En la mayoría de los colegios existen situaciones de acoso escolar, aunque la realidad es que muchos lo niegan por no querer hacer frente a ello y justifican ciertas conductas del día a día como “cosas de niños”, cuando lo triste es que el origen de todo es “cosa de adultos”.
Para poner un alto al bullying, necesitamos de la participación de los adultos y dejar de señalar a los niños como los únicos responsables de la situación, quienes influenciados toman distintos roles como:
- Víctimas, por no acercarse a algún adulto a pedir ayuda, cuando muchas veces les pedimos que “no se chiven de otros”.
- Espectadores, cuando no se atreven a defender a la víctima, porque siempre les decimos que “es mejor no meterse en lo que no te concierne”.
- Acosadores, aunque en muchas ocasiones les promovemos que “se defiendan y no se dejen pisar por los demás”.
Con esto no estoy diciendo que les resolvamos todos sus problemas nosotros, pero si hago una reflexión sobre algunas frases que yo también he dicho a mis hijos y que van en contra de lo que realmente queremos promover.
El origen del acoso escolar está en las familias, donde se han normalizado las amenazas, chantajes, premios y castigos como estrategias para mantener el control en la casa. Lo mismo sucede en la mayoría de las aulas en donde el profesor es el primero en utilizar estrategias poco respetuosas con los alumnos en el día a día.
¿Cómo podemos pedirles que se traten con respeto, si ellos no reciben un trato así de parte de los adultos? Son conductas que viven todos los días y que las han llevado a las relaciones que establecen en las escuelas.
Frases como: “si no me das tu bocadillo, no te invito a mi cumpleaños”, va en la misma dirección que: “si no terminas todo lo del plato, no vamos al parque en la tarde”. O por ejemplo: “yo no te quiero cuando gritas y lloras”, que tiene la misma fórmula que: “si quieres ser nuestro amigo, tienes que molestar también a Pedro”. Estas frases, cuando son repetidas con cierta periodicidad de un niño a otro, dejan de ser “cosas de niños” y se convierten en acoso escolar.
El acoso escolar no sólo se refiere a situaciones en las que la víctima ya no puede más y termina suicidándose, hay detrás de este suceso con final tan triste, un origen, tal vez, con una frase que pareciera “cosa de niños” a la que no se le puso la suficiente atención y en la que no se dio el acompañamiento necesario a todas las partes involucradas para lograr un alto a tiempo.
Te invito a pensar y reflexionar sobre qué tipo de conductas de las que tienes actualmente con tus hijos te gustaría que repitieran con los demás. La idea no es causar culpa, porque todos tenemos nuestros momentos y equivocaciones, pero estoy segura que el tenerlo presente propicia un cambio, que hará que se sume un granito de arena para que existan menos víctimas, menos agresores y menos espectadores en todas las escuelas.