Querido hombre que estás leyendo esto,
Antes que nada, me gustaría pedirte que leas esta carta hasta el final. A pesar de que pienses que tú no tienes nada que ver con la violencia de género o con el machismo. A pesar de que estés convencido de que no hay nada más que puedas hacer por la igualdad. Por favor, dedica unos pocos minutos a leer esto.
Lo primero que toca recordar en el día de hoy es que, en lo que llevamos de año, han sido asesinadas 52* mujeres y 43 niños y niñas han quedado huérfanos debido a la violencia de género. Además, ha habido más de 800.000 denuncias, y antes de que argumentes nada, me adelanto: el año 2018, las denuncias falsas supusieron el 0,0083% del total de denuncias por violencia machista.
*Cuando empecé a escribir este artículo la cifra era de 51 mujeres asesinadas. Horas después, ya eran 52.
Así que, teniendo en mente estos datos, me dispongo a escribir las palabras que durante años he ido guardando y acumulando. Palabras que en algún momento quise decirle a ese chico o a ese hombre que se cruzó en mi vida, y que, sin embargo, me callé.
Si fueras ese niño que me tocó una teta en el patio del colegio, te diría que mis recién abultados senos no son material de toqueteo, burla o sorna. Que son míos, y que me haces sentir mal cuando me ridiculizas o los comparas con los de otras chicas de mi clase.
Si fueras ese chico que se esconde en el recreo porque no quiere jugar a fútbol, te diría que te unas a mí equipo de coreografía improvisado, en el que podrás descubrir tus dotes de baile y escenografía cada día durante la media hora que dura el receso. Y que si alguien intenta increparte sabrá lo que es luchar contra el mejor (según nuestras madres) equipo de bailarinas amateur del planeta.
Si fueras ese joven que vi a la salida de la discoteca gritándole “guarra” y demás groserías a su novia por la manera en que vestía y bailaba, no te diría nada. Se lo diría al policía que está de guardia esa noche por la zona, o al encargado de seguridad de la discoteca. Porque eres un maltratador. Aunque no le pongas la mano encima, insultarla, ridiculizarla, juzgar su manera de vestir… todo eso es también es violencia, que lo sepas. Porque como apunta la educadora social, Marina Marroquí, es hora de “dejar de ligar el maltrato únicamente a la violencia física y empezar a proporcionar herramientas para detectar a un maltratador en las primeras etapas”.
Y si fueras el amigo de este joven, el que mira desde lejos la escena, y luego vuelve de fiesta con su colega ignorando lo que acaba de pasar, te diría que ya está bien de callarse. Que tu ayuda es FUNDAMENTAL y que no vais a ser más amigos porque le rías las gracias o los comentarios machistas. Los amigos se dicen las verdades a la cara, se ayudan, se acompañan y crecen juntos. Si tu amigo tiene comportamientos machistas, díselo, ya es hora de que se dé cuenta.
Si fueras ese padre que le montó un pollo a una profesora por “inculcar su ideología” a su hija, solo por informar a sus alumnos de la dimensión de la violencia machista en la actualidad, te diría que, por favor, te informes bien antes de acusar de cosas tan graves a nadie. Esto no es cuestión de ideologías, ni siquiera es cuestión de puntos de vista o de “los ojos con los que se mire”. Esto es una realidad basada en datos y hechos probados. ¡Ojalá tuvieras razón y el feminismo estuviera exagerando la realidad! Pero, por desgracia, no es así.
Si fueras ese amigo que me dijo que “el feminismo es cosa de mujeres exclusivamente”, te diría que olvides -o mejor aún: destierres- esta creencia, porque no es válida. Y no lo es por dos razones: para empezar el feminismo también lucha porque tú, como hombre, vivas una vida plena y libre de estereotipos de género. Que no sientas la presión de ejercer de pilar familiar. Que puedas jugar a las muñecas, estudiar cocina, llorar en público o bailar al ritmo de Lady Gaga, si te da la gana, y que nadie te llame “nenaza”. Que puedas vivir con libertad tu condición sexual, sea la que sea, y que respetes y seas respetado como cualquier otra persona que conviva en esta sociedad. Y, en segundo lugar, esta creencia no vale porque, como dijo Simone de Beauvoir, “el problema de las mujeres siempre ha sido un problema de hombres”. Con esta frase quiero aludir a que, sí, la violencia de género es una lacra que nos afecta a las mujeres. Pero, ¿quién está ejerciendo esta violencia? ¿por qué sigue siendo una realidad del día a día en el siglo XXI? Reflexionemos sobre esto.
El 25 de noviembre es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, pero esto no quiere decir que sea una lucha que corresponde única y exclusivamente a las mujeres. Porque, al fin y al cabo, el feminismo “es una lucha por los derechos humanos, es una lucha de todos y todas contra el machismo”, explica la educadora social Marina Marroquí.
Es por esto que, aunque no lo creas, en tu mano está la posibilidad de hacer pequeñas cosas todos los días que contribuyan a que la igualdad entre hombres y mujeres poco a poco sea más una realidad que una utopía.
Muchos hombres se preguntan qué es lo que deben hacer en días como hoy o como el 8 de marzo, o cualquier día que sirva para reivindicar la igualdad entre hombres y mujeres. Para empezar, os necesitamos. Claro que os necesitamos. Necesitamos que nos cubráis mientras nosotras salimos a ocupar las calles y protestar. Necesitamos que seáis vosotros los que os quedéis con los niños y preparéis la cena, que seáis los que vayáis a trabajar si se ha convocado huelga. Que seáis nuestros cómplices en esta lucha, pero recordando que esta vez no sois los protagonistas.
Y también os necesitamos los demás días del año. Poniendo sobre la mesa los problemas que les surgen a las mujeres que os rodean, parando los comentarios machistas y, sobre todo, educando a las siguientes generaciones en la igualdad. Educando para que no tengan que crecer con esta lacra que nosotros, nuestros padres, nuestros abuelos y así durante generaciones, hemos tenido que soportar. La violencia de género tiene una solución, una sola: la educación. Las herramientas ya las tenemos, ahora solo nos falta ponernos manos a la obra.
Como bien explica Marina Marroquí: “Tenemos que desterrar ya de nuestra cultura frases tan horribles como ‘los que se pelean se desean‘ pero, sobre todo, tenemos que enseñar a los niños y niñas que el amor no vale la pena, vale la alegría y sino no es amor”.
Así que, querido hombre o niño que estás leyendo esto, solo me queda decirte una cosa más: quítate la venda, decídete a actuar y unámonos todas y todos para luchar contra la lacra que supone la violencia de género.
“Y con la venda de los ojos
me hice un lazo en el pelo.
Ahora estoy más
guapa y menos
ciega”.
Sara Búho
Un fuerte abrazo a las familias de todas aquellas mujeres asesinadas por la violencia machista. A todos los niños y niñas que se han quedado sin madre, a los padres que han perdido a una hija, a los amigos a los que les han arrebatado a una amiga, a los alumnos que no volverán a escuchar la lección de su profesora. No os olvidamos. Ni una menos.