Publicamos el relato de Isabel López, que recuerda la primera vez que llevó al cole a su sobrina. Si te gusta este relato, dínoslo en Facebook para que gane el concurso.
“27 de septiembre de 2005
Normalmente mi madre se encarga de llevar a Alba al cole por las mañanas, y yo la voy a buscar a las 14.00. Pero hoy mi madre tenía que ir al médico. Así que anoche me fui a casa de mi hermana, para quedarme a dormir y no madrugar tanto. Después de cenar se fue a su cama, pero como la novedad estaba en la cama de abajo, ha preferido dormir ahí, y yo en la suya. Antes lloraba bastante por la noche, pero hoy se ha portado, solo ha gruñido un momento, no sé qué hora sería, le he dado la mano y se ha vuelto a dormir. Mientras mi mano colgaba de la cama y sostenía la suya, he pensado que sólo con tener el tacto de otra persona se ha tranquilizado. Creía que me iba a pasar toda la noche así pero al rato he probado para ver qué hacía y ni ha notado que mi mano ya no estaba. Y hoy que ella se ha portado yo casi no he dormido, no sé por qué.
El despertador ha sonado a las 8.15, recordándome los madrugones de cuando yo iba al cole, le he hecho el biberón y medio dormida la he llevado al salón a que se lo tomara mientras veía los dibujos, pero ver ha visto poco, porque seguía medio sopa. Se me ha venido a la cabeza cuando era mi madre la que me llevaba al sofá, y me daba mi pedazo tazón de leche con mil millones de galletas. Y hasta que no pasaba un rato no me despertaba totalmente. Le0 he puesto su uniforme, y ya parecía que se espabilaba más. Hemos bajado a la calle y por el camino que hay hasta el cole me iba diciendo que no iba a llorar, y se entretenía con los montículos de tierra, diciéndome: ¡¡ mira qué alta estoy!! Y apenas había centímetro y medio de altura.
Como el camino está lleno de tierra y arena (es un descampado), iba cogiendo piedras y se las metía en el bolsillo del babi, y mientras hacía eso veía a Amélie, cogiendo piedras planas para tirarlas al estanque.
El camino que se puede recorrer en 5 minutos lo hemos hecho en casi 12, retardando su llegada al máximo, pero el final estaba cerca, y ella lo notaba, y mientras le daba la mano diciéndola que llegábamos tarde, ella seguía diciendo que no iba a llorar, pero al entrar en el patio, y ver a todos los niños, cuando le he dado un beso para despedirme de ella ha sido inevitable, dos lagrimones le caían por los mofletes, y yo insistiéndole que luego venía a buscarla, que se agarrara de la mochila de su compañero, pero ella nada, llorando a pleno pulmón, menos mal que no ha insistido mucho, una de las veces mientras me iba, me he dado la vuelta y ha venido corriendo, entonces ya ha venido una profesora y se la ha llevado de la mano.
Ya sé que es sólo el momento ese, que luego se lo pasa bien, pero no entiendo por qué sigue llorando después de casi 2 semanas, aunque eso sí, no era la única, allí había un coro muy compenetrado.
Y mientras volvía a casa me ha venido a la mente, cuando era yo la que iba a la guardería (la de las puertas amarillas), y tenía unos 3 años. Ese día me llevó mi hermana y no pude evitar ponerme a llorar como una magdalena, le dejaron pasar conmigo y recuerdo que estuvo un rato. Luego no sé qué pasaría, ya no recuerdo nada más. Así que imagino que Alba quizá de mayor recuerde todas esas pesadas mañanas de ir al cole, llorando a moco tendido, sin comprender que es bueno para ella, porque no tiene todavía ni los 3 años”.
Foto: Misterio tras la reja. Hernán Piñera /Flickr