“No quiere compartir sus juguetes”, “se niega a besar a las tías”, “no hay forma de que se ponga vestidos”, “me gustaría que fuera a música y no hay manera”. Estas y otras afirmaciones parecidas salen de nuestra boca a menudo. Y generalmente, acompañadas de decepción o frustración. En nuestra mente suele haber una idea clara de cómo deben ser nuestros hijos. De cómo deberían comportarse, incluso, cuáles deberían ser sus gustos. Moldeamos su manera de vestir, de comportarse, les imponemos actividades de ocio, olvidándonos a veces de su propia personalidad e intereses, e imponiendo la nuestra. Esperamos obediencia, y que sean capaces de hacer las cosas, aunque no quieran, o no les apetezca. Sin embargo, si pensamos en cómo nos gustaría que fuesen nuestros hijos de mayores, creo que todos los padres coincidimos más o menos: nos gustaría que fueran independientes, seguros de sí mismos, con buena autoestima, auténticos y libres.
Pero, con frecuencia nos olvidamos de que ya, de pequeños, son seres genuinos, independientes y con personalidad propia. Nos olvidamos de que tienen sus propios gustos, sus peculiaridades y sus manías. Son seres auténticos. No son meras proyecciones nuestras, ni “mini yoes”, ni “calcos”. No han venido a este mundo para cumplir con nuestras expectativas, ni tampoco para llenar nuestras carencias.
Los niños, al igual que los adultos, tienen sus propios derechos asertivos.
¿Qué es un derecho asertivo?
Los derechos asertivos son aquellos que tenemos por el mero hecho de ser personas, y que nos permiten relacionarnos con los demás desde el amor propio y el respeto. Nos permiten sentirnos libres de buscar nuestra felicidad, de expresar nuestra opinión, de defender nuestros intereses, de decir “NO” y un largo etcétera. Aunque muchos parecen obvios, no lo son tanto. Y a menudo, en la práctica, nos olvidamos de ellos. Si vivimos y nos relacionamos en base a estos derechos, seremos más coherentes con nosotros mismos, y tendremos relaciones más saludables y satisfactorias.
Los niños también tienen sus propios derechos asertivos
Los niños, no por ser pequeños dejan de tener estos derechos. Y … ¿Qué mejor regalo podemos hacer a nuestros hijos que enseñarles sus derechos, respetar su genuina personalidad y permitir así que desarrollen estilos comunicativos sanos, y una fuerte autoestima?
Pero, ¿Cuáles son estos derechos? Desde mi punto de vista, estos serían los derechos asertivos de los niños:
Los niños tienen derecho a:
- No dar besos
- Elegir su propia ropa
- Elegir a sus amigos
- Elegir sus actividades extraescolares y aficiones
- No compartir sus cosas
- A decir “no lo sé”
- A que algunos alimentos no le gusten
- A pedir ayuda
- A que los mayores le pidan perdón
- A expresar sus emociones
Imaginad por un momento que:
Alguien os obliga a besar a otra persona, y a vosotros no os apetece.
Alguien decide qué ropa debéis llevar o cual debe ser vuestro estilo.
ALguien os dice cuales deben ser vuestras aficiones, o qué debéis comer en cada momento, aunque no os guste…
En los adultos cualquiera de estas acciones nos parecería una barbaridad. Sentiríamos que se atenta contra nuestra libertad y contra nuestros derechos. Sin embargo, en los niños, nos cuesta un poco más verlo.
Y no quiero decir con esto que no debamos inculcar normas de educación en nuestros hijos, o aconsejarles, recomendarles y enseñarles. Pero siempre desde una visión respetuosa. Por ejemplo, es una costumbre en España dar dos besos al saludar a amigos y familiares. Podemos animarle a que lo haga cuando nos encontramos con la familia, pero si no quiere, no se le fuerza ni se le obliga. Es decir, se respeta su manera de expresar el afecto. Al igual a muchas personas adultas no les gusta el contacto físico, y está bien.
Otro ejemplo sería el de compartir sus cosas. Parece que sí o sí un niño debe estar dispuesto en cualquier momento y situación a dejar sus pertenencias. Y no tiene por qué ser así. Se puede animar a ser generoso y compartir, pero no se puede forzar. Podemos sugerirle turnarse en los juegos o hacer un juego colaborativo, pero no podemos (ni debemos) obligarle. Eso es una decisión muy personal, y no hace nada malo si en ese momento no le apetece. Algunos padres pensarán: “pues que aprenda a tolerar la frustración que le provoca compartir”. Y yo les diría: “que aprenda el otro niño también a tolerar la frustración que le provoca que no le den lo que desea”.
Hay valores universales deseables, sin duda. Y normas cívicas y sociales. Pero también tenemos que ser conscientes que aprenderlas e interiorizarlas, siempre que no atenten contra nuestros derechos asertivos, es un recorrido largo.
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