“Probablemente, en verano os acostaréis más tarde, os levantaréis más tarde, comeréis más tarde….Es lógico que los horarios cambien, pero no por eso debemos olvidarnos de ellos”, asegura la fundadora de ‘Relájate y educa’ Amaya de Miguel en su cuenta de Instagram.
¿Qué quiere decir esto? Que aunque el horario de verano sea diferente al que tenemos el resto del año, no debemos olvidarnos de fijarlo.
“La dificultad surge cuando un día los niños se acuestan a las doce, otro a la una, otra a las diez…Ahí es donde el cuerpo, que tiene ritmos internos que son el motor que lo mantiene en buen estado, se rebela. Por eso, yo recomiendo establecer unos horarios que os vayan bien y que sean lo más estables posible”, continúa De Miguel en su publicación.
En este mismo sentido se pronuncia el neurospicólogo Álvaro Bilbao en su libro ‘El cerebro de los niños explicado a los padres’: “El aburrimiento, la cantidad de tiempo conviviendo entre hermanos, el cambio de rutinas, el calor y la falta de estructura puede provocar un auténtico cortocircuito cerebral que haga que los días más esperados del año se conviertan en los más difíciles”.
Por tanto, hasta cuando intentamos romper con la rutina, debemos establecer una nueva. La rutina da seguridad a nuestros hijos porque les permite conocer qué pasará después.
La rutina, una gran aliada también en verano
Jane Nelsen, Lynn Lott y Stephen Glenn en el libro Disciplina positiva de la A a la Z destacan que “establecer buenas rutinas ayuda a los padres a desarrollar beneficios a largo plazo en la familia: seguridad, un ambiente más relajado, confianza y habilidades para la vida”. Además, señalan: “Los niños y niñas saben lo que hay que hacer en cada momento. Una vez se establece una rutina, esta es la que manda y los padres y madres no necesitan demandar continuamente ayuda”.
Esto último es fundamental. Si nuestros hijos interiorizan que después de comer dormimos la siesta hasta las 5, y es a esa hora a la que bajamos a la piscina, acabarán convirtiendo las normas de casa en rutinas, y las harán sin esfuerzo, sin quejas.
Una buena idea para que todo el mundo tenga claro en casa cuáles son esos horarios nuevos es ponerlos en una cartulina grande en la pared.
Nelsen asegura en su libro que “una vez hecho el mural, los niños se mostrarán más cooperativos que si les decimos todo el rato lo que tienen que hacer”.
Además de hacer un mural con las tareas, es una muy buena idea, como recomienda Bilbao en su libro anteriormente mencionado “repasar con ellos la noche de antes lo que va a ocurrir al día siguiente. Tener en mente lo que va a ocurrir al día siguiente puede ser realmente un salvavidas. Ayuda a los niños a interiorizar las rutinas, a estar preparados para lo que va a ocurrir al día siguiente y estar más tranquilos”.
Además, que cambiemos rutinas de invierno por rutinas de verano no significa que no debamos mantener esas rutinas o normas que son básicas en nuestra familia y que no entienden de estaciones. Por ejemplo, todos los días nos duchamos, nos lavamos los dientes después de cada comida, echamos la ropa sucia al cesto…
¿Y el juego libre?
Siempre insistimos en la importancia de dejar que nuestros hijos jueguen libremente a lo que a ellos les apetezca y tengan tiempo para aburrirse, puesto esto les ayudará a desarrollar su creatividad y a saber organizar y emplear su tiempo libre.
Y es cierto que el verano es la etapa perfecta para poner esto en marcha, puesto que durante el curso, entre el colegio, deberes y extraescolares, nuestros hijos apenas tienen tiempo libre.
Entonces, ¿esto no es contradictorio con establecer unos horarios y unas rutinas también en verano?
Para nada. En ese horario, podemos dejar huecos libres para que nuestros hijos hagan lo que les apetezca. De esta forma, nos beneficiaremos de tener unos horarios estables que den seguridad a nuestros pequeños, pero también cumpliremos con sus necesidades de juego libre no organizado.
Nelsen, de todos modos, nos advierte: “puede que las rutinas no funcionen bien a la primera porque está en la naturaleza humana resistir el cambio”. Por tanto, además de una cartulina para dejar todas las rutinas y horarios por escrito y visibles, este verano debemos tener grandes dosis de paciencia.
¿Nos ponemos a ello?