Todos y todas estamos concienciados, y cada vez más, contra la horrible lacra que supone el acoso escolar para nuestros jóvenes. En los últimos años hemos hecho bastantes avances como sociedad en lo que respecta al bullying: campañas, visibilidad, concienciación… Y ya es menos habitual escuchar eso de “son cosas de niños”. Sin embargo, en el fondo, sabemos que todo esto sigue sin ser suficiente y que debemos seguir luchando para erradicar el acoso escolar.
Es verdad que hablamos mucho sobre datos de bullying, víctimas, incluso niños y niñas que acaban suicidándose cuando la situación les sobrepasa; medidas de prevención, de búsqueda de ayuda… Todo ello muy necesario. Pero no hablamos tanto de la otra perspectiva del asunto, la parte que provoca, el niño o la niña que acosa. Y, por supuesto, de sus padres y madres.
Es difícil recibir la noticia de que tu hijo o tu hija está acosando a un compañero de clase. Muchos son los pensamientos que fluyen, se contradicen y bombardean nuestra cabeza en ese momento, y distintas las formas de actuar para atajar la situación. Carmen Cabestany, profesora y secretaria de la asociación NACE (No al Acoso Escolar), nos contaba en la presentación del I Estudio sobre la Percepción de la Sociedad Española sobre el Bullying, que muchos padres, cuando se les informa de que su hijo está acosando a un compañero, responden: “Mi hijo NO”, “¿Quién ha dicho eso?” o “¿Dónde está la prueba?”.
“Mi hijo no comete acoso escolar. ¡Imposible!”
La negación es una de las reacciones que pueden tener los padres y madres al darles la noticia. La psicóloga Úrsula Perona comenta sobre esto que “negarlo no beneficia ni a la víctima, ni al acosador, ni a la sociedad en general. Cuando los padres nos hacemos los ciegos y defendemos a nuestro hijo porque pensamos que es imposible que cometa acoso escolar, que nuestro hijo es un santo, estamos reproduciendo un mito que es totalmente falso, porque todos los niños, potencialmente, pueden ser acosadores, incluso los que han sido víctimas de bullying”, afirma Úrsula.
Por lo tanto, tenemos que derribar este mito para poder atajar el acoso escolar como es debido. Si unos padres detectan o son informados de que su hijo puede estar teniendo comportamientos abusivos contra otro niño o niña, “lo primero es hacerse responsables de la situación, y esto no quiere decir que ellos sean culpables, pero deben hablar con su hijo o hija, con el colegio, averiguar lo que está pasando y buscar ayuda de un profesional, que va a ser la persona que, con distancia, va a poder orientarnos en todo esto de la mejor manera”.
La profesora y escritora Carmen Guaita, por otro lado, aclara que “por mi experiencia de profesora, puedo asegurar que para los padres es un disgusto muy grande, y normalmente desean colaborar para solucionar la situación. Reconocen que las actitudes de violencia de su hijo o hija están también presentes en casa y no saben cómo reconducir el problema”.
Detrás de todo acosador, también hay una víctima
Úrsula Perona hace hincapié en algo muy importante: “Cuando ocurre un caso de acoso escolar, hay 3 actores principales: el acosador, la víctima y los observadores. Pero, además, yo también añadiría a la sociedad en general, a pesar de no ser ni parte implicada, ni parte que lo presencia, pero como sociedad tenemos un papel muy importante en lo referente a que el bullying se mantenga o no”.
Si adoptamos la perspectiva que nos aporta Úrsula, vemos que hay muchas percepciones y actitudes que tenemos que cambiar en el conjunto de la sociedad. Y, en cuanto al acoso escolar se refiere, existen muchos mitos que deberíamos desterrar. Uno, como ya hemos dicho, es el de que “mi hijo no haría nunca eso”. Pero también hay otro muy importante, que solemos reproducir los padres y madres normalmente preocupados por el entorno en el que nuestros hijos aprenden: no quiero a un niño/a problemático en la clase de mi hijo.
Es probable que conozcáis algún caso en el que haya pasado esto. Hay un niño o niña en clase de tu hijo que está causando problemas, molesta a otros compañeros o incluso acosa a alguno de ellos. Y las reacciones de los padres y madres pueden ser distintas. Pero, normalmente, está ese padre o esa madre que exige al colegio o a los demás padres que tomen medidas, que se expulse al niño que da problemas, que se encarguen sus padres de lidiar con él. Todo esto desde la poca empatía y, a veces, desde el enfado. Y, por supuesto, desde la preocupación de que nada de esto afecte a su hijo o hija.
Pero en estos casos, como nos comentaba la profesora Sandra Alguacil en un artículo para nuestro blog, “los adultos normalmente tratamos de entender cómo se siente y comporta alguien cercano cuando sufre una situación traumática; les escuchamos, comprendemos, aceptamos, ayudamos: empatizamos”. Sin embargo, cuando esto no ocurre en nuestro proceso de socialización, sino en el de nuestros hijos, “desgraciadamente, nuestra actitud suele tender más a la incomprensión y al egoísmo que a la empatía”.
Qué hacer, como madres y padres, cuando nuestro hijo es el que comete bullying
Tenemos que tener en muy cuenta, como nos dice Úrsula Perona, que los acosadores y las víctimas de acoso escolar suelen compartir, muchas veces, ciertas características, sobre todo relativas a lo intrapersonal: baja autoestima, inseguridad, pocas habilidades sociales, dificultad para resolver conflictos… “Ningún niño o adolescente es violento si no le está pasando nada: puede haber detrás problemas familiares, puede haber sido víctima él mismo de bullying, que sus padres se estén divorciando u otras causas como intentar encajar dentro del grupo”.
Como vemos, las causas pueden ser muy diversas, pero la cuestión es que siempre hay un motivo detrás de esas conductas. Y en el caso de que se trate de nuestro hijo o hija, el primer paso será intentar identificar cuál es la causa que le está moviendo a comportarse así.
La profesora Carmen Guaita nos cuenta que “uno de los mitos del bullying afirma que los padres son los últimos en enterarse. Por desgracia, es cierto en muchos casos. Sin embargo, en otros muchos los padres reconocen que las actitudes de violencia de su hijo o hija están también presentes en casa y no saben cómo reconducir el problema”.
Así pues, esta es una recopilación de consejos que nos dan Carmen Guaita y Úrsula Perona para llevar a cabo si nos vemos en esta tesitura:
- Nunca es demasiado tarde para reconducir esta situación, ni para ponerle límites y fronteras claros, para escucharle más y dedicarle más tiempo.
- Debemos desechar cualquier pronto de castigo violento, pero sí que debemos hacerle ver las consecuencias de sus actos.
- Nuestra actitud no puede ser la de defenderle a toda costa y negar las evidencias, sino tratar de averiguar de manera objetiva lo que está pasando, las razones que hay detrás.
- Una vez hemos identificado el problema que está llevando a nuestro hijo o hija a tener ese comportamiento, es imprescindible abordarlo y trabajar en ello.
- Si es necesario, la ayuda psicológica puede ayudar a encontrar una solución al problema que está teniendo nuestro hijo y que desemboca en conductas problemáticas.
- Debemos replantearnos los mensajes que mandamos a los hijos y de lo que hacemos o no hacemos cuando estamos con ellos. Recordemos: el ejemplo es siempre fundamental.
- La ayuda conjunta entre padres, madres, escuelas, profesionales, educadores… es IMPRESCINDIBLE para tratar estos temas. Solo colaborando todos juntos y coordinados podremos resolver de la mejor manera posible esta situación.