Un vídeo y un cuento que nos dan una lección: sin etiquetas mucho mejor

El (estúpido) político francés Jean Luc Melenchon se burló en 2018 de una periodista por su acento. Llegó a decirle que no hablaba francés. Melenchon sigue en activo. Llegó a ser, para vergüenza del sentido común, Ministro de Enseñanza Profesional.

Su deplorable acto ha desembocado, dos años después, en una proposición de ley aprobada por la Asamblea nacional (por 98 votos a favor y 3 en contra) que sancionará la discriminación de una persona por su acento al hablar.

La forma de hablar, por su acento. Esa discriminación tiene un nombre: glotofobia o hablismo (un ismo más…). No tengo datos (no he encontrado) sobre una investigación que pueda sustentar mi afirmación, pero he sido espectador de comentarios ofensivos hacia otras personas por el mero hecho de tener un acento al que se asocia con una determinada etiqueta.

Nos hemos encontrado con un vídeo de la eurodiputada Lina Gálvez que reivindica su acento andaluz, compatible con su indudable inteligencia y cultura. Dice Lina Galvez que allá por donde vaya habla con acento andaluz y no se la discrimina por ello. “En cambio, cuando hablo castellano con acento andaluz me tachan de inculta”, dice en el vídeo de poco más de un minuto que puedes encontrar debajo.

Etiquetar a otra persona es símbolo de ignorancia y también de dolor. El dolor que produce no tener oportunidades por haber sido marcado (etiquetado) antes de poder demostrar nada, por colocar a un ser humano en una posición desfavorable por nuestros prejuicios.

Las etiquetas nos acompañan y debemos desterrarlas. En ese camino, te proponemos este cuento que quizás ya conozcas pero que nos viene bien recordar:

El profesor y el reloj robado: el valor de educar

Le pregunta un hombre a un señor mayor jubilado: – «¿Se acuerda usted de mí?»
El anciano le responde que no. El otro le dice que fue alumno suyo, y ahora es profesor.
El anciano le pregunta: – «¿Por qué te hiciste profesor?»
Le contesta el antiguo alumno: – «Me hice profesor, porque usted me iluminó para intentar ser como usted».
El alumno le cuenta una historia:

“Un día, en clase, un amigo mío trajo un reloj nuevo magnífico, y decidí robárselo. Se lo quité de su bolsillo. Poco después, mi amigo notó el robo y se quejó a usted, que era el profesor.

“Entonces usted habló a toda la clase: – «Alguien ha robado el reloj de este chico. Quien lo robó, que lo devuelva». Pero yo no quise devolverlo.

“Entonces usted cerró la puerta de la clase, mandó a todos ponerse de pie, para buscar uno por uno en sus bolsillos de todos, hasta encontrar el reloj. Mandó a todos cerrar los ojos, para que nadie le viese buscando.

“Cuando llegó a mí, encontró el reloj y lo recuperó. Pero siguió fingiendo buscar en los bolsillos de todos. Cuando terminó, dijo: «Pueden todos abrir los ojos. Ya tenemos el reloj». No me dijo usted nada. Nunca mencionó aquel suceso. Nunca dijo a nadie quién había robado el reloj.

“Ese día, usted salvó mi dignidad para siempre. Fue el día de mayor vergüenza de mi vida. Pero también fue el día que salvó mi dignidad de convertirme en un ladrón, quedando arrojado al desprecio. Nunca se supo nada.

“Usted me dio una lección moral impagable. Yo capté el mensaje: entendí qué debe hacer un verdadero educador. ¿Se acuerda de ese episodio, maestro?”

El profesor respondió: – «Recuerdo la situación, el reloj robado, que busqué en todos, etc. Pero no te recordaba… ¡porque yo también cerré los ojos y no miré la cara a ninguno, mientras buscaba el reloj!»

Educar es pulir figuras excelsas, con el material más valioso.
Enseñar es hacer a los alumnos ser más grandes y más nobles.
Un profesor debe mover a ser mejores, a superarse y a esforzarse.
Un maestro anima al alumno a crecer y a dar lo mejor de sí mismo“.

Un estudiante se labra a conciencia, como el mármol más fino.
Corregir no es rebajar, ni menos humillar… Es pulir y mejorar.
¡Enseñar es contagiar y llenar de alegría e ilusión por aprender!”.

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Leo Farache

Nacido en Madrid, de la añada del 63. Su vida profesional ha estado ligada al mundo de la comunicación, gestión, marketing. Ha dirigido algunas empresas y escrito tres libros (“Los diez pecados capitales del jefe”, “Gestionando adolescentes”, “El arte de comunicar”). Ha ejercido de profesor – “una profesión que nos tenemos que tomar todos más en serio” – en la Universidad Carlos III, UAM y ESAN (Lima) en otras instituciones educativas. Es padre de tres hijos y ha encontrado en la educación su elemento. Fundó en 2014 la empresa Educar es todo desde donde opera esta iniciativa cuyo objetivo es ofrecer ideas e inspiración educativa a madres y padres que quieren saber más para educar mejor.

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