El sábado estará copresentando nuestro encuentro con Leo Farache, pero hace unos días Lucía Galán ofreció una Charla TED en León en la que habló de los cinco aprendizajes que, con cinco años, le convirtieron en la pediatra famosísima que es hoy. Y sin duda, estos aprendizajes le han hecho ser la madre consciente, emocionante y maravillosa que es hoy y nos pueden ayudar a todos y todas a ser los padres que queremos para nuestros hijos, seguramente imperfectos pero respetuosos, empáticos y que disfrutan de la infancia de sus hijos. ¿Quieres conocer mejor a la pediatra más conocida y aprender con ella las claves para disfrutar más de tu maternidad o paternidad? Tomemos nota.
Cinco aprendizajes para sacar lo mejor de ti como padre o madre
Ante un auditorio abarrotado, Lucía contó un episodio de su vida que la marcó para siempre. Cuando tenía cinco años le fue diagnosticada una meningitis grave que la tuvo diez días hospitalizada y a sus padres aterrados pero llenos de entereza, conscientes de que “no podemos hacer otra cosa que esperar”. Lucía señala que con toda seguridad ante un acontecimiento así todos los padres y madres pensaríamos “ojalá pudiésemos intercambiar los papeles en esos momentos y ser nosotros, los padres, los que estuviésemos tumbados, aislados e incomunicados”. Porque Lucía estuvo diez días sola, excepto la hora de visita diaria de sus padres, acompañada del personal sanitario. Y observando a este personal sanitario pudo sacar estos aprendizajes, que seguramente marcan, al igual que su profesión, su maternidad.
1. Nunca mientas, ni siquiera a un niño.
Recuerda Lucía que una enfermera, quizá con la mejor de las intenciones, le decía que se iría mañana cuando ella le preguntaba cuándo volvería a casa. Al día siguiente, Lucía seguía en la cama y lloraba. Por eso dice la pediatra que es importante “no prometer a los niños algo que quizá no vas a poder cumplir”. Sin duda, este es también un gran aprendizaje para madres y padres, que a veces recurrimos a mentiras piadosas para poder salir airosos de un momento crítico, y también con la mejor intención del mundo, como tal vez hacía la enfermera.
2. Confía en tu hijo y explícale lo que vas a hacer.
Nos cuenta Lucía que tuvo todo ese tiempo los brazos atados a la cama con gasas para que no se quitara las vías. También dice que su padre le quitaba esas gasas en las horas de visita porque “confiaba en mí, sabía que no me iba a quitar nada”. Y es que a veces no somos claros con nuestros hijos, no les decimos lo que queremos de ellos o los mantenemos al margen de decisiones que tomamos y no les explicamos. Si le adelantamos lo que vamos a hacer, si les explicamos las decisiones que hemos tomado de forma calmada y sin dejarnos llevar por impulsos, seguramente nuestros hijos llevarán mejor esas decisiones y se sentirán tenidos en cuenta. Esto también implica escuchar su opinión, su punto de vista. Nos dice Lucía que “mis padres me escuchaban con tanta atención, con tanto amor, que sospecho que eso también tuvo que ver con mi recuperación”.
3. Trata a tus hijos como a niños
Ayúdales a fantasear, mantén su inocencia intacta, cuéntales historias, hazles reír, acarícialos. Disfruta de su infancia, porque no dura para siempre, aprovecha para jugar, alimentar vuestra imaginación, reír, escuchar las historias disparatadas que te cuenta y, cómo no, para comértelo a besos.
4. Respeta a tus hijos, su intimidad y sus derechos.
Nos dice Lucía que su cuarto aprendizaje es “no desnudes a los pacientes, ellos también sienten pudor”. Y aquí podríamos traducirlo muy fácilmente: respetar la intimidad de nuestros hijos y su pudor pasa por no hablar de ellos a otros adultos como si ellos no estuvieran delante, no criticarlos delante de los demás, no contar sus cosas si ellos no nos han dado permiso y, en definitiva, entender que su vida es suya y no una extensión de la nuestra.
5. Empatía por encima de todo.
Recordando con mucha emoción a una enfermera que la humillaba y maltrataba, Lucía dice que aprendió que no debía levantar la voz, juzgar, ni reñir ni culpabilizar a un paciente enfermo. Lucía ya nos dijo una vez que “ponte en su lugar es mi frase favorita”. Así, en lugar de juzgar y culpar a nuestros hijos porque comen despacio cuando queremos irnos pronto a la cama podríamos ponernos en su lugar y pensar que deben de estar cansados. También, en lugar de juzgar que nos quieren fastidiar por tener una rabieta cuando les hemos quitado una cosa, podríamos ponernos en su piel para pensar que les hemos aguado la fiesta y no entienden por qué. De este modo, tal vez disfrutaremos más de nuestra labor como educadores y gestionaremos mejor nuestras emociones
Grandes aprendizajes que nos regala Lucía, ¿no os parece? Aún estás a tiempo de verla en acción en nuestro encuentro. Consigue tu entrada ya, ¡quedan muy pocas!