Carmen Cabestany: “Frente al acoso escolar, actuad, porque todos podemos y debemos acabar con esta lacra”
En Gestionando Hijos nos preocupa mucho el tema del acoso escolar. Y contamos con una gran experta sobre el tema, una profesora comprometida, que sabe que es posible acabar con esta lacra y que está contribuyendo a ello gracias a la Asociación NACE No al Acoso Escolar. Carmen Cabestany nos habla en esta ponencia de un drama social que sufren dos millones de niños y niñas en España, o lo que es lo mismo, un 26% de todos ellos. Representando el acoso escolar como una balanza y una relación de fuerzas en la que todos contamos, Carmen nos ruega: “frente al acoso escolar, actuad, porque todos podemos acabar con esta lacra y debemos hacerlo”. Por eso, esta experta apuesta por la intervención de padres y madres, profesores y Administración para parar el acoso, especialmente poniendo en favor del acosado a los testigos, cómplices necesarios. Y subrayó que “no nos podemos permitir que otro niño más se tire por la ventana”.
La intervención de Carmen Cabestany, profesora profundamente comprometida contra el acoso escolar, comienza con la lectura de la carta que le escribió Lola, superviviente del acoso escolar, que cuenta que “empecé a sufrir acoso desde 4º de EGB, por tener alguna diferencia: tener un parche en el ojo y ser la típica empollona. Me pusieron el mote de Falconetti”, por el personaje de la serie Hombre rico, hombre pobre. Se produjo un “rechazo continuo por los compañeros de clase. Algunas, fuera, me decían que eran mis amigas pero que si no se metían conmigo se meterían con ellas. Alguien hacía correr por la clase que yo tenía la peste. Y eso daba derecho a que te empujaran, a que no estuvieran contigo en el recreo… a todo tipo de desprecios”, cuenta Lola. Con la llegada de la pubertad, “en 6º de EGB mi cuerpo comenzó a cambiar pronto y los chicos se cebaron conmigo. Empezaron a tocarme por todo mi cuerpo. Un infierno que viví durante meses”. Finalmente “mi tutor se dio cuenta porque de no quedarme ninguna asignatura me quedaron tres en 7º. Se lo conté pese a las amenazas. A estos chicos los expulsaron del colegio 15 días. Hablaron con nuestros padres y durante un tiempo todo fue muy bien. Pero el abuso empezó a ser fuera del colegio”. Lola recuerda que con 14 años se intentó suicidar y sufrió anorexia “por el odio hacia mi propio cuerpo”.
Carmen subraya que “dos millones de escolares, en toda España, sufren acoso, el 26%. Entre 100 y 200.000 sufren acoso de alta intensidad, de larga duración o especialmente duro”. Y para ilustrar cómo funciona la relación de
fuerzas en el acoso se sirve de una balanza. “Ahí colocamos a Lola, al acosador y a los testigos. Es determinante la posición que ocupen en la balanza los testigos para que el acoso se resuelva o no”. Imaginemos que se produce un incidente crítico, que puede ser cuando a Lola la llaman Falconetti por primera vez. “Dos testigos deciden ponerse al lado del acosador. Se desequilibra la balanza y Lola empieza a estar sola ahí arriba. Como los testigos no se han colocado al lado de Lola, se produce una estigmatización y el acoso se normaliza”. Carmen resalta que “Lola sufre acoso de 4º a 8º y en todos esos años solo hay un tutor que la ayuda en 7º” y que “a veces las intervenciones para ayudar producen una doble victimización. Decimos: “Es que esta niña es rara, le pasa esto porque no tiene habilidades sociales. Lola se relacionaba perfectamente bien al principio, pero cuando uno es víctima de acoso escolar acaba teniendo la autoestima por los suelos y sintiéndose muy mal y metiéndose en un rincón”. A veces la intervención consiste en mandar a la niña al psicólogo, porque es rara, para que el psicólogo “apague el fuego. Pero es que el fuego no está ahí. Eso no se debería hacer nunca porque la víctima no es la culpable. ¿Dónde está el fuego? En el acosador. Y ese fuego se puede generalizar y extender a toda la clase. Si no actuamos se va a extender”.
