Cómo podemos evitar la expresión “porque lo digo yo y punto” con nuestros hijos

Cuando nuestros hijos e hijas nos enfadan o nos piden explicaciones cuando no nos encontramos en nuestro mejor momento decimos expresiones como estas: “Porque lo digo yo y punto” “No se hable más” “¿Es que no me has escuchado?”.

La labor de ser padres y madres y madres se nos hace cuesta arriba en algunas situaciones y es natural que estas expresiones salgan a relucir. Pero hay que tener cuidado si estas se convierten en un mantra que usamos todos los días con nuestros hijos e hijas porque podríamos estar cayendo en una educación autoritaria con ellos.

Consecuencias del “porque lo digo yo”

El uso repetido del “porque lo digo yo” para que nos hagan caso puede tener consecuencias en el desarrollo y en las habilidades del niño:

Reducción de su confianza en nosotros

Somos la fuente de confianza de nuestros hijos, sus figuras de referencia. Las expresiones como “se hace lo que digo y basta” minan la confianza que tienen nuestros hijos en nosotros. Y en los casos más extremos en los que este estilo educativo se repite todos los días, puede generar miedo en los niños hacia sus progenitores. “En un momento en el que somos sumamente dependientes, que esas figuras que nos deben proporcionar seguridad utilicen el miedo como estrategia para educarnos es el peor miedo que podemos sentir. Sentir miedo de aquella persona de la cual dependes es verdaderamente terrorífico”, nos contó el psicólogo Alberto Soler en nuestro último evento.

No cumplir los límites y normas

Así como la confianza de nuestros hijos en nosotros se irá reduciendo, la confianza en los límites que les pongamos también irá menguando. Los niños necesitan normas y límites para crecer seguros. Sin embargo, introducirlos mediante las amenazas, sin respeto y con frases como “no se hable más” va a hacer que las repelen y no las quieran cumplir. Se trata de un efecto rebote: queremos que cumplan las normas mediante autoritarismo y lo que vamos a conseguir es que se rebelen contra esas normas.

Poca proliferación del pensamiento crítico

Cuando nuestros hijos escuchan estas expresiones entienden que tienen que acatar la orden sin rechistar. Y para cuando nuestro hijo crezca, si se mantiene este estilo educativo, los hijos serán más sumisos y no habrán desarrollado ni practicado el pensamiento crítico. Así lo explica el psicólogo Alberto Soler:  “Cuando nosotros pensamos que ese niño se va a convertir en un niño un poco más grande, que luego se va a convertir en un adolescente, que luego se va a convertir en un adulto… ¿Vamos a querer, por ejemplo, que ese adolescente o ese joven sea siempre obediente a la autoridad? ¿Vamos a querer un niño que agache la cabeza ante las injusticias? ¿Vamos a querer un niño que sea muy fácil de manejar, por ejemplo, por su grupo de amigos, esos que se drogan, fuman porros y hacen cosas malas? Ahí vamos a querer un niño que proteste, que diga: yo esto no lo quiero hacer”.

Falta de curiosidad

Nuestros hijos son creativos y curiosos: tienen miles de preguntas sobre todo lo que les rodea. Si usamos estamos expresiones les estamos cortando sus alas llenas de curiosidad.

Cómo no recurrir al “porque lo digo yo”

El primer paso para evitar estas expresiones es reflexionar y cuestionarnos cómo es nuestro estilo educativo. ¿Cuándo no nos hacen caso nuestros hijos usamos los castigos, los premios, los chantajes o las amenazas? ¿Hemos probado a desterrar estas herramientas y a usar otras para que nuestros hijos igualmente cumplan las órdenes y con sus tareas? Con esta segunda opción nos alejamos del autoritarismo y de las expresiones “porque lo digo yo”. Os damos algunos tips para acercarnos a este estilo educativo mucho más respetuoso con nuestros hijos:

  • Poner límites firmes pero respetuosos: Entre el autoritarismo y la permisividad se encuentra la disciplina positiva. Es decir, educar con límites respetuosos, que sean los adecuados a su edad y consensuados. Se puede ser firme sin caer en ser estricto y autoritario. Hay límites que deben acatar por su propia seguridad, como dar la mano cuando están en la calle o llevar la sillita en el coche. Pero hay otros límites que ponemos a los deseos que tienen nuestros hijos e hijas. Por ejemplo, nuestro hijo quiere ver la tele mientras se cena, pero no se lo permitimos porque en casa nunca se cena con pantallas alrededor. Este límite es necesario, porque es una norma de casa y nuestro hijo sabe que no es tiempo de usar las pantallas.
  • Hacer un registro de los momentos en los que perdemos los nervios: En estos momentos las expresiones como “porque lo digo yo” puede que las digamos con una mayor facilidad. Por eso, podemos hacer una lista con los momentos en los que sentimos que nos pueden salir estas expresiones para anticiparnos y saber cómo actuar ante estas situaciones.
  • Pausar: Debemos también buscar nuestro autocuidado. Si sentimos que estas expresiones van a surgir, démonos un momento (también con nuestro hijo cerca), respirar e intentar calmar nuestras emociones.
  • Buscar la razón por la que decimos estas expresiones: ¿Es por el cansancio y el estrés? ¿Es porque nuestro hijo no entiende lo que intentamos comunicarle?
  • Decir las cosas desde su altura y mirándolos a los ojos: Si queremos que hagan algo, se lo decimos a distancia y terminamos con un “se hace y no se rechista”, nuestro hijo no nos va a hacer caso. Pero esto cambia si se lo decimos a su altura, mirándoles a los ojos, con voz bajita y sin estas expresiones.
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Alicia Mendoza

En el camino a convertirme en periodista y comunicadora audiovisual descubrí que hay varios valores que quiero que acompañen siempre a mis palabras: el compromiso, la verdad y la igualdad. Valores que también aplico a mi día a día para contribuir a una sociedad cada vez más justa. La educación, los feminismos, los cuidados y los vínculos emocionales conforman los pilares sobre los que me formo cada día.

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