falta de “sentido común”.

 

  • Motricidad:

-Torpeza, pobre coordinación motor.

-Dificultad para copiar en la pizarra.

-Problemas para alinear las cifras en una operación matemática.

-Escritura pobre.

 

Una vez mencionados, es imprescindible establecer pautas para ayudar desde el ámbito familiar a los niños y niñas con dificultades del aprendizaje:

  • Tomar conciencia crítica de la importancia de la detección e intervención temprana.
  • Establecer coordinaciones y cauces de comunicación entre los centros escolares y las familias.
  • Contar con el apoyo de profesionales especialistas que conozcan su estilo de aprendizaje para adaptarse empleando habilidades, técnicas y estrategias adecuadas para potencializar sus aprendizajes.
  • Ofrecer un espacio para el estudio y realizar una organización del tiempo de acuerdo a las tareas. También emplear técnicas que le faciliten el aprendizaje. Por ejemplo: resúmenes, esquemas, mapas conceptuales, cuadros sinópticos, infografías, etc.
  • Supervisar por parte del adulto las actividades escolares, pues de esta forma se sentirán más seguros en sus tareas.
  • Realizar actividades como lecturas conjuntas.
  • Ser consciente de las dificultades de su hijo o hija y mostrarse comprensivos. Esto supone realizarle exigencias razonables a su capacidad y no presionarles.
  • Fomentar aspectos como la autoestima y el autoconcepto. Por ejemplo, valorando sus esfuerzos mediante el refuerzo positivo.

Por último, no podemos olvidar que cada persona es diferente, por lo que es esencial conocer cómo aprende y adaptarse a sus características, necesidades e intereses para su correcto desarrollo.

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Cristina Barranco

Maestra especialista en psicopedagogía y experta en inteligencia emocional con experiencia profesional en centros educativos. Combina su trabajo con la colaboración en diferentes revistas digitales y asociaciones. “Las diferencias nos enriquecen”

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