Carmen nos recuerda que “hay testigos en el centro que piensan: “Es que si no me meto contigo se van a meter conmigo y eso a mí no me interesa”. Son colaboradores necesarios en el tema del acoso. Todos los que vemos un delito y no actuamos somos cómplices”. ¿Y qué puede hacer un tutor? “Si sabe lo que tiene que hacer va a resituar estas fuerzas hablando de solidaridad, empatía, respeto y sentido de la justicia, temas a los que los niños son receptivos. Haciendo eso, ya hay dos que se ponen al lado de Lola, que dicen que a su compañera esto no se lo puede hacer, que esto no es una broma”. De este modo, la balanza empieza a equilibrarse porque “muchos se están posicionando al lado de la víctima, que es donde tenemos que estar todos”. Tampoco es necesario ni positivo, nos dice Carmen, dejar solo al acosador: “También hay que ayudar al acosador. Si está haciendo esto, es porque no es feliz. Nadie que es feliz acosa. Tenemos que llegar a él y averiguar por qué está haciendo daño. Necesita ayuda y no tenemos que negársela. Así que si un psicólogo hace bien su trabajo, el dadito negro (acosador) se volverá blanco y colorín colorado este acoso habrá terminado”.
En la balanza, nos dice Carmen, no solo están los compañeros de clase: “Todos de algún modo podemos estar en la balanza. Y la pregunta es: ¿tú qué haces frente al acoso?”. En el caso de los padres, si nuestro hijo es acosado “tenemos que protegerlo, no dudar jamás de que lo que ha dicho es cierto”. Si nuestro hijo es el acosador, “debemos decir que no se lo podemos consentir, no solo por la víctima, también por él”. Si eres padre de los espectadores, “hay que enseñarles a posicionarse al lado de la víctima. Pero enseñémosles con el ejemplo”, actuando con compromiso ante las injusticias. Si somos profesores, “hay que blindar al acosado, castigar y ayudar al acosador y posicionar a los testigos del lado de la víctima”. Si eres inspector, “inspecciona, no te conformes con los informes que te llegan negando el acoso escolar”. Carmen pide a la Administración “que reconozca que esto es un grave problema social que afecta a demasiados niños y que podemos terminar con ello con intervención y prevención”. ¿Cómo se puede prevenir el acoso?, nos pregunta Carmen: “reconociendo que existe y abordándolo en las tutorías, que se estudie en Magisterio o Psicología”, porque, incide esta docente, “los profesores no estamos formados y nos pensamos que eso no existe”. Otros modos de prevenir el acoso es aumentando la concienciación social sobre este problema, mediante “charlas para padres, campañas, educación emocional desde infantil para que aprendan a reconocer sus emociones y sepan gestionarlas y aprendan a relacionarse de manera adecuada”. Y por último, Carmen recuerda que su asociación defiende “el programa Tutoría Entre Iguales, donde los niños se ayudan entre ellos y se tutorizan”.
Carmen quiere acabar recordando cuál es el ABC del acoso escolar: “A de actuar inmediatamente. B de buscar soluciones, que las hay. Porque si no las buscas a tiempo, habrá otro niño más que se tirará por la ventana. Y eso no nos lo podemos permitir. Y la C es cambiar esquemas, dejar de decir que esto no va conmigo, yo no sé, es cosa del profesor, es cosa de la familia, es cosa de… No, es cosa de todos.” Incluso, nos dice, si vemos que un vecino está pasando por esa situación y no lo cuenta, ayudémosle, porque ya sabemos sobre el tema.
Lola acaba su carta diciendo que ha logrado recuperarse tras mucho tratamiento psicológico: “ahora lo que más deseo es ayudar a que el acoso escolar se pueda prevenir, se frene, se detecte… Lo que sea necesario para que alguien con 12, 13 o 14 años no tenga miedo de ir al colegio o al instituto, no quiera morir”.
Por último, Carmen nos ruega que “frente al acoso escolar, actuad, porque todos podemos acabar con esta lacra y debemos hacerlo”.
En el turno de preguntas, dos personas del público nos emocionaron especialmente. Una mujer nos contó que su hermana se había suicidado recientemente “porque no lo pudo superar nunca” y quiso confiar en que el caso de su hermana sirviera para acabar con este problema. Y otra mujer nos contó que había asistido a una charla de Carmen Cabestany en un centro educativo y que daba fe de que el trabajo de la asociación era necesario y realmente provocaba un cambio en la convivencia escolar. Con la sensación de que con compromiso podemos acabar con este drama, acabó la intervención de Carmen.