A raíz del caso de La Manada y la lista que no para de crecer de casos de violencia machista, se ha hecho mucho hincapié en la necesidad de una educación en la igualdad, en el respeto y en contra de la subordinación de las mujeres. ¿Se está trabajando en casa estos temas? Para dar pautas y ayudarnos, contamos con una estupenda guía de la CEAPA para la prevención de la violencia de género en la que se aborda este tema desde una perspectiva amplia, que no dejará a padres y madres indiferentes.
Cuestionar nuestro machismo para educar contra la violencia de género
“Me he dado cuenta de que ese trabajo es más personal y es primero mío y luego mío. Y César (su pareja y padre de los tres críos)… tiene su trabajo que hacer… a mi lado… o por su cuenta… o ya veremos… Pero ¿cómo vamos a educar en igualdad con lo desigual que es nuestra relación?”. Estas palabras de Laura, madre de dos hijos, recogidas por la citada guía de la CEAPA para la prevención de la violencia de género, dan en la clave. Educar en la igualdad supone primero revisar nuestros valores, examinar si nuestras relaciones son equilibradas, si damos ejemplo de igualdad y poner en cuestión nuestros propios prejuicios.
“La violencia contra las mujeres y las niñas es el resultado de una cultura que aún hoy es todavía machista”, se lee acertadamente en el informe. No en vano, como dice CEAPA, vemos menos problema en que a una niña le guste el futbol que en el hecho de que a un niño le encante el ballet, porque lo más valorado socialmente es lo masculino. Estos roles que culturalmente se asocian a niños y niñas tienen muy poco que ver con sus genitales, no son rasgos del sexo, sino del género, y por tanto dependen de una cultura que podemos cambiar.
De hecho, ahora hay más igualdad que antes, pero en el fondo, afirma CEAPA, “muchas niñas y chicas jóvenes están asumiendo que ese “ahora somos iguales” significa: “Ahora nosotras ya podemos ser como ellos”, y muchos niños y chicos están entendiendo ese mensaje de igualdad como “Ahora que somos iguales, ellas ya pueden hacer las mismas cosas que nosotros, o sea que no tengo nada que aprender de ellas”
Si nos fijamos bien, nuestra sociedad aplaude “valores tradicionalmente más asociados a la masculinidad como la competitividad, la violencia, la agresividad, “hacerse a uno mismo” sin reconocerse vulnerable y necesitado de los demás”, el éxito en el ámbito público, la exhibición de conquistas sexuales, el dinero como medida de valor social… siguen siendo en demasiadas ocasiones los que, tanto chicos y cada vez con más fuerza algunas chicas perciben que les brindan mayor reconocimiento externo”. Y los valores o actitudes asociados al mundo femenino son menospreciados. Hablamos de “el afecto, la atención a los sentimientos, el cuidado de la relaciones con los demás, el adorno del cuerpo”.
Claves para educar contra la violencia de género y en la igualdad
Aun así, esta desigualdad y este menosprecio a lo femenino está lejos de suponer una condena, porque, “está en nuestras manos cambiar esto, porque somos mujeres, somos hombres y somos cultura”.
Algunas de las claves son:
1.- Reconocer a las niñas y mujeres. El papel de las mujeres siempre ha sido menospreciado, pero su contribución con los cuidados o su aportación a la Historia deben ser reconocidas. Y deberíamos subrayar y dar importancia a los valores del cuidado, del mundo emocional y de la cooperación en casa, si queremos educar en igualdad.
2.- No disculpar o pasar por alto los comentarios, bromas, sarcasmos, anécdotas, chascarrillos o fanfarroneos “sin importancia” de corte machista.
3.- Las familias han de ser conscientes de la influencia de los medios de comunicación y videojuegos en los niños y las niñas a la hora de mostrar una visión estereotipada y sesgada de las infinitas formas que en realidad hay de ser mujer y hombre. Ver con ellos esos contenidos de forma crítica es una forma de vacunar contra la violencia.
4.- Repartir equilibradamente las tareas del hogar: Si, como decía Laura, las relaciones con nuestra pareja son desiguales no podremos educar en igualdad. Aquí hay un trabajo que hacer para que padres y madres entiendan que la casa, el cuidado de los hijos, los trabajos, son ámbitos que no tienen sexo y por tanto pueden y deben ser compartidos.
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