Cómo hablar con los niños sobre diversidad funcional
En un momento u otro a todos y todas nos toca responder a algunas preguntas de nuestros hijos e hijas a las que no sabes cómo enfrentarte. Sonia Hermida, de Omundoaoreves, nos da algunas ideas para acercarte a la diversidad funcional y abordar el tema con los niños, compañeros de cole, niños que conocéis, otros que simplemente ven en la calle, familiares, amigos. Todos somos diferentes, todos somos iguales. Sonia se pregunta “¿por qué los adultos no solemos hacer muchas preguntas en estos casos y de hecho les decimos a nuestros hijos que se callen cuando empiezan a preguntar a gritos sobre una persona con diversidad funcional? ¿De qué nos avergonzamos? A mí no me molesta nada que un niño/a me pregunte por la peque. No es mi momento preferido del día, pero tiene su lado bueno”.
Tenía que llegar el momento… y llegó… como suelen hacerlo estos momentos, a traición, sorprendiéndote como un chaparrón en medio de un soleado día de verano. Llevamos ya más de un año inmersos en “porqués”, no sales de uno cuando el peque del revés ya te está planteando otro, normal. Cada vez más preguntas, cada vez más difíciles de responder. “Mami, ¿por qué esa chica va en una silla de ruedas?” o, “Mami, ¿por qué ese chico no puede andar?” hasta el esperado pero no deseado, “¿Por qué mi hermanita no habla?”. Durante años ha sido uno de los seres que mejor la han entendido y sigue siéndolo, pero es parte del proceso evolutivo de cualquier niño. Hacerse preguntas. Percibir lo que ve a su alrededor, procesarlo, estructurarlo, notificar las diferencias o similitudes entre personas, situaciones o lugares y buscar motivos.
Seguro que os ha pasado más de una vez. Quizás sea un niño del cole, un familiar, un vecino, un amigo o amiga… El hecho es que, por más que la Administración pública siga empeñada en ignorarlo en España hay más de dos millones y medio de personas con algún tipo de “diferencia diferencial”. No padecen nada, no sufren (si no les haces sufrir), no son seres especiales, son seres humanos. Así que habrá que hablarles a los peques de estas realidades como lo que son, ¿no te parece?
En los últimos años nos hemos enfrentado varias veces a ese momento en el que te toca explicar y te aseguro que, aunque a veces sea un trago, se agradece. Se agradece porque si existe pregunta hay interés, o como mínimo intención de acercamiento y conocimiento. Así que yo, desde hace un tiempo, trato de tomarme estas preguntas como una oportunidad de explicar, de abrir, de derribar muros.
Piénsalo un segundo, ¿por qué los adultos no solemos hacer muchas preguntas en estos casos y de hecho les decimos a nuestros hijos que se callen cuando empiezan a preguntar a gritos sobre una persona con diversidad funcional? ¿De qué nos avergonzamos? A mí no me molesta nada que un niño/a me pregunte por la peque. No es mi momento preferido del día, pero tiene su lado bueno.
¿Qué debes decirle a tu peque cuando te pregunte por ese compi del cole, por su primito o su vecino de arriba con diversidad funcional?
Por supuesto, no hay fórmulas magistrales, como en nada en esta vida. La explicación siempre debe adaptarse al nivel de desarrollo y comprensión de tu peque. Si le aturullas con datos que va a ser incapaz de procesar acabará por no entender nada y, seguramente, optará por crearse su propia historia, su explicación particular que seguro que será más bonita que la tuya, pero mucho menos precisa.
- Este consejo te servirá para cualquier otra explicación detallada que debas darle a tu hijo o hija a lo largo de su vida: coloca tu mirada a la altura de la suya para que podáis mirar juntos en la misma dirección. Siempre es la mejor forma de acercarse en busca de comprensión y conexión.
- Vive siempre en lo positivo. Si puedes hacerlo bonito, ¿para qué vas a pintarlo feo? Otro consejo que puede ser algo así como un comodín aplicable a cualquier faceta de la vida de nuevo. Nunca hagas hincapié en las diferencias de manera negativa. ¿Qué vas a aportarle de este modo? Focaliza siempre en los aspectos más positivos o, al menos, anímale a que él o ella lo haga. Empujar una silla de ruedas puede ser toda una aventura para un niño. También lo puede ser aprender lengua de signos o lenguaje braille o quizás simplemente buscar formas diferentes, creativas y originales de jugar con su amiga o amigo
- Repetimos, siempre en positivo. Lo sé, soy una pesada, pero te lo digo por experiencia propia. El victimismo y la lástima sólo crean barreras, así que cuida el lenguaje que utilices cuando le hables a tu peque de cualquier persona con diversidad funcional. A ver si entre todos somos capaces de darle una patada enorme al “pobrecito”, “pobriño”, “hay que cuidarle”, “¡vaya por Dios!” y expresiones similares. Ninguna relación de respeto, de igual a igual, se ha basado jamás en este tipo de mensajes. Evitémoslos, por favor.
- Un toque de ilusión no le viene mal a nadie. Soy muy pero que muy poco partidaria, por no decir que las borraría con una goma mágica de cualquier conversación, de otro tipo de expresiones que he tenido que engullirme unas cuantas veces. Esas que atribuyen una sordera, una ceguera, una lesión cerebral o un síndrome a algo así como una varita mágica que las coloca en el globo terráqueo buscando siempre familias “especiales”. Lo sé, es una palabra muy socorrida esta de “especial” o “diferente” y, desde luego, en su origen no tenían estos términos ningún tipo de connotación negativa pero lo cierto es que creo firmemente que es necesario ser justos/as y atribuir estos adjetivos a quien en realidad los merece: toda la humanidad.
Eres buena, eres lista, eres importante le repite una y otra vez la nanny a la niña en la serie “Criadas y señoras” como en una especie de mantra. Miramos embobados a nuestros hijitos en sus cunas y pensamos en lo especiales que son, lo mucho que les queremos y lo que haríamos por que fuesen felices. ¿Acaso no son todos y cada uno de ellos los seres más especiales y diferentes del planeta?
Todos somos diferentes y especiales, así que, si quieres buscar algo de magia y color para hablar de la diversidad funcional te animo a que exprimas un poco más tu cerebro. A veces es suficiente con versionar sus propias explicaciones, las que los propios niños y niñas nos facilitan, que pueden ser tan creativas y al tiempo tan aproximadas a la realidad que nos dejan con la boca abierta. Puedes usar también, por supuesto algún tipo de símil o paralelismo con un cuento o historia que conozcáis y en el que se hable de la “diferencia” o de alguien diferente. Pero si a ellos no se les ocurre nada y a ti tampoco, ¡atente al guión! Explícalo con naturalidad y cercanía, con palabras que puedan comprender e intentando implicar a tu hijo/a para que, al menos, tenga una cierta empatía e interés por acercarse a ese niño.
- Intereses forzados. No hay nada que interese menos que aquello que no te motiva. Si algo no te atrae ni te emociona le prestarás la atención mínima imprescindible para salir del paso. ¿Recuerdas cuando tus padres te decían que tenías que jugar con el “hijo de fulanito”? ¡La cara de agobio que se te ponía y lo a desgana que lo hacías! Imagínate lo que puede sentir tu hijo o hija si le dices que tiene que jugar con un niño porque está en silla de ruedas o no puede ver o hablar. Seguro que no le emociona, eso sin olvidarnos de que el hecho de que una persona tenga diversidad funcional no implica que sea la más agradable y simpática del mundo ni que tenga que conectar contigo o tus hijos e hijas. Fomenta el acercamiento con otro tipo de estrategias que no sean tan directas. Busca propuestas de juegos que puedan interesar e implicar a ambos o alguna actividad que puedan compartir. A veces es difícil, lo sé, no me lo tienes que decir, pero siempre hay alternativas: un paseo por un nuevo parque descubriendo sus tesoros, un juego sensorial, que suele atraer a niños y niñas as de gustos y capacidades muy diversas, etc…
Creo que se me ha quedado largo y hay muchas cosas en el tintero, mucho que abordar, muchas dudas que afrontar. Pero hay una fórmula que nunca falla: hablar con honestidad y desde el corazón. Todos diferentes, todos iguales. No hay más… ni menos.
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Imagen de portada: Omundoaoreves,
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