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Frases educativas: “Imaginemos los “pollos” diarios como una expresión inadecuada de una necesidad”

 "Imaginemos todos esos “pollos” diarios como aquel llanto que suplicaba una necesidad (comer) y estaremos comprendiendo a nuestros hijos e hijas. Seguro que así nos resulta más fácil no tomarnos “el pollo” de forma personal, nos dice María Soto en uno de sus posts. ¿Cómo vivimos estos "pollos" diarios? ¿Cómo podemos afrontarlos? Lo vemos con una historia y la visión de nuestros expertos.

 “Imaginemos todos esos “pollos” diarios como aquel llanto que suplicaba una necesidad (comer) y estaremos comprendiendo a nuestros hijos e hijas. Seguro que así nos resulta más fácil no tomarnos “el pollo” de forma personal, nos dice María Soto en uno de sus posts. ¿Cómo vivimos estos “pollos” diarios? ¿Cómo podemos afrontarlos? Lo vemos con una historia y la visión de nuestros expertos que nos ofrecen claves para manejar las rabietas.  

¿Cómo vivimos los “pollos” diarios?

Gabriel y Sonia son padres de una niña de tres años llena de energía y agotadora, Alba. Alba tiene mucho carácter, en el parque al que acuden por las tardes son conocidos los “pollos” que monta a sus padres cuando tiene que hacer algo que no le apetece: merendar un plátano en lugar de una galleta, salir del parque para ir a casa, devolver un juguete que ha arrebatado a otro niño… Gabriel y Sonia, como nos decía Francisco Castaño, notan las miradas de crítica y desaprobación de la gente en la calle cuando se producen estos numeritos: seguro que todos piensan que no saben manejar a la niña, qué malcriada la tienen… Todo esto contribuye a que Gabriel y Sonia vivan las rabietas de la niña con mucha angustia y hostilidad, pensando: “nos quiere hacer la vida imposible, nos está echando un pulso…”.

Lo cierto es que Gabriel y Sonia duermen poco, su día a día responde a lo que dice Alberto Soler: “más que de conciliación deberíamos hablar de una yincana”: corren a llevar a los niños al cole, corre que te corre a trabajar en una jornada intensa, horarios raros para turnarse y así que al menos uno de los dos pase las tardes con Alba, no sin antes pasar a hacer la compra porque la nevera está vacía… En fin, que cuando llegan al parque solo piden un poco de descanso porque están sin energía y su vaso de paciencia rebosando. La rabieta de turno de Alba no es más que la gota que colma el vaso.

¿Cómo podemos afrontar estos “pollos” diarios?

Esta situación nos sonará a muchos y muchas. ¿Cómo podemos afrontarla? Las claves que nos ofrecen los expertos son:

  1. No perder de vista el autocuidado. Educar es tremendamente estresante y. como les pasa a Gabriel y Sonia, las rabietas o pollos de nuestros hijos son la gota que colmó el vaso. Porque muchas veces nos pasa como lo que nos confesaba en nuestro último encuentro Lucía Galán: “la mayoría de las veces que he gritado no es por el comportamiento de mis hijos, sino porque yo no estaba bien”. Tal como señala María Soto, perder la paciencia “a veces es un aviso de que necesitamos parar, coger aire y hacernos la siguiente pregunta ¿Estoy bien?Debemos ser conscientes de que no son nuestros hijos los que nos hacen perder la paciencia, sino muchas veces la falta de autocuidado, que nos hace ponernos en segundo plano, “exprimirnos” para luego “saltar” ante un momento de tensión”.
  2. Conectar con nuestros hijos con empatía y calma: Nos lo decía Lucía Galán, “ ‘ponte en su lugar’ es mi frase favorita”. Entender y validar las emociones de nuestros hijos, darles permiso a estar enfadados porque no consiguen lo que quieren, es fundamental para dejar de vivir sus “pollos” con tanta angustia. Y además, aunque lo fácil es decirlo, es importante mantener la calma, como nos dijo Begoña Ibarrola: “Cuando tus hijos se sientan abrumados por las emociones, en una pataleta o en un enfado que no sabemos cómo controlar, lo que podemos hacer como padres y madres es desde la calma esperar y ayudarles a que salgan, pero no unirnos a su caos”.
  3. Dejar de ver la educación como una batalla. Como nos decía Alberto Soler, “hay que perderle el miedo a los hijos. Muchos padres creen que el principal objetivo de sus hijos es retarles, desafiarles y ningunear su autoridad; tienen miedo a que sus hijos “se les suban a la chepa”. Así, convierten la autoridad en el principal objetivo de la educación, pero ahí confunden el fin y los medios. La autoridad nunca debe ser un objetivo, sino una consecuencia de acciones educativas honestas, respetuosas. El respeto se gana, no se impone.En su afán de imponer esa autoridad muchos padres acaban enzarzados en batallas contra sus hijos por miedo a ceder, a perder autoridad y dejar de ser respetados”.
  4. Entender que están y estamos aprendiendo y tener confianza: María Soto considera esencial “entender el comportamiento de nuestros hijos, saber leer las conductas inadecuadas como malas decisiones.Si somos capaces de buscar más allá, los malos comportamientos se convertirán en retos que solucionar, no en “interruptores” que hagan saltar nuestra paciencia”.
  5. No perder de vista nuestro objetivo y ser coherentes con él: Carles Capdevila nos habló de la importancia del sentido común para educar con un ejemplo bastante divertido: “Nuestros hijos entienden que el mundo funciona según las reacciones que tengamos a lo que hacen. Cuando señale una piruleta y decidáis que no se la compráis, empiece a llorar y no se la compráis, se tire en el suelo y no se la compráis y se pone morado (por el berrinche) y no se la compráis y saca la lengua (ahogado) y se la compráis, este niño a sus amigos les dirá “Me ha tocado una casa en la que hay que jugarse la vida, te compran la piruleta cuando estás al límite”.
  6. No olvidar el sentido del humor. En este sentido aprendimos mucho de Carles Capdevila, que deja bien claro que “pensar que somos mejores padres porque estamos tensos y angustiados no nos va a ayudar”, es necesario educar divirtiéndose y para eso necesitas la distancia que te da la ironía, tomártelo muy en serio pero reírte de tus fracasos”. 

